Categorías
Barullo en papel Columnas

Antropología del comportamiento

Esa sintaxis visual que realizamos al subir una fotografía a las redes sociales es la copia heliográfica de nuestra vida, la historia que elegimos contar. Esa expresión construye nuestra de identidad, engrosa costuras que certifican singularmente nuestro territorio y constituye también una responsabilidad. Incluso cuando se postea un bichito, es una aceptación de nuestras identificaciones fracturadas.

Erigiendo estelas con hidalguía, en esas “subidas” contamos el tiempo que imaginamos. En ese proceso vemos que se desarrollan estrategias como la ironía, el juego y la parodia, la performatividad o la exageración en el afán de ser protovanguardistas. De tal modo podemos pensar que el presente exige sacrificios.

Más de las veces engrosamos la plaga exponencial tanto de consumo como de producción audiovisual, generamos una geografía personal escrutada en silencio por la cámara y paralelamente mostramos sin que se desprendan emociones acusadoras o perturbaciones morales. Hay una fuga obsesiva, una glorificación, un erotismo incisivo, de colores ácidos o neutrales (según se elijan filtros), una plétora de consumo que aún no se huele ni se saborea. En esas imágenes de montajistas fanáticos diseñamos constantemente la consigna tácita: ser auténticos y honestos sin padecimientos.

En la era pospublicitaria que vivimos, ansiamos crear relaciones con las personas y hablar su mismo lenguaje. Todo mensaje tiene que conducir una novedad y el objetivo común a todos es hallar respuesta a esa subjetividad.

Visibilizar es amplitud en la perspectiva, sinergia en el proceso de creatividad, es más aún: es valorizar, legitimar y diferenciar, y análogamente tomar una postura activa. Por ejemplo: potenciando el diálogo, incluyendo. Se tiene que abrir el juego a las minorías y que no quede en un concepto. Minoría es mi vecina Leonor de setenta y tantos que no tiene familiares y nos ayudamos, minoría es Franco que vive al lado del río con su perro Sandunga, minoría es el qom Mario cuidacoches de la vereda del Club Universitario a quien le realizaron mala praxis en una rodilla y no puede caminar bien. La minoría tiene nombre y humanidad, persona por persona. Visibilizar es incluir, es un desafío, es deconstruir. Todos somos minoría en el neoliberalismo. Al capital no le gustan las sorpresas, cuanto más juntos andemos e innominados, más fácil es vendernos mercancías.

Y la pobreza no es una cuestión de ingresos, la pobreza peor es la del no humanismo, aquella por la que luchaba Jean Valjean, personaje de Les Misérables de Víctor Hugo, que siempre adquiere realismo en cada época, cada era.

En el complejo habitacional de Rouillón y bulevar Seguí de Rosario, de migración forzada, desarraigo y despojo, que no es un lugar soñado, se ha desplegado una ola grafitera. Una galería urbana, una forma de organización premoderna atada al arte. Allí se hace apología de la ciudad, que en su segunda década del siglo está entrelazada de migrantes y refugiados a quienes estamos albergando, seres que siempre cargan la desventaja de la informalidad y la precariedad. En el sincretismo que supone la globalización, la ciudad es un espacio donde confluyen pluralidades y allí se pueden ver nuevas semánticas barriales para esos espacios poblados babélicamente.

Muralear fue un profundo acto de visibilizar porque mejoró la vida de los habitantes y visitantes, porque ese nuevo contraste permite prestar atención, visibilizar un entramado que explota los bienes culturales, cargando de imágenes eclécticas pero también haciendo que esos actores sociales sean atravesados por arte y puedan disfrutar de colores y metáforas. Cada mural eclipsa el paisaje urbano con su omnipresencia, interpela la naturaleza esencial de ese universo social donde calles, caras, terrazas, vías, rancios coches, árboles, perros sueltos se convierten con igual derecho en palabras, frases y párrafos de un espacio frecuente pero renovado.

Allí se puede leer para dialogar, pensar para conversar, porque cuando las ideas se observan desde diferentes perspectivas, se llega a conclusiones nuevas y con ello la vida avanza.

Publicado en la ed. impresa #04

Por María Paula Alzugaray

Nació en 1974 en Rosario, donde vive. Poeta. Licenciada en Letras. Editora, agente pública y cultural. Publicó Frivolidad (poesía Caligrama, Penguin Random House, España en 2019), Todo llegó por sí solo (poesía, Alción Editora. Córdoba, Argentina en 2017), Estampados (haikus con dibujos de María Zulema Amadei en Rosario en 2014) y Lo albergado (poesía en Rosario en 2008). Compiló y publicó numerosas antologías temáticas de poetas rosarinos (Corte al bies, Fin zona urbana, 19 de fondo, Pulpa, Dodecaedro, El Puente, Brotes, etc.) e innumerables proyectos vinculados a la palabra como el ciclo audiovisual ROJOdeVERDE desde su sello GatoGrillè Ediciones.

Dejá un comentario