Oficios artísticos
“Nosotros, los realizadores, escenógrafos, vestuaristas y maquilladores, tenemos que trabajar en ese fin: hacer poesía visual”, decía la escenógrafa y docente Melisa Guerrero, sentada a una mesa de trabajo en su taller, en el primero de los cuatro capítulos del envío “Oficios artísticos”, titulado “Diseño escenográfico”, que pudo verse por la señal 5RTV y continuará los lunes a las 21 con repeticiones los miércoles a las 23. Con una cámara fija que permite que cada uno/a de los entrevistados pueda explayarse en el desarrollo de las ideas que los mueven tras la práctica artística y una edición rítmica con textuales que subrayan la materia sustancial de las apreciaciones, “Oficios artísticos” se ocupa de un universo apenas visitado por la tevé, el de los que arman el contexto para que un hecho artístico tenga lugar, sobre todo los ligados al vestuario y el maquillaje, la escenografía, las artes visuales, todo contado por los hacedores, que en general tienen poca oportunidad de hacerlo a cámara, de comunicar la importancia de llamarse como tales. En ese mismo capítulo y con equilibradas apariciones también Nicolás Boni, un egresado de Bellas Artes y dedicado al diseño escenográfico de obras teatrales musicales, habló de lo ardua y tensionada que es la tarea de preparar una puesta de esa naturaleza. “Mientras trabajamos armando la idea sufrimos mucho, no es agradable, recién cuando vemos que todo está funcionando se siente un placer inigualable”, soltó sentado a un costado de un piano sobre el escenario del teatro El Círculo. Boni dio una idea de la técnica empleada para el diseño de óperas que fueron montadas en España y Estados Unidos. “El teatro musical es una expresión teatral que está regida por una partitura”, dijo sobre el espíritu que anima su trabajo mientras gigantescos rostros y cuerpos se van armando sobre un escenario o en un telón se pinta un cielo enorme o se señala la potencialidad de las nuevas tecnologías que proyectan un fondo sobre el que una historia tendrá lugar. Dirige Héctor Nene Molina, producen Belén Bertero, Camilo Postiglione y Rocío Luna; mueven cámaras Mario Armas, Dana Tameron y Ernesto Sánchez y Lucio García puso dinamismo a la edición.
Esos fantasmas / Alexis Perepelycia
El rosarino Alexis Perepelycia es un músico integral, capaz de participar en diferentes formaciones con una impronta habitualmente experimental. Sus intervenciones suelen afectar el contexto musical en el que tienen lugar integrando una segunda naturaleza al sonido que redimensiona su carácter original. Por ejemplo, un sugestivo riff algo distorsionado de guitarra que provoca otra imaginería en la rítmica de la pieza y realza su valor sonoro. De algún modo, con su práctica, Perepelycia se define como un investigador del sonido y ahora en solitario grabó Esos fantasmas, un disco fruto de sus indagaciones sobre el laberinto de asociaciones y conexiones que pueden encontrarse en los espectros digitales surgidos de las nuevas tecnologías. “El disco se da a partir de inquietudes sobre las que investigo relacionadas a los procesos compositivos y los conceptos de saturación y distorsión, solo que esta vez lo encaré desde entornos digitales con los que vengo trabajando desde hace tiempo, pero aún no terminaba de hermanar ambas búsquedas”, apuntó el músico. A partir de allí, Esos fantasmas está planteado como una experiencia sonora emparentada con el noise pero desde donde emergen nítidos rasgos compositivos en el ensamble y donde cada sonido reverbera y encaja con cierto eco psicodélico provocando la singularidad de una inmersión en un espacio profundo con capas de membranas sensitivas que van sumándose. “Todo el proyecto fue creado de manera digital, con la salvedad de que gran parte del material fuente para alimentar los entornos compositivos desarrollados son acoples generados acústicamente, lo cual me llevó a ubicar un micrófono omnidireccional en el centro de una habitación y llenar el resto del recinto con amplificadores puestos a gran volumen, ecualizando cada uno de manera particular para lograr la presión sonora necesaria. Todo lo que sucedía dentro de cada etapa del software fue grabado de manera interna, lo cual permitió obtener un resultado de alta calidad y precisión y gran potencia y agresividad”, graficó Perepelycia. De este modo, Esos fantasmas se configura como una experiencia de vivos destellos sonoros que subyugan con una fluida energía rítmica y puntua, y a Perepelycia puede situárselo como un partisano que pone en tensión las alternativas del software en un desenfrenado ingenio musical.
Rockambole
En tiempos de pandemia, la inventiva y la imaginación de quienes acometen acciones artísticas debieron pedalear cuesta arriba para generar algunas manifestaciones que sacudan la escasez de ofertas y el delay producido por las restricciones. Y algunos llegaron a buen puerto, como es el caso del realizador rosarino Claudio Perrin con Rockambole, una serie web que puede verse en el canal de YouTube de Zahir Films a razón de un capítulo cada 15 días y que resultó todo un hallazgo, tanto en su propuesta estética como en el efectivo empleo de los recursos de la comedia negra. Perrin es uno de los realizadores más personales en el ámbito de la producción audiovisual local en cuanto al abordaje de las temáticas elegidas y la idea y puesta en escena de Rockambole no hace sino confirmarlo. Valiéndose de los elementos aparecidos durante el aislamiento para sostener la comunicación, esto es, a esta altura el benemérito Zoom, los barbijos, el distanciamiento social, el alcohol en gel, Perrin da vida a diferentes situaciones animadas por una pareja de pícaros de poca monta que lanzan anzuelos para hacer picar a incautos y birlarles unos pesos. Primer acierto: los protagonistas no son solo perdedores sino que entre ellos la relación explota el absurdo hasta límites inconcebibles; sus conversaciones son casi un remedo y son interrumpidas desde el grotesco, la culpa súbita o el soliloquio generando un brumoso y desopilante acontecer. Buena parte de ese clímax se debe a Claudia Schujman y Miguel Bosco, los actores que animan a Lola y Tato, que ahora deben actuar para ser otros y concretar las estafas. Ambos subyacen derrapando bajo el peso de la vida y emergen en confabulaciones repentinas cuya deriva es siempre incierta. Otro logro: Perrin vuelve funcionales los inconvenientes digitales de la comunicación –la imagen que se clava o se pixela, el audio que queda abierto– en la trama diseñada, contribuyendo a hacerla más disparatada. “El uso de Zoom, el encuentro con nuevos personajes, restricciones; a partir de eso vamos creando sobre la marcha, es algo que me parece muy interesante y era la oportunidad de salir de esta sensación de bajón que tenemos todos, de transmitir un poco de alegría”, apuntó Perrin sobre la serie que ya lleva veintisiete capítulos que duran entre seis y casi veinte minutos. Mirta Maurizzi, Laura Copello, Roberto Chanampa, Andrea Fiorino, Severo Callaci, Vilma Echeverria y Juan Nemirovsky fueron algunos de los actores que lidiaron con los personajes principales.
Publicado en la ed. impresa #13