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Barullo en papel

Una pieza llena de libros peligrosos

“Pero lo que torna en gran medida secundario este antagonismo [entre sectores de la burguesía argentina] es el consenso de la totalidad de la burguesía en preservar (o, virtualmente, acrecentar) los aparatos represivos de Estado. ¿Qué sentido tiene esto? Sólo uno: la necesidad de enfrentar a un enemigo común, la clase productora” (Aldo Oliva, El fusilamiento de Penina, 1975).

A mediados de la década del ’70, dos libros sobre Joaquín Penina comenzaron a ser escritos casi simultáneamente en Rosario: en 1974, el Grupo Editor de Estudios Sociales publicaba la primera edición de Joaquín Penina. Primer fusilado, del investigador Fernando Quesada, con una introducción de Diego Abad de Santillán: “El movimiento obrero argentino ante el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930”. Con edición al cuidado de Pedro Munich y Juvenal Fernández, se vendía por suscripción entre los socios de la Biblioteca y Archivo Alberto Ghiraldo, un ámbito local del anarquismo libertario, “revolucionario, anticapitalista, internacionalista” (Carlos Solero, 2011).

Por entonces, la Editorial Biblioteca, de la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil produjo cinco textos críticos sobre la década de 1930, o la década infame: la colección Testimonios, dirigida por Rafael Ielpi. Los 25.000 ejemplares (5.000 de cada título) ya estaban impresos a fines de 1975 pero ante los tiempos tormentosos (o el caos de fin de año) el director de la Editorial, Rubén Naranjo, decidió esperar hasta el año siguiente. El 24 de marzo de 1976 fue el golpe de Estado y el 25 de febrero de 1977 la dictadura intervino la Vigil, liquidando sus bienes, suspendiendo sus servicios sociales al barrio de Tablada y encarcelando o haciendo “desaparecer” a sus directivos y socios.

El fusilamiento de Penina, del poeta rosarino Aldo Oliva (1927-2000), número 3 de la colección Testimonios, fue un libro desaparecido. Poco antes de morir recordaba Raúl Frutos, vicepresidente de la comisión directiva, en la presentación de su tercera edición, por la cooperativa editorial Puño y Letra, el viernes 26 de octubre de 2012 en el Centre Catalá de Rosario: “…intervienen la Biblioteca Vigil, y esta colección, junto con otros materiales bibliográficos de la institución, desaparecen. De los demás libros de la editorial, lo que quedaba en depósito como stock de la editorial, siempre han aparecido por distintos lados volúmenes, ejemplares. Ya sea en librerías de ofertas, o en librerías de usados, han aparecido siempre. Y yo logré conservar, de la colección, los otros cuatro títulos. No sé por qué razón, porque siempre me quedaba algún ejemplar de lo que se iba editando, el libro de Penina no me quedó. Y no apareció nunca por ningún lado. Parecería ser que directamente la colección completa fue quemada y guillotinada. Aldo Oliva también había quemado sus originales, porque eran peligrosos. La buscamos por años, preguntando a todas las personas allegadas; nadie tenía un ejemplar”.

En 1998, el historiador barrial Julio Oksanich, testigo ocular del fusilamiento de Penina, publicó su testimonio en el periódico Saladillo Hoy, donde colaboraba. En 2001, caminó desde la zona sur y le contó esa historia a Ielpi. En septiembre, Ielpi trató de contactarlo para registrar el relato, pero don Julio había muerto el 1° de ese mes.

En 2003, un año antes de empezar a organizarse la recuperación de la Vigil, un ex tesorero de la institución, Juan Manuel Rodríguez, encontró en una caja un ejemplar que se había llevado a su casa para resguardarlo. Contó Frutos: “Se traslada su hija de su casa, que vivía con él, bueno, en el ordenamiento de papeles y cosas apareció esta edición… se le había sacado la tapa, la portada, parte de los detalles bibliográficos, el colofón, como para que la obra no se pudiera identificar. Pero el texto está completo”. Aquel hallazgo –donado luego por Frutos, en el acto de imposición del nombre, a la Biblioteca Raúl Frutos del Museo de la Memoria de Rosario– sirvió de base para la primera reedición.

Hacia 2006, el cineasta rosarino Diego Fidalgo ideó un documental que consistiera en el seguimiento de la odisea de uno de los dos hijos de Aldo en pos de la reedición. En 2007, gracias a las gestiones de Florencia Rovetto, la Plataforma Argentina contra la Impunidad reeditó el libro en Barcelona por la editorial Viejo Topo, en una edición bilingüe de 250 ejemplares y dos volúmenes independientes entre sí (en catalán y en castellano), con prólogo de Roberto Frutos y Antonio Oliva (hijos, respectivamente, de Raúl y Aldo). Una entrevista a Rubén Naranjo se incluía como separata dentro del libro. Se presentó en Barcelona, en Gironella y en Rosario.

En 2012 lo reeditó el sello rosarino Puño y Letra; era ya su tercera edición, la segunda en Rosario desde 1975. Cuenta Patricio Bordes a Barullo: “Cuando en 2011 estábamos conformando el colectivo editorial Puño y Letra, participamos de la presentación en el Cine El Cairo del documental de Diego Fidalgo Hombres de ideas avanzadas y en ese momento se plantea que no había edición rosarina, que el libro se encontraba agotado ya que había ingresado de a puchitos en las valijas de Antonio Oliva y Florencia Rovetto y de los amigos que pasaban por Barcelona. Esa edición de El Viejo Topo de 2007 ya no estaba casi circulando. Tenía una tapa roja [la edición castellana; era verde en la catalana] y habían utilizado de foto de tapa un fusilado campesino de la Revolución mexicana o algo así. Luego, con la investigación historiográfica para el guion de la película, se generó mucho material de archivo [sobre Penina], sobre todo del Archivo policial de la provincia, donde aparecen fotos de su prontuario, su testimonio a la policía, los folletos que llevaba en contra de Uriburu y el golpe y la ratificación de que fue detenido junto con otros dos compañeros más que fueron liberados”. Cuenta Fidalgo que durante la realización una de las fotos en el Archivo, por Gaby Muzzio, registra el momento en que “el archivista más antiguo siguiendo una corazonada se sube a lo más alto de una escalera y encuentra los prontuarios de Penina, Porta y Costantini”.

“Puño y Letra fuimos muchos”, relata Bordes. “Era una editorial cooperativa autogestiva. Habíamos armado también una imprenta, la Cooperativa Gráfica Rosario; ahí hacíamos los libros. Estaban Elisabet Secanel, Juan Ramaciotti y Gregorio Lacelli, entre otros. La editorial funcionaba en mi casa, Catamarca entre Dorrego y Moreno. En el piso de arriba había dos piezas. De esas dos piezas una era de la editorial, otra era de la imprenta y ahí fue a donde en el 2012 nos mudamos, con Gregorio, y vivíamos ahí en la parte de abajo y en la parte de arriba funcionaba la editorial. En la casa funcionó en los ‘80 la dirección del Movimiento Al Socialismo, en los ‘90 la dirección de la Asociación de Antropología de Rosario, y después funcionaron imprentas en el cuarto de arriba y en los ‘80 se juntaban los Cucaño. Yo viví diez años en esa casa”, recuerda.

El fusilamiento de Penina (2012) se presentó en el Centre Catalá de Rosario, en Santa Fe y en otros lugares. Integra una trilogía junto con Soldaditos de nadie. Jere, Mono y Patón, crónica de una lucha y con Rawson (1974-1984). Testimonios de la Unidad N° 6: psicología y dialéctica del represor y el reprimido, de Carlos Samojedny, preso político allí esos diez años. La colección se titula Presentes Ahora y Siempre.

Cuenta Bordes: “En la edición de Puño y Letra, de 2012, se incorpora un anexo con material de archivo incluyendo la entrevista que Antonio Oliva le hace a Rubén Naranjo, una entrevista que le hacemos a Diego Fidalgo, y las fotos del archivo de la peli que no estaban en ningún lado. En ese momento aún no se había recuperado La Vigil. Ese trabajo de reposición del libro desaparecido lo hace la editorial Puño y Letra y es la edición rosarina en que se basa la de 2015 [ya por la Vigil]. La particularidad es que la foto de la tapa de la edición de Puño y Letra parece ser la última [de Penina], o así lo pensamos en ese momento, pero resulta ser que se trata de su primera detención en el año 1927. Cuando comenzamos a recuperar la Editorial Biblioteca [dirigida por Bordes hasta 2022] y se lanza con esta edición [en 2015, incluyendo un CD con el documental Hombres de ideas avanzadas], lo que cambia es la portada, en la que vemos que en la última foto con vida de Penina hay una pequeña mueca, una leve sonrisa”.

La última foto

Es la noche de un lunes de plenilunio invernal en 1930. Joaquín descansa. Se acostó temprano, por el toque de queda. Rosario es vigilada de noche por patrullas de la Guardia de Seguridad y del Regimiento 8 de Infantería Montada. Hace dos días que una dictadura gobierna el país; rige la ley marcial. El diario burgués local se jacta en sus titulares de que “fue disuelto el Concejo Deliberante” y “ha mejorado el aspecto general de la ciudad”. Ni lerdo ni perezoso, con su joven mano callosa él ha tomado la pluma, la única arma que se permite empuñar, y ha escrito una respuesta, que mimeografió:

 “La Huelga General es tu única arma a recurrir, si llega el momento decisivo. Prepárate, Pueblo, a defenderte. ¡Oh, PUEBLO! ¡Alerta, Pueblo!…”

No sabe que esta es una de las últimas noches de su breve vida. Se ha dormido pensando en el giro de cinco pesetas que le enviará a su hermanito mañana. Ahora sueña que es un niño y juega con su hermanito Joan en su casa de Carrer Farguell 57, en Gironella, a donde él llegó muy pequeñito desde Cardona, en brazos de su madre, doña María Sucarrats. La sólida casa la ha construido papá Xaume con la cooperativa de albañiles y en el sorteo les ha tocado esa a ellos. Los mismos cooperativistas compraron el terreno, con los ahorros reunidos de sus jornales. Joaquín sueña con su infancia, con las excursiones que organizaba el grupo Espartaco; aprendió a leer y a escribir en la escuela del sindicato, y en la biblioteca de los compañeros conoció las grandes obras de la literatura universal: libros que traen luz y libertad, que hacen crecer… Extraña a su familia, pero tuvo que huir de “la mili”, que obliga a todo muchacho español a arriesgar la vida y matar en nombre del opresor imperial en las guerras coloniales de la época. No sabe todavía Joaquín que su panfleto (mucho más extenso) llegó a las manos del espía infiltrado que ya lo ha delatado (un lobo con piel de cordero que circula con falsa identidad de obrero y en realidad es un teniente, y se llama Roberto de los Ríos).

De pronto, unos feroces golpes en la puerta y unos gritos destemplados los despiertan, a él y a su compañero de pieza. Entran dos agentes con un escribiente y revuelven todo, tiran al piso los libros, los periódicos, los humildes enseres de ambos.

“Rosario, Septiembre 9 de 1930

Al Señor Jefe de la Sección Orden Social

Don Marcelino Calambé

S/D

Cumplo en informar a Vd. que de acuerdo a instrucciones impartidas por Vd., el suscripto acompañado de los escribientes Pedro Gómez y Agente de 3a. Héctor Infante, me constituí en la fecha y siendo las 6 horas en la casa de la calle Salta 1581, donde efectuamos un registro en un altillo de la casa ocupado por los sujetos Joaquín Penina y Victorio Costantini, el primero español de 25 años de edad, y el segundo italiano de 26 años, dando como resultado secuestrar numerosos carteles murales, volantes, folletos, etcétera referentes a asuntos gremiales, impresos antimilitaristas escritos en francés [sic], correspondencia y documentos diversos, y dos sellos de goma… Penina y Costantini fueron entregados en la Oficina de Guardia de esta división a disposición de esa Superioridad. Una vez en esta Sección los detenidos fueron interrogados por el suscripto acerca de sus actividades en las organizaciones obreras. Manifestaron ambos que profesan las ideas anárquicas, dedicándose el primero de los nombrados a vender libros, folletos, etc. anarquistas en los sindicatos.

Así mismo se practicó una minuciosa revisación de todo lo secuestrado pudiéndose ver entre la correspondencia de Penina que mantiene relaciones con elementos extremistas de España, Francia y otros puntos, recibiendo además folletos antimilitaristas, desde La Haya (Holanda). Por considerarlo importante, adjunto a Vd. una factura de la imprenta “Ausiàs March”, sita en la calle Santa Fe N° 1584 de esta ciudad, donde entre el detalle de lo impreso, se destaca una cantidad de volantes relacionados con el Ejército de la Nación, de los cuales no ha sido posible obtener ninguno; un borrador manuscrito constando de tres hojas listo para ser impreso referente al momento actual del país; una carta sin dirección, también relativa a la situación actual. En la pieza de referencia existe una gran cantidad de libros anarquistas que por su número no ha sido posible secuestrar, como así también se encuentra una máquina mimeógrafo utilizada para la impresión de volantes.

Dios Guarde a Vd.

Jefe de Sección

División Investigaciones”

Detenido, Joaquín es interrogado por el teniente coronel Rodolfo Lebrero y no llega a la reunión del consejo local de la Federación Obrera de la República Argentina. Pablo Porta y el compañero González van a buscarlo a la pieza y son apresados. El diario desinforma esa mañana que tres “hombres de ideas avanzadas” fueron fusilados. Pero aún vivían. González, Porta y Costantini son liberados el día 10. A González nunca se lo vinculó a la causa. A Costantini lo siguen hasta el año 1986. Porta es liberado por quien tenía orden de ejecutarlo en el cruce Alberdi y logra huir en tren a Córdoba; regresa a Cataluña y cuenta a los compañeros lo sucedido con Joaquín Penina.

“Interrogado respecto a la contravención de que está acusado, declaró: que sabe se encuentra detenido por profesar ideas anarquistas, que difunde por medio de libros, impresos y otros medios parecidos. Que su profesión es albañil pero que en sus horas desocupadas se dedica a la venta de libros anarquistas y de otros autores literatos y filósofos. Preguntado para que diga si concurre a las conferencias y asambleas obreras donde se difunden las ideas anarquistas, contestó que efectivamente concurre a título de agente pero no hace uso de la palabra. Preguntado si sus relaciones con los anarquistas son activas, contestó que no y que sólo recibe correspondencia con algunos compañeros de las mismas ideas que el declarante. Preguntado para que diga si reconoce la factura fechada el primero de Agosto de mil novecientos veintinueve, perteneciente a la imprenta y librería “Ausiás March”, propiedad de Carmelo Salazar e hijo, que en este acto se le exhibe, contestó que efectivamente la reconoce por ser una factura que abonó en circunstancias que el declarante desempeñaba las funciones como Tesorero de la Federación Obrera local rosarina. Preguntado para que diga si reconoce el manifiesto impreso que también se le exhibe, contestó que lo reconoce por haberlo compuesto con su compañero de pieza Victorio Costantino, y que fue impreso con la máquina a mimeógrafo de su propiedad. Preguntado si reconoce o sabe quién sean los autores de otros manuscritos que se le ponen de manifiesto igualmente en este acto, contestó: que no los reconoce, no sabe quién o quiénes sean los autores de la escritura de los mismos, pero que puedan haberlos dejado en su domicilio algún compañero de ideas de los que frecuentan su casa. Preguntado cuanto tiempo hace que son compañeros de piso con Victorio Costantino, contestó que hace aproximadamente un año”.

Julio Oksanich había nacido el 11 de marzo de 1918 y vivía desde los cinco años en las entonces llamadas Quebraditas del arroyo Saladillo. Su papá, un trabajador ucraniano, lo despertó asustado en la fresca noche del jueves 11 al 12 de septiembre de 1930. El portón de ingreso al predio del Regimiento 11 -al pie de un puente que ya no existe, en lo que ahora es el Parque Sur y tiene allanada una de las orillas del arroyo- se abría con estrépito. Según se sabrá mucho después por varios documentos oficiales, ingresó primero una ambulancia de la Asistencia Pública municipal, con un practicante; poco después, un carro celular de la policía que venía desde la alcaidía. Había partido a las 22.20, yendo por Moreno, Santa Fe, Dorrego, Ayolas, San Martín, Arijón y atravesando el puente sobre el arroyo, y por el camino de tierra a Pueblo Nuevo. Se estacionó junto a un polígono de tiro que había a 350 metros después del puente, a la izquierda del camino. Bajaron tres soldados, un suboficial de Ametralladoras, un empleado de Investigaciones, el subteniente Jorge Rodríguez y un hombre joven de unos 25 años, con las manos esposadas, rubio y de estatura pequeña, de vestimenta humilde: zapatos de caña, saco marrón. Se le ordenó al chofer de la ambulancia que se quedara estacionado a 250 metros. De dos autos bajaron el mayor Carlos Richieri y el capitán Luis Sarmiento (comandante de la 5ª Compañía del Regimiento 11, quien había relevado de 20 a 22 a Rodríguez en el puesto de oficial de guardia de la Jefatura de Policía); los comisarios Ángel Beovídez y Marcelino Calambé, el empleado Mariano Serio y otros sujetos más. Bajo la luz intensa de la luna, y al mando de un pelotón de tres soldados que no sabía quién había designado, Rodríguez se sentía irreal; comprobó con horror que no sólo tendría que cumplir la orden de matar a un obrero inocente, sino que se lo mataría con pistolas Colt en vez de usar las (extraviadas) carabinas reglamentarias.

“Sintió el ruido de la carga de las pistolas, y entonces yo, que lo tenía a un paso, lo vi abrir los ojos en mirada de asombro, y rápidamente comprender…

Dio un medio paso atrás y, más que hombre lo vi erguirse enseguida, morderse el labio inferior como si prefiriera sentir el dolor de su carne mas no el temor. Decididamente dio un paso adelante y, después, ya a paso natural, se dirigió hacia la muerte… hizo alto y bruscamente dio media vuelta, quedando frente a mí y al pelotón que yo tenía que comandar. La luz de la luna, ocultada por momentos, caía casi perpendicular. Se­rían las once de la noche. Entre él y nosotros habría unos nueve metros.

—¡Apunten!

Entonces el reo giró la cabeza hacia la izquierda, y mirando con odio al grupo que presenciaba la ejecución, y que estaba a unos quince metros de él, gritó:

—¡Viva la anarquía! —con un pronunciado acento catalán.

—¡Fuego!—ordené sin ver ya nada. Tres tiros”.

A las 18 del 12 de septiembre de 1930, el comisario del cementerio, Martín Essain, recibe una orden de Lebrero visada por el doctor Camilo Muniagurria y un cajón cerrado, sin nombre, que nadie debe abrir so pena de muerte. El 29 de septiembre, el doctor Arturo A. Palacios presenta una solicitud de hábeas corpus; desde la División de Investigaciones le responden que nadie sabe nada. El 27 de julio de 1931, el Consulado de España solicita el paradero de Penina, sin resultado. El 20 de febrero de 1932, termina el gobierno provisional del teniente general José Félix Uriburu, que había comenzado con el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930. En el Concejo Deliberante prevalece el oficialismo del Partido Demócrata Progresista, con el socialismo en minoría y ningún representante del radicalismo, que sin embargo se hace oír desde la prensa. José Guillermo Bertotto, dirigente yrigo­yenista y director del diario rosarino Democracia(que había permanecido clau­surado durante el gobierno provisional), presiona a las autoridades militares y civiles: publica denuncias, testimonios y exhortaciones que fogonean la investigación sobre el obrero desaparecido.

El Concejo responde indagando sobre el cadáver: enseguida informan que no consta la defunción de Joaquín Penina y sí la de un NN que figura en actas como inhumado la madrugada del día 13 de septiembre de 1930 en la sepultura gratis N° 470 del solar 2 E del Cementerio La Piedad. El tema se trata en sesión del 18 de marzo de 1932, basándose en este y otros dos informes de dependencias municipales; entre ellos el de Marcos Gorban, el practicante que vio todo desde la ambulancia. No se resuelve nada. El 23 de julio de 1932, dos desconocidos armados en auto emboscan a Sarmiento en una ruta de San Juan. Lo acribillan a balazos, al grito de: “¡Acordate de Penina!”.

El único sobreviviente

— “¡Acordate de Penina!” —Maximiliano Rendo, que tiene una distribuidora de libros en Riccheri y Córdoba, cita a un cliente. —Héctor Cacho Miranday siempre tiene una broma cariñosa para mí, y siempre peleábamos porque nos desencontrábamos ideológicamente, y en una de estas veces que me visita, este hombre en un momento cuando se va, después de pelear un poco, se da vuelta y me dice: “¡Acordate de Penina!”. Cita esta frase con la que vengan a uno de los verdugos de Joaquín. Y fue a partir de esta frase que recordé que había tenido esa reedición de El fusilamiento de Penina publicada por la Vigil, esa reedición que se hizo en su momento cuando se recupera el libro, pero la había regalado, entonces pensé en recuperarla, y nada, y como parte del oficio de librero, puse El fusilamiento de Penina en Mercado Libre y me puse a buscar, hice el filtro por provincia, por ubicación, entonces encuentro en Santa Fe… todo esto para ver si lo tenía algún colega, algún librero, y justo ahí es que veo un libro de una tapa que no conocía. Y figuraba como de 1975, siendo que yo creía que la edición desaparecida era de 1976. Ya conociendo la historia del libro, me pongo a googlear la tapa y no aparecía por ningún lado. Cuando pregunto quién lo vende, yo no lo conocía. Lo compro, y cuando contacto con el vendedor, resulta ser un cliente: Leo Libros, de Echesortu. La compra se realizó el 11 de marzo de 2020. Pagué una suma ridícula… ¡300 pesos!

Leonel Faccendini nació hace 48 años en Victoria (Entre Ríos) y lleva 28 felizmente casado. Tiene tres hijos. Vino a Rosario a estudiar y aquí descubrió su verdadera vocación: comprar y vender libros. Trabajó primero ocho años en El Arcón (Rioja entre Entre Ríos y Mitre) como empleado de Carlos Giraudo, a quien conoció en el bar que fue su primer empleo. Luego de tres años más en Urquiza y Santiago, puso hace unos veinte años su propio comercio, un local de 18 metros cuadrados en Marcos Paz y Alsina. “Nos quedaba chico. Abrimos otra librería en Mendoza y México, y la tuvimos que cerrar; pusimos otra en San Juan y Servando Bayo, la cerramos hace seis años y con mi esposa dijimos: ¿Qué hacemos? Y empezamos a publicar en Mercado Libre”. Sus hijos los ayudaron a subir las publicaciones. “Yo no sabía que de la Biblioteca lo estaban buscando. Para Maxi fue un hallazgo. Sería hermoso poder contarte una historia, pero no sé dónde apareció. Cómo llegó, no me acuerdo. Estaba en alguna caja hasta que lo desempolvamos y lo pusimos a la venta. Estuvo un tiempo, meses, en Mercado Libre”.

—Me decía que tenía el libro, no se acordaba dónde. Porque él tiene muchísimos libros. Ante la insistencia, lo fue buscando hasta que lo trajo. Y lo tuve un tiempo. Después viene la pandemia; siempre la idea fue donarlo a la Vigil. Mientras tanto lo atesoré como un gran hallazgo y con la certeza de que era el momento cúlmine de mi proyecto de vida, que es ser librero —afirma Rendo. —El 3 de abril de 2021 se comunica Roberto Frutos conmigo a través de otro librero, y entre idas y venidas se terminó coordinando una fecha para que yo me acercara con el libro. En 2021 entrego el ejemplar. Antes lo leí… si bien tiene señales del paso del tiempo, no parece haber sido leído o manipulado durante esos cuarenta años de desaparición. Dije: “Este libro tiene que ser leído” y lo leí. Este fue mi último gesto antes de poder desprenderme de él.

Con la primera edición completa de El fusilamiento de Penina finalmente recuperada, reproduciendo su tapa original, la Editorial Biblioteca Vigil publicó en mayo de 2023 una quinta edición del libro. Agrega un prólogo más; contiene el texto original, la entrevista a Naranjo y un código QR que conecta a una página web con más información, donde se puede ver gratis el documental Hombres de ideas avanzadas.

Los frutos de Frutos

Interior, noche. Un bar en los años 90, tal vez La Puerta, cerca de la Facultad de Humanidades y Artes. Roberto Frutos es un estudiante más de la carrera de Historia. Los hijos de Aldo Oliva, Ángel y Antonio, le presentan a su padre. “¿Sos algo de Raúl?”, pregunta el poeta y se acuerda, vino de por medio: “Yo escribí un libro para la Editorial Biblioteca. Sobre Penina, un anarquista”.

La charla termina tarde. Roberto recuerda ahora a su padre Raúl subido a un banquito, al otro día, buscando en vano el libro en su biblioteca personal. “Creo que Aldo no estaba seguro siquiera de si los libros se habían llegado a imprimir”, evoca. Ni Oliva sabía que se había impreso, ni Frutos padre supo hasta entonces que no lo tenía. La ausencia detona la búsqueda: “Nadie recordaba haber tenido un ejemplar en sus manos”, escribe Roberto en la carta con que acompañará el 18 de junio de 2013 la donación a la Biblioteca del Museo de la Memoria del libro que, aceptado por las autoridades, integra por su valor histórico el patrimonio de bienes muebles de la Municipalidad de Rosario.

Claudia Contreras, bibliotecóloga, colega de Raúl Frutos en la Asociación de Bibliotecarios, fue quien pidió permiso a la familia de Raúl –cuando él falleció– para ponerle su nombre a la biblioteca que ella dirige en el Museo de la Memoria de Rosario. “Mi acercamiento con él tiene que ver también con todo lo vivido durante el terrorismo de Estado. Raúl caminó los espacios del Museo después de su detención, pidiendo explicaciones, según él contaba, cuando esto era el 2º Cuerpo de Ejército”, rememora Claudia. El fusilamiento de Penina se resguarda en una caja de polipropileno. Apareció cuando más se lo necesitaba, en plena asamblea por la recuperación. Roberto no está seguro de que lo haya conservado el protesorero Rodríguez: “Cacho lo trae en una caja con otra documentación. Muchos de los participantes de la asamblea le dejaban los libros y papeles a él…”. Tampoco sabe con certeza si se lo editó en 1975 o en 1976. El dato firme se perdió con las actas, íntegramente destruidas, de la comisión directiva.

Restaurado con apoyo de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, el otro ejemplar, completo, integra al fin el patrimonio de la Vigil. Mide 23 cm x 15 cm; sus 64 páginas redondean un espesor de medio centímetro. Se terminó de imprimir el 7 de junio de 1975, con diseño de tapa por Marcelo Muntaabski, entre otros colaboradores.

En un rincón del parque Sur, junto al arroyo Saladillo, existe la plazoleta Penina. Allí, en una placa con fecha de septiembre de 1999, desvaída y (al parecer) vandalizada, alcanza a leerse: “JOAQUÍN PENINA. Obrero ejemplar y hombre de paz, fue fusilado sin derecho a juicio el día 10 de septiembre de 1930 en las quebradas del Saladillo. Penina no ha muerto. Hoy es símbolo de las luchas contra los poderes autoritarios”.

Por Beatriz Vignoli

Soy escritora a secas, periodista cultural, traductora profesional, curadora independiente y jardinera aficionada. Escribo en Rosario/12 desde 1991. He publicado libros de poesía y narrativa de ficción y no ficción, donde temo que a veces se complica discernir cuál es cuál.

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