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Barullo en papel Recorridos

Pablo Mercado, especialista en patrimonio urbano de Rosario

El arquitecto recorre las aristas de la ciudad desde lo simbólico, con un abordaje transversal que permite leerla en sus múltiples facetas

Foto: Sebastián Vargas

«Recomiendo calzado cómodo, por su andar veloz”, advierte alguien en la publicación de Facebook que invita al recorrido guiado. Es una sugerencia justificada: Pablo Mercado conoce cada rincón de la ciudad casi de memoria, como si fuera una extensión del patio de su casa. La cadencia de sus pasos espeja la de sus relatos. Palabras puente que hilvanan edificios, personajes, calles y anécdotas en un pasaje de tiempos fugaz. Su tarea es ayudar a mirar. Desempolvar cada una de las capas de historias que recubren y alumbran una ciudad que es muchas a la vez. Entre el hilo de su relato se asoman retazos superpuestos a modo de collage urbano: los dragones estilo art nouveau del Palacio Remonda Monserrat, la pureza contemporánea de Álvaro Siza en el Distrito Sur, los resabios de una Rosario ligada al ferrocarril que yacen, intactos, en el Galpón 10, la estación más vieja de Sudamérica. Intersticios por donde se cuelan recuerdos, a veces vívidos, a veces difusos: siempre ligados a una identidad propia. Cada detalle es una excusa para emprender un viaje, cada fachada una incógnita a descifrar. La calle deviene museo vivo ante los clics de las cámaras y celulares que apuntan, siempre, hacia arriba. El plano nadir para el que nunca hay tiempo; pero hoy, sí.

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Pablo Mercado podría pasar por un alma renacentista. Su discurso, despierto y escurridizo, coquetea con frases de Borges, ideas de Shakespeare, analogías de películas como Lucy o The Crime’s Game, términos arquitectónicos, guiños artísticos y curiosidades históricas sobre la época de la Confederación Argentina, la Revolución Francesa y la primavera democrática. Una invitación a un viaje ecléctico desde la quietud de un bar del microcentro rosarino. Al oficio de guiar visitas por la ciudad, dice, lo empezó hace ya tiempo, cuando era adscripto en la cátedra de Ernesto Yaqüinto, en la Facultad de Arquitectura de la UNR. “Bueno, Mercado, prepará un poco sobre lo que hay en este lugar que vamos a recorrer con los alumnos”, le encomendaron desde la cátedra, refiriéndose a la escapada tradicional que hacían a la ciudad de Buenos Aires. “Ese viaje me sirvió para estudiar un tema y poder pensar cómo transmitirlo”, cuenta, rememorando esas épocas. Después vinieron ocupaciones varias donde fue canalizando su curiosidad por el patrimonio arquitectónico. “Durante muchos años fui cobrador de una asociación de psicodiagnóstico, entonces, mientras iba en bicicleta a cobrarle a cada socio la cuota, miraba los edificios e hice un relevamiento que me permitió identificar el nombre y la arquitectura de cada uno”, comparte. Otros tiempos lo encontraron investigando como becario en el Conicet, escribiendo los textos de los edificios históricos recuperados en La Vidriera de Cordic —tradicional muestra itinerante de arquitectura y diseño— y organizando eventos como la Semana del Patrimonio y Open House, ambos con el objetivo de abrir las puertas de edificios históricos de la ciudad y revalorizar el patrimonio cultural rosarino. Su avidez de conocimiento lo llevó siempre a mirar más allá de lo establecido para añadir matices nuevos a una trama urbana compleja y por momentos enigmática. “Siempre investigué las identidades de los actores, su obra y cómo es esa obra en relación a la ciudad. A esto lo aprendí de los amigos artistas, que cuando hablaban de un colega ponían nombre, apellido y obra para que si hablás, por ejemplo, de Antonio Berni, sepas qué historia tenía en relación al arte o a la ciudad”, reflexiona. “A veces omitimos quiénes son los arquitectos, qué influencias tuvieron, qué extraforma tienen, y me parece que es interesante ver el proceso creativo desde la arquitectura, la ingeniería o los maestros mayores de obra, o sea, los hacedores de la ciudad”.

Pero tener conocimiento no es sinónimo de saber transmitirlo. Para convertirse en narrador de ciudades no basta con describir espacios, nombres de obras o biografías de planificadores urbanos. Hay que lograr que un otro, una otra, se apropie de lo relatado, que se genere una conexión desde lo emocional. Eso es lo que busca Pablo Mercado: brindar una experiencia transversal, lo que él llama “paseo cívico”. En vez de ser un arquitecto que habla meramente de arquitectura, se convierte en “un arquitecto que estudia historia, que entiende algo de urbanismo, que sabe algo de sociología, que escucha, que hace algo de psicología” y, desde todo eso, construye una manera de entender la ciudad para poder transmitirla. Sus viajes a Barcelona, Berlín y Londres y las visitas guiadas que realizó en cada lugar nutrieron su visión. “Entendí que había un plus cuando la gente se quedaba con algo valioso, no solo el conocimiento de datos sino el poder de que algo los vinculara con el lugar que estaban visitando”, explica. “En el caso de Rosario creo que es una ciudad que la gente se puede apropiar porque vive acá, no porque tiene una cuarta o quinta generación como te puede pasar en Santa Fe o en Santiago del Estero, donde los grupos son más intensos en cuanto a su pertenencia. Rosario es una ciudad donde vos decís que sos rosarino y nadie te lo cuestiona”. 

El contexto detrás de la obra es lo que importa. La obra en sí, una excusa para alcanzarlo. Pausas en el discurso, miradas cargadas de sentido e imágenes prestadas del cine conjugan, en cada una de sus visitas, una especie de performance urbana donde Mercado se desdibuja para que cada visitante se vuelva protagonista. La premisa es imaginar. Pensar la ciudad en sedimentos superpuestos. Descubrir, por ejemplo, que el origen de la calle 1º de Mayo no se vincula con el Día del Trabajo, sino que, como asegura el arquitecto, “es el día en que Urquiza hace el pronunciamiento con Virasoro, que era el gobernador de Corrientes, y el día en que se promulga la Constitución de la Confederación en Santa Fe”. Revivir los inicios de una ciudad ligada al federalismo, al puerto, al ferrocarril. Aventurarse a adivinar qué había en Rosario antes de Rosario. Habitar perspectivas que escapan a las tradicionales y, con un aire de transgresión, animarse a la pregunta: ¿por qué no pensar desde otro lugar?  

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El patrimonio como absoluto no existe. (In)tangible, abstracto, multifacético, se define, en palabras de Pablo Mercado, como “una construcción social” donde lo que importa es el símbolo compartido. Su valor como concepto para la ciudad surge en 1984, inmerso en una trama vincular ligada al valor de la identidad y de la democracia recientemente recuperada. El arquitecto la enfatiza: “Tener acceso a quienes construyeron la ciudad, qué había en cada lugar, cómo son los barrios, todo eso es importante para la identidad de los rosarinos. El patrimonio tiene mucho que ver con la democracia, con la pertenencia y también con hacerlo habitable, aprehensible». 

En este sentido, Mercado remarca que Rosario carece de un gran archivo que pueda dar cuenta de todo lo que ha pasado en la región, desde el origen de la estrategia poblacional. “Somos una ciudad donde el archivo es casi siempre algo amateur de un privado que se lo dona a un museo o a una oficina”. Esa falta de información permea con más intensidad a las edificaciones de los barrios que se alejan del área céntrica. “Ahí se hace muy difícil la recopilación de datos, porque no hay un acceso a la información sobre quiénes vivieron, quiénes fueron los dueños originales o quiénes los arquitectos. Y en relación a eso están apareciendo lugares barriales o grupos de barrio que van rescatando y construyendo esa memoria”. Se refiere, por ejemplo, a grupos como Basta de Demoliciones, Fotografías y Estampas Antiguas de Rosario, Rosario Secreta, Barrio Saladillo, Barrio República La Sexta o Barrio Fisherton. Todos ellos habitan el espacio virtual de Facebook como trinchera para mantener la memoria viva y democratizar saberes. “Si algo hoy tienen las redes es que han sostenido la formación de un corpus que proviene por ejemplo de fotografías del Museo de la Ciudad o de la Escuela de Museología y la gente se ha apropiado de esas imágenes y las ha comentado”, cuenta Mercado, que forma parte activa de la mayoría, y defiende la elección de mantener los intercambios en la nube virtual. “¿Tiene sentido poner todo esto en un libro? La memoria se construye en tanto yo te digo, vos me lo retrucás, el otro repite y se lo transmitimos a otro. La tenemos que tener como una pelota todo el tiempo en el aire haciendo jueguito, porque cuando llega al piso, se desinfló”.  

La diversidad de la ciudad es otro punto a favor. Los cruces y facetas que la atraviesan convocan el interés de grupos de lo más diversos. “Si me pongo a hablar de Messi me encuentro con gente que viene de un lado, si me pongo a hablar del Teatro del Círculo me encuentro con otro grupo, si hablo de cómo se originó el deporte en Rosario, con otro; y voy sumando gente desde distintos lugares que quiere hablar de ese patrimonio”, afirma el arquitecto y resalta la riqueza tener múltiples ciudades en una sola. Pichincha, relatada desde la lucha obrera o desde la prostitución. Saladillo, desde la época aristocrática hasta el barrio del frigorífico Swift. Echesortu, Luis Agote, Tablada. La ciudad-Paraná, la ciudad-puerto, la ciudad-universidad, la ciudad-torre, la ciudad-narcotráfico. “Yo creo que el tema del patrimonio tiene que ser de una facilidad de poder pensarlo y que no sea un tema cerrado”, reflexiona Mercado. “Pueden coexistir distintos intereses y recorridos al mismo tiempo; lo importante es que aparezca lo que yo llamo masa crítica: que haya mucha gente interesada, que se divulgue, que quede dentro de la agenda. Eso te da otro tipo de potencia”. Lo democrático del espacio urbano juega en eso un papel central, hoy más que nunca, en una ciudad fragmentada por la desigualdad. “Yo entiendo que la ciudad es de todos y es mejor en tanto unos y otros conviven. Si yo armo una ciudad de barrios pobres y de centro rico o de barrios ricos y centro pobre, la ciudad pierde. Y eso no es igualdad: es una sociedad clasista”. 

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En el andar, cada elemento del paisaje urbano se vuelve espejo. Material reflectante que devuelve historias personales y colectivas, luchas, sueños, deseos. A eso se refiere Henri Lefebvre cuando habla del derecho a la ciudad: de recuperar la memoria, lo público, el encuentro. De apropiarse de la ciudad sabiéndola pieza troncal de la identidad que cohesiona a un pueblo. Reivindicarla nuestra para poder, así, defenderla. “Rosario tiene algo lindo”, confía Mercado. “Nosotros no tenemos una nobleza de sangre. Nadie nació como en Europa siendo duque, conde, rey. Acá somos todos iguales”. El patrimonio así nos lo recuerda: somos producto de una ciudad sin fundador, que se hizo a sí misma frente al Paraná, con el puerto como puente y el porvenir, lejano, como horizonte.

4 respuestas a «Pablo Mercado, especialista en patrimonio urbano de Rosario»

Es un placer escuchar a Pablo Mercado,y sus relatos de nuestra ciudad.Quisiera saber,sus conocimientos sobre El Barrio de La Sexta y sobre El Nucleo Vocacional Argentino La Cortada,que dirijiera mi abuelo Jose Marin Torrejon,en alguna visita guiada.
Desde ya muchas gracias.

Muy buena nota acerca del arquitecto Pablo Mercado, he disfrutado ampliamente de algunos recorridos por Bº Fisherton, Colegio de Escribanos y la Iglesia Alemana y realmente uno se lleva mucho y ganas de seguir conociendo màs.Felicitaciones!!!

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