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Barullo en papel Crónicas

La eterna y esquiva cortada Marcos Paz

Es uno de los misterios de Rosario: a pesar de que su designación como “cortada” implica necesariamente la brevedad, ella no hace caso a las definiciones de la RAE y se extiende a través de gran parte de la geografía de la ciudad. Barullo la recorrió y recuerda su singular historia.

Navidad de 2017. Un hombre apuñala a su vecino, un joven que intentó evitar un ataque contra unos chicos que hacían ruido a la madrugada. Un crimen sin sentido, si es que alguno lo tiene. Una noticia policial en La Capital lo refleja. Octavo párrafo. Dice: “Ayer al mediodía los residentes de la cortada más larga de Rosario –como se la conoce a Marcos Paz– amanecieron con la triste noticia”. Punto. Una cortada puede ser una “herida hecha con un instrumento cortante” pero también “una calle corta y generalmente angosta que suele tener un único acceso”, ambas definiciones de la RAE. ¿No es otro sinsentido que una cortada se convierta en “la más larga” de cualquier ciudad si es, justamente, su brevedad lo que la define?

Marcos Paz, la arteria récord, surge como un imposible que vale la pena explorar. El pasaje comienza sobre Francia entre Mendoza y San Juan, pero no hay ningún cartel que la presente. Las dos casas que custodian su acceso llevan carteles que se reconocen como parte de la avenida con nombre de país europeo.

Alberto, un hombre que cuida y lava autos en esa esquina, confirma la identidad de la calle. “Sí, esta es Marcos Paz”, dice y sin mucho más que agregar ni ninguna repregunta se decide a llenar el silencio: “Es la cortada más larga de Rosario”. ¿Cómo lo sabe? Hizo trabajos de pintura y de albañilería y le consta que llega hasta Circunvalación: “La conozco de punta a punta”. Sin embargo, unos pasos más adelante ya se ve el fin de este primer tramo que se agota al 3160, justo sobre la vivienda que fue el taller del escultor Erminio Blotta.

Un pibe que sale a la vereda de una de las casas bajas de la cuadra no tiene idea de quién fue Blotta pero cuenta que ahí vive una señora mayor. Julio, un jubilado que está sentado en un sillón en el interior de su living y mira desde la reja hacia afuera, aporta algo más, un nombre: “Se llama Norma, es la señora de Blotta”.
[Nota: Este párrafo ha sido editado con respecto al publicado en la ed. impresa]

Julio asegura que él vive en el lugar hace 35 años y que conoció al prolífico escultor en sus últimos años (aunque Blotta murió hace 45). También recuerda que “se movía toda la casa” cuando pasaba el tren. De hecho, al fin de la cortada, aún perduran los pilotes de acero que separaban las vías de la cuadra. Hacia la derecha de ese límite, o el norte, o la cuadra par, está la casa del artista.

Blotta, nacido en Italia, es autor de unas 700 obras y más de 300 están en los espacios públicos de Rosario. Bohemio y desprendido, regalaba y donaba la mayoría de sus creaciones, escribió la periodista Beatriz Vignoli, que además es familiar del artista. En su taller de puertas abiertas, donde era visitado por amigos y parientes que se quedaban varios días, en esa casona blanca llena de fiestas pasadas está, efectivamente, Norma. “No, la señora no, yo soy la nuera”, aclara ella, inquieta y desconfiada por la presencia de un otro que hace preguntas. “¿Y a vos quién te manda?”, quiere saber. Su hija, Marcela, se acerca a la puerta. A ella también le parece algo inverosímil la nota, esta nota. “¿Y a vos quién te manda?”, pregunta también. No son un caso aislado en una ciudad que se teme a sí misma. El temor como una sombra, un sentimiento contagioso, casi hereditario. ¿Crecerán los niños y niñas de Rosario con un nuevo estado de alerta amargo, con una información genética que sus abuelos no tuvieron?

Al rato, las dos mujeres cuentan algunas cosas sobre la mítica vivienda-taller. Dicen que donaron todo lo que había quedado en un depósito hace ya varios años: a escuelas, a instituciones. Ya no hay nada ahí salvo la vivienda. “A Dante Taparelli le dimos un busto de Belgrano pero no sé qué pasó”, recuerda Marcela. El actual secretario de Cultura de la Municipalidad confirma que esa última obra está en restauración.

“Hace unos años –sigue Taparelli– quisimos crear «La calle de los encantos» sobre Marcos Paz y hacer venta de garage pero era tan larga que no nos pusimos de acuerdo con los vecinos en dónde hacerlo. Esta es una ciudad muy loca; hay 35 ciudades adentro de una; tiene una historia tan rica y compleja que se va olvidando de generación en generación. Rosario es como un camalote flotando en el río”.

Blotta vivió en ese taller lleno de arte hasta enero de 1976, cuando falleció, dos meses antes del golpe que sembró el terrorismo de Estado y cuyas consecuencias parecen asomar entre las grietas que surcan el frente de la vieja casona y se extienden más allá.

La cortada que se interrumpe por donde pasaban las vías del ferrocarril renace del otro lado de Vera Mujica. Tampoco hay señalética. Apenas un papel blanco pegado con cinta en una puerta y escrito a mano con fibra negra gastada: “Marcos Paz 3202”. En la otra esquina, hacia el oeste y sobre Crespo, una flecha de tránsito pintada en una columna de piedritas grises constituye la primera inscripción oficial: “M. Paz”, sobre el círculo azul. 

Unos centímetros arriba, un cartel: “Área protegida. Seals”. Toda la cuadra es una exposición del estado de ánimo en Echesortu: “Alarma activa”, “All Systems”, “Alarma. Enlace remoto 24hs. SAT”; acá luces que se activan con el movimiento; allá un brillo seductor: el de un candado lustrado Proll Platino; también dos megáfonos listos para gritar sobre una reja negra con puntas de lanza y una cámara de videovigilancia al llegar a la esquina de Iriondo.

El origen

La historia de una ciudad puede contarse por sus calles. El camino que iba desde la antigua capilla en la actual plaza 25 de Mayo hacia Córdoba se llamó calle Córdoba. Después le nacieron, todas mirando hacia el oeste: Rioja, San Luis, San Juan y Mendoza. La ordenanza número 3 del 7 de abril de 1905 buscó ordenar los nombres ya existentes sobre un trazado que no paraba de crecer. Esa norma ubicó el “Pasaje Marcos Paz” entre San Juan y Mendoza, de este a oeste. ¿Qué hace ahí, en medio del Cuyo, nuestra cortada y por qué se llama así?

Según el archivo del recordado historiador Wladimir C. Mikielievich en el Museo de la Ciudad, la calle lleva el nombre del abogado y militar argentino de una carrera caótica, acorde con su tiempo. Marcos Paz nació en 1811 en Tucumán, fue gobernador de su provincia hasta 1860. Después estuvo preso y en 1861 saltó a la Gobernación de Córdoba para, un año después, ser electo vicepresidente de la Nación, acompañando en la fórmula a Bartolomé Mitre. Cuando Mitre se fue a la Guerra del Paraguay quedó al mando de la Nación y en 1868 murió por la epidemia de cólera.

Plano del pasaje. Del libro «Historia de la propiedad territorial en el municipio de Rosario», del ingeniero Delfo Locatelli

Sus logros políticos no están en Santa Fe ni en Rosario. ¿Por qué darle su identidad a nuestro pasaje? El historiador Ernesto Ciunne ensaya una respuesta. Se toma un tiempo. Habla de la expansión de la ciudad más allá de Oroño, Pellegrini y el río. De un poder político que ordenaba el crecimiento por arriba mientras un poder inmobiliario lo construía por abajo. Las lonjas de tierra extensas se vendían y comenzaban a lotearse para nuevas viviendas. Surgían negocios rentables.

“Marcos Paz era un callejón de tierra en una zona de mataderos, de alfareros, de fábricas de carbón o ladrillo. Se corrían carreras de caballos. Eran zonas bravas de la ciudad, aún no había una identidad de barrio”, introduce. Uno de los dueños de esos lotes, según figura en los planos del siglo XIX, era el doctor Marcos Paz. ¿Eran la misma persona? Sí. El libro Historia de la propiedad territorial en el municipio de Rosario, del ingeniero Delfo Locatelli, le asigna una lonja extensa que abarca la actual cortada y se extiende hasta el centro y el oeste. Según el detalle de ese trabajo, Paz compró esas tierras en 1854. Tres años más tarde donó una parte céntrica: las manzanas de la actual plaza San Martín y de la Sede de Gobierno (ex Jefatura Política).

En esa época, además, se lo reconoce como un impulsor de la llegada del ferrocarril a la ciudad. La innovación se concretará más tarde, sobre los terrenos que él ya había comprado y que legó a su mujer Micaela Cascallares y a sus hijos después de morir en 1868. La futura calle Marcos Paz asumirá, durante el siglo siguiente, una forma y un trazado que parecen un homenaje a medida de la biografía del ex vicepresidente argentino: saltará de un lugar a otro sin mayor explicación, atravesada por los vaivenes del ferrocarril y las contradicciones urbanísticas.

Tres resurrecciones

Después de aquella primera interrupción al 3160, el pasaje Marcos Paz sigue su viaje hacia el oeste. Es la contracara de calle Mendoza, que parece un hormiguero de gente que viene y va a los comercios. Acá los adoquines se resisten a desaparecer y reaparecen debajo del asfalto al 3600 y 3700 y de nuevo al 3900. Cada tanto un auto, cada tanto una bicicleta. Parece haber una norma no escrita: en las esquinas están los comercios (librerías, peluquerías, kioscos) y en el interior, los talleres mecánicos o galpones.

A la altura del 4900, choca contra la calle Paraná (al 1150), que esconde a sus espaldas las vías de la vieja compañía Ferrocarril Central Córdoba. Según la reseña a máquina de escribir de Mikielievich, allí termina la cortada. Pero no, del otro lado, Mendoza y San Juan se buscan hasta fundirse en una sola. Acorralada, Marcos Paz toma un giro estratégico: va hacia el norte por Felipe Moré, cruza San Juan, deja atrás Lindberg, traspasa San Luis y recién entonces, sobre el 950, parece sentirse segura para volver a la luz.

Pje. Marcos Paz. Foto: Sebastián Vargas

Su nueva fisonomía es un poco más ancha aunque mantiene su esencia de casas bajas, árboles medianos y cierta soledad. Pero no hay paz en un ejido urbano tajeado por el ferrocarril. Al 5995, pasando Solís, una última casa se desvanece contra un terreno baldío que contiene otro trazado de vías. La cortada resucita, por tercera vez, al 6000 pero con el sentido cambiado: ahora los autos vienen desde Circunvalación.

Confundida y agotada, Marcos Paz llega al 7400 y ya no hay milagro cuando se extingue sobre la colectora Juan Pablo II. No está probado que vuelva a salir más allá. Tampoco descartado. Roberto Fontanarrosa pintó su devenir, su andar casi metafísico. Escribió para una contratapa de Rosario/12: “El Departamental Catastral de Calles Cortadas de la Unicef, a través de su subsecretario Mathieu Shinoda, nos informa que la cortada Marcos Paz es la más larga del mundo. Incluso una comunicación urgente con Fabio Zerpa nos confirma que tal vez no haya otra tan prolongada en el Universo, tal como lo conocemos. «Es más –nos aseguró Shinoda (en un discreto castellano) –, la cortada Marcos Paz, visualizada desde satélites, parece no terminar en barrio Echesortu, sino que reaparece luego, ya en la provincia de Santiago del Estero, para transformarse en la Ruta Panamericana que se extiende hasta Winnipeg, en Canadá, lo que aseveraría nuestro aserto». La Municipalidad de Rosario estudia la jubilosa noticia para declarar a Marcos Paz (si se confirma la especie) «Cortada Ilustre»”.

Publicado en la ed. impresa #13

Por Ricardo Robins

Nací en Rosario en 1980, bajo dictadura cívico militar, y escribo esto en tiempos de pandemia. En el medio me hice periodista (TEA y Licenciatura en la UNR) y trabajé en Cablehogar (Semanario NE), Diario Crítica y Rosario3, además de colaborar en Revista Anfibia, entre otros. Fui coautor del libro “Crónicas primarias” editado por el periodista y escritor Cristian Alarcón. Participé en la producción, investigación y guión de documentales como “La arquitectura del crimen” y “Buscando al huemul”. Vivo en Echesortu con mi compañera y dos hijos aunque me críe en Alberdi, junto al río. Mate, siempre; cerveza con picada; vino con asado. Mi primera entrevista con grabador fue a Leticia Cossettini pero no encuentro el caset. Creo en la crónica y en el documental como los géneros más completos y complejos en donde puede convivir una investigación rigurosa con narrativas creativas y diversas. Todo esto para decir que me gusta contar (y leer y escuchar y mirar) buenas historias.

5 respuestas a «La eterna y esquiva cortada Marcos Paz»

Horrible como hablas de mi abuelo, mí tía Norma y mi prima hermana Marcela. Vivo en Mendoza, me llegó la noticia de tu horrendo artículo

Hermosa nota, disfruté mucho su lectura. Años atrás viví en Echesortu, a media cuadra de Marcos Paz. Lindos recuerdos de un barrio bello.

Ricardo Robins: la señora del «carácter especial» es mi mamá.
Marcela, es mi hermana, antes de publicar algo que deje una imagen horrible de mi hermana, considerá que tanto ella como Norma, son personas con historia, con familia y que esa imagen que supuestamente te conto un vecino, puede ser mentira. Me parece que te inventaste todo.
Cuidado con las palabras publicadas, que mala onda la tuya, podrás disculparte publicamente, quedamos a la espera. Ellas y toda la familia. Eso que publicaste, ES DIFAMACION.

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