Lucrecia Mirad

Llorar en un panteón sin llorar a ningún muerto
Llorar en lugares de nadie.
Yo lo hice.
Rincones, saldos, restos. Cargados de pelusa atemporal.
Llorar porque te fuiste.
Llorar en lugares de nadie, como si fuera mejor que el llanto no pertenezca.
Como no pertenece el lugar.
Lágrimas que no lavan ni mojan, ni caen.
Rincones, saldos de lugares que nadie ocupa. No hay fotos en esos rincones, ni olor a perfume. Apenas un lejano olor a gato. Si es que lo hubiera.
Ya no hay fantasmas en los rincones.
Quizá algunos muertos que no mueren.
Llorar en un rincón de un panteón, donde nada me pertenece. Ni tantos muertos, ya no.
Yo lo hice.
Lloré en un panteón.
Apoyé mis hombros en esos rincones que siempre han sido huérfanos, y lloré.
¿Estará todavía el aura de mis lágrimas que nunca cayeron ni se escaparon a ningún lugar?
Ningún lugar.
Con o sin lágrimas.
Ninguno.
Nadie.
Yo tampoco.
Llorar ninguna muerte en un panteón. Llorar ese pedazo de mí que murió
Y que cada tanto revive
Con lágrimas ciertas.
Llorar, cuando nadie me ve.