Categorías
Barullo en papel

En tránsito

Estábamos en la secundaria y ese verano nos aburríamos deambulando hasta tarde por el barrio. Una noche, era enero de 1976, al rato de entrar en casa sentimos una explosión que hizo oscilar la lámpara del comedor. Había volado la Unidad Básica de la esquina. La gestionaba la Juventud Peronista y el nombre de Evita y su rostro sonriente desparecieron de la esquina de Alsina y Urquiza.

Veinte años después se estrena Evita de Alan Parker y yo estaba en Londres compartiendo con mi mujer un fin de semana en la casa de las afueras de un realizador publicitario con el que trabajaba. Paul Arden, nuestro anfitrión, era amigo de Parker y estaba impresionado con la historia que se narra en la película. Nos resultó muy complicado explicarles que poco tenía que ver ese relato con los hechos. Pero la aclaración llegó de la mano del azar. En la noche del aquel sábado el Channel Four, un canal público británico, emitió un documental de producción propia, Evita, una tumba sin paz, de Tristán Bauer y Miguel Bonasso. Nos quedamos despiertos hasta muy tarde: Paul y su pareja quedaron no solo sorprendidos por el peregrinaje del cuerpo de Evita, sino conmovidos por su vínculo con el pueblo y molestos por el desconocimiento que tenían de la historia. Esto último nos alcanzaba también a nosotros porque las revelaciones del coronel Héctor Cabanillas eran nuevas para todos.

En aquel tiempo Tomás Eloy Martínez publica Santa Evita, donde aparece en primer plano el coronel Carlos Moori Koenig, mencionado por Cabanillas en el documental de Bauer. La obsesión por esa historia que tenía Martínez se había encendido en los primeros años de la década de 1970 en sus encuentros con Perón en Puerta de Hierro. Es una novela, pero también es un documental (a la manera de Recuerdo de la muerte de Bonasso) que va detrás de un cuerpo que se desplaza en distintos ataúdes.

Antes que volara la Unidad Básica en la esquina de casa había muerto Perón. Estábamos en clase y a media tarde nos dieron la noticia. Nos obligaron a permanecer en el colegio hasta la hora de salida. Acodados en el alféizar de las ventanas del Normal Nº 3 de la calle Entre Ríos, veíamos pasar hacia la zona sur rastrojeros cargando ataúdes que, según nos explicó el preceptor, se iban a instalar en capillas ardientes. Otra cosa nueva que aprendimos.

En el cuento El simulacro, Borges expone una presentación mítica de Evita ya que relata cómo se arma una capilla ardiente con una tabla y dos caballetes, una muñeca de pelo rubio en una caja de cartón, flanqueada por cuatro velas puestas en candeleros y un hombre, el cual, junto a la caja, recibe el pésame de la gente del lugar que se acerca a la representación del velorio. Borges escribe que “la historia es increíble pero ocurrió no una sino muchas veces” y ve en ella una cifra de una época a la que define como “irreal”. Aún no he visto la adaptación del texto de la novela de Martínez para producir la serie, pero la lectura de Santa Evita pone en pie un país irreal. No es una novela gótica pero hay una presencia del mal que la ingenuidad puede ubicar fuera de lo real.

En Lugar común la muerte, otro libro de Martínez, explora la vida y la muerte de Rosas en su exilio de Southampton. En la misma época que vimos el documental de Bonasso sobre Evita, nos acercamos un día a esta pequeña ciudad portuaria a una hora en tren desde Londres. El libro sirve para ubicar la zona donde estaba la casa, respirar la atmósfera de aquello que los bombarderos nazis no destruyeron y visitar el cementerio. Por entonces, los restos de Rosas habían sido repatriados poco antes. Otro ataúd argentino en tránsito. Visité el cementerio donde aún se conservaban las rosas de los Lancaster y los York forjadas en hierro sobre la tumba, vacía, rodeada de lápidas con inscripciones hebreas ya que, a finales del siglo XIX, empezó a crecer allí el cementerio judío.

En una visita posterior a Rosario, supe que el primer lugar al que llegaron los restos de Rosas fue el aeropuerto de Fisherton. La razón fue el homenaje que diseñó el gobierno de Carlos Menem para la ocasión. Hubo una misa junto al Monumento y después los subieron a una cañonera que bajó hasta el puerto porteño.

Evita y Rosas descansan al fin en la Recoleta. Destino particular después de un largo tránsito.

Por Miguel Roig

Escritor y periodista rosarino que reside en Madrid. Es coeditor de la Revista Socialista y socio fundador de Mongolia, revista satírica mensual española. Escribe una columna en el diario.es y en Perfil. Sus últimos libros son El marketing existencial (Península, 2014) y Conversaciones con Alberto Garzón (Turpial, 2016).

Dejá un comentario

Barullo 24 ya está en la calle

A cada paso, el teatro El Círculo late. Moverse por sus rincones a través de visitas guiadas deja entrever el detalle que esconde una arquitectura simétrica y especular ubicada en algún punto difuso entre lo clásico y lo barroco. Pasen y vean.