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Barullo en papel Ensayo fotográfico

Ramona Montiel en Pichincha

Antonio Berni en Pichincha como fotógrafo en tiempos de prostíbulos. Un registro íntimo e histórico.

En Rosario Antonio Berni era un joven y talentoso pintor. Pero decidió partir a Europa para trabajar y vivir del arte. Cuando volvió, en 1931, en la Argentina no existía un mercado de cuadros. No había cotización. “Un cuadro sólo daba para cuatro o cinco comidas, y sin mucho vino”, recordaba. 

Volvió a la ciudad natal en medio de la crisis de la Década Infame junto a su esposa, su pequeña hija Lilí y una amiga francesa, una pintora llamada Paule Cazenave.

Un amigo, Rodolfo Puiggrós, colaboraba en Rosario Gráfico. Le contó que estaba preparando un artículo centrado en los burdeles de la ciudad del puerto.

Puiggrós era por entonces militante comunista. Luego fue un destacado historiador del peronismo. Rosario fue la primera en reglamentar la prostitución. El sistema reglamentarista (1872-1932) se centraba en la profilaxis social y en políticas de control de la sexualidad.

—Necesito un fotógrafo —le confesó.

Y entonces Berni recordó que cuando bajó del barco traía en su maleta una cámara fotográfica marca Leica.

—El trabajo es tuyo.

Ramona Montiel en Pichincha

Recuerda Berni: “Los mejores quilombos de Rosario estaban en la calle Pichincha; había de dos pesos, de tres pesos y de cinco pesos. Lo habitual era que fueran grandes patios techados con vidrio, de modo que, de día, eran muy luminosos. El patio era como un gran bar o un café, con sus mesas y sillas; uno se sentaba ahí y enseguida venían las mujeres a proponer ir a la habitación; venían muy ligeramente vestidas, porque no podían estar desnudas: el reglamento no lo permitía”.

Ponía la máquina sobre la mesa del lupanar y con el mayor disimulo o usando incluso cualquier treta —acomodando la cámara entre el saco, tapándola con un sombrero— sacaba las fotos. El encuadre era lo de menos, había que disparar el obturador sin que nadie se diera cuenta, ni las prostitutas judeopolacas ni los parroquianos. Berni era el fotógrafo clandestino que retrataba y visibilizaba con su aparato de la modernidad, desde el margen.

Sólo dos fotos se publicaron en Rosario Gráfico el 11 de febrero de 1932, con la firma de Facundo, el seudónimo que usaba Puiggrós. El titulo impreso dice: “En la atmosfera infecta del burdel extingue su voluntad la juventud. Las ferias del placer y las hijas del pueblo”. Ambas fotos tienen un clima en común. Las pupilas —como se las llamaba a esas mujeres de cuerpos cansados— y los clientes están bajo un patio soleado de verano. Conversan. Fuman. Están sentados/as en  sillas de madera, alrededor de pequeñas mesas. Uno de los que espera su turno viste saco y mira al extraño señor que está contemplando la escena a pocos metros.

Para él las fotos eran apuntes que luego trasladaba al lápiz y el papel. En la década del 60 expone  una muestra de dibujos sobre el mundo pobre de una obrera y prostituta de la gran ciudad llamada Ramona Montiel, la desnudez de la bataclana, flor de lujo y cabaret, treinta años después de su paso y su mirada del Rosario prostibulario.

***

En 2018 se realizó en el Museo de la Cárcova de la ciudad de Buenos Aires una exposición que se llamó Berni. Ramona y otras mujeres. En la muestra pudieron verse otros registros tomados por Berni originalmente para el diario.

En el catálogo se reproducen tres fotos: una mujer mira  a la cámara oculta, está sentada con expresión de agobio, descalza, viste una enagua de tela blanca, se lleva la mano a la boca, como si quisiera morder con sus labios los dedos de su mano derecha; el mismo muchacho retratado en la página del diario, con varias chicas a su alrededor, es captado en el momento en que simula estar pensativo, se toca la nariz con la mano izquierda, extiende los pies hasta apoyarlos en las baldosas del patio; de fondo un cliente con las piernas cruzadas contempla la escena de su amigo, quien le susurra algo al oído a la puta que está sentada en su regazo, en  primer plano se recorta otro cuerpo, ella espera sentada, con las piernas abiertas y las manos entrelazadas, la enagua subida hasta las rodillas y las piernas flacas.

Las copias en exhibición, muchas de las cuales debieron ser restauradas, tienen un tamaño de 50 x 40 centímetros. Todas tienen un único epígrafe: “Burdeles de la calle Pichincha”. Aunque no se detalla el nombre de los prostíbulos, uno de ellos podría haber sido El Levante. Un cartel con ese nombre sobresale en una de las tomas de Berni en plena calle. Otras fuentes aseguran que son fotos sacadas en el Petit Trianon, una casa de tolerancia de menor categoría que El Paraíso (también conocido como Madame Safo).

Es sorprendente que esta muestra, cuyas imágenes que se reproducen en estas páginas no fueron publicadas hasta ahora por otros medios gráficos, aún no se haya montado en Rosario.

Fuentes consultadas: Cecilia Rabossi, “Ramona y otras mujeres”, catálogo del Museo de la Cárcova. Revista La Maga. Museo Marc. Rosario en el Recuerdo.

Fotos: Archivo Antonio Berni

Publicado en la ed. impresa #03

Por Horacio Vargas

Periodista, escritor y productor discográfico. He cumplido con lo que sugería José Martí: “Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”. Planté un árbol (en mi casa de calle Valentín Gómez), tuve dos hijos (que continúan el camino; y la mujer de todos los días), escribí siete libros… edité 100 discos de jazz (con BlueArt Records), fundé con Pablo Feldman el diario Rosario/12 hace 29 años, y tengo un Grammy Latino en la biblioteca (ja, puedo pasar a la historia rosarina por ese premio).

2 respuestas a «Ramona Montiel en Pichincha»

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