Foto: Sebastián Vargas
Javier Núñez nació en Rosario de donde -advierte- no piensa irse. Con la aspiración germinal de incursionar en el relato a través del cómic, armó “un catálogo de lectura medio azaroso y bastante desordenado” y al final se inclinó por la literatura: desde 2009 ha publicado diez libros de los géneros novela, cuento y crónica -expandidos en varias ediciones por distintos países- y cosechó premios internacionales, entre ellos el prestigioso Casa de las Américas. A esa sólida obra que felizmente sigue en proceso la construye entre paréntesis, en el plano de lo posible, porque un deseo fuerte hace que la escritura se imponga.
“No estoy tan seguro de que me haya proyectado como figura de autor”, bucea en la memoria Núñez -de 47 años- sobre sus inicios, cuando soñaba con escribir y dibujar historietas. “Me acerqué a la literatura por imitación: en las revistas y libros de aventuras, en los cuentos, disfrutaba de un universo que empecé a tratar de replicar, nunca pensé en construir una carrera literaria. Tampoco ahora me planteo una proyección programática de mi obra; van naciendo diferentes libros según desafíos personales o ánimos del momento. Soy tan desordenado para escribir como lo fui o lo sigo siendo para leer, sin pretender programas de crecimiento, de aprendizaje. Sí desafíos, porque no me gusta estancarme en una única forma sino ir sorteando ciertas barreras de un libro a otro”, aclara, y reconoce que siempre vuelve a los temas que lo obsesionan, aunque con matices cada vez.
“En los cuentos me muevo con más fluidez entre géneros y siento que fundamentalmente Hija de nadie (la novela distópica premiada en Cuba en 2022) es muy diferente a las anteriores. La idea es seguir en proceso de cambio y no encontrar un lugar de comodidad para quedarme ahí, seguir explorando todo el tiempo”, promete con una cadencia en la voz que lo sitúa entre la humildad, la duda y la timidez.
-¿Ahora estás en algún proyecto de escritura o en una pausa?
-Tengo cuentos sueltos de espíritu afín y la idea es escribir otros en la misma línea como para cerrar un trabajo. Ahora en pausa para encarar más adelante un proyecto con convicción. Es un momento donde tengo muchas otras cuestiones asociadas con talleres, o como jurado. En la Feria del Libro de Rosario di un taller que tomaba como eje Postales de un mapa imposible (Rosario, 2021), propiciando la escritura de textos breves. Fue en conjunto con la ilustradora del libro, Jorgelina Giménez, por eso proponía una interpretación gráfica de los textos a través de collages.
-Seguís con la imagen asociada a la escritura…
-De algún modo sí, pero en este caso no participé en la ilustración. Es curioso porque en Hija de nadie no hay un registro mío desde la ilustración, sin embargo es la obra que más se acerca a esos orígenes por su alto componente visual en lo narrativo. La música de las cosas perdidas (coeditada por los sellos UNR y Eduvim) se emparenta más con lo cinematográfico.
-También es imagen.
-Sí, pero Hija de nadie tiene una asociación fuerte con la historieta y el cómic
por lo menos en la producción, incluso previa a la escritura. O a lo mejor es una sensación.
Como casi siempre, Núñez huye de las certezas absolutas y desgrana que su “western gaucho en un universo posapocalíptico” saldrá este año en México tras ser editado en Cuba, pero no puede leerse aún en la Argentina. “Tiene que ver con darle tiempo a la novela, a ver si logra una circulación un poco mayor que las anteriores, que se consiguen en Rosario y en algunos lugares de Buenos Aires. En el resto del país es muy difícil conseguir obra mía, en Córdoba algo. En general ninguno de mis libros tiene circulación nacional”, advierte.
-¿Eso se da porque producís desde Rosario o cuál es la hipótesis?
-No sé, siempre publiqué en editoriales independientes de Rosario y de Córdoba, por lo general sin circulación masiva a nivel nacional, lo que produce que queden restringidas también las repercusiones del libro. Me incomoda esta cuestión porque me lleva a un lugar muy autorreferencial y parece que hablara desde el resentimiento. Trato de que no sea así pero es inevitable pensar que no reseñaron ninguno de los diez libros en los principales medios nacionales, ni Clarín, ni La Nación ni Perfil. Una sola vez en Página/12, una de las novelas.
-Más allá de la carga emotiva, es un dato.
-Sí, quisiera que se lea como un planteo objetivo: publico libros en editoriales regionales, su circulación en general es restringida y también el interés que despierta en los circuitos o ámbitos tradicionales de legitimación -donde se reseñan los libros, donde se habla de ellos-. Eso achica el espectro de público lector.
-Circuitos que están en Buenos Aires, fundamentalmente.
-Sí, todos los lugares de legitimación de la industria editorial están en Buenos Aires.
–Retomás el problema de la centralidad en Hija de nadie.
-Lo planteo, pero no vinculado con lo editorial. Muchas veces hablamos de federalismo y en realidad un montón de cuestiones siguen funcionando claramente unitarias. Basta con pensar cómo se distribuyen los recursos, cuánto se paga el transporte público en un lugar y cuánto en los otros, entre otras cosas. En la novela eso aparece, aunque tampoco fue una decisión política plantearlo en la trama sino que son cuestiones que configuraban la historia, porque habla un poco de nuestra historia pasada y de la posibilidad del futuro.
-¿Vivir en Rosario influye en tu mirada o sería lo mismo si estuvieras en Jujuy? Más que una pregunta, te propongo un ejercicio de imaginación…
-Un ejercicio complicado. Seguro un montón de cuestiones serían distintas más lejos de Buenos Aires. Cierta voz o cierta forma de contar probablemente tenga ecos del lugar donde crecí y vivo, del paisaje, pero no me lo planteo demasiado. A la hora de escribir me considero un escritor universal: escribo desde acá porque me tocó estar acá pero no para el lugar donde estoy ni para que me vean desde otro lugar determinado. La idea es escribir y que se pueda leer en cualquier lado. No quiero decir que me esfuerzo para producir una obra neutra, en absoluto; escribo con mi lengua, como me sale, con una idea de que en los temas, en la trama, en los sentimientos de los personajes, hay una cuestión universal que va más allá. Luego cuando publicás el libro y querés militarlo sí aparecen las dificultades de producir por fuera del centro. En algún momento traté de combatir eso. Me gustaría que se pueda hacer desde acá.
-No querías irte a Buenos Aires…
-No me hubiera gustado. Tampoco tuve la posibilidad de decidirlo: cuando me empezó a ir más o menos bien en la literatura como para que se justificara, tenía toda una vida laboral y familiar armada en Rosario. Y no la pienso desarmar.
Núñez habla tan pausado como la manera que tiene de hacer girar la cuchara en el café que pide como merienda. La nota con Barullo se realiza a media tarde, cuando el autor deja la oficina donde de lunes a viernes realiza tareas bancarias. “Antes trabajaba nueve horas, ahora siete horas y media. Pero es lo mismo, básicamente una jornada completa. Y aparte de eso doy taller, tiempo de trabajo extra que se suma”, sonríe con serenidad y admite: “La escritura queda relegada al plano de lo posible -cuando puedo, cuando encuentro un hueco-, generalmente vinculada con el deseo fuerte más que con la planificación. No tengo rutinas salvo cuando me embarco en un proyecto de largo aliento, como una novela. Si no, voy un poco a la deriva y suelo escribir en los paréntesis que me dejan las otras actividades”.
-¿Te gustaría vivir de la escritura o vivir para escribir?
-Durante muchísimo tiempo fue un tema que prácticamente me obsesionó: la lucha permanente entre la búsqueda de tiempo para escribir y la imposibilidad de esos tiempos, pensar cómo conquistar espacios para la escritura. Ahora llegué a una especie de resignación, o aceptación, donde estoy bien como estoy.
Recuadro 1
El autodidacta
De formación autodidacta, hoy Núñez habilita a otras personas a transitar la senda de la escritura. Sus talleres de narrativa están llenos, y no son sólo una instancia para que los asistentes compartan textos buscando instrucciones sino donde a veces él mismo expone sus nuevos materiales, sometiéndose a la opinión del conjunto. “No se me ocurre hacer algo solo, terminar y sentir que ya está listo. Los otros aparecen no tanto por una necesidad de validación ajena sino por una especie de diálogo que se establece”, apunta sobre su procedimiento, que incluye un focus group, como llama al grupo de colegas y amigos con quienes comparte los borradores.
“Lo que vamos haciendo son las mejores versiones posibles de un texto, y siempre hay espacio para que eso crezca y mejore. En algún momento uno se encuentra con sus propias limitaciones y necesita la frescura de una mirada ajena, poder alejarse del texto, y eso muchas veces aparece en el diálogo con los demás”, insiste quien a su vez se inició en talleres, y estudiando libros sobre teoría y escritura creativa que adquiría de motu proprio.
“Tejía constelaciones de textos y de autores: de los libros que más me gustaban aparecían sus referencias o artículos sobre estos autores hablaban de sus propias referencias, entonces me iba a leer a esos otros. Se formaba así un catálogo de lectura medio azaroso y bastante desordenado, pero que me permitió ir creciendo en prueba y error”, rememora. “Hoy mi taller se acerca a la transmisión de experiencias de cómo han resuelto otros autores o yo mismo dificultades de los textos. Eso les sirve a quienes están en los primeros procesos de escritura de cuentos o de novelas, la experiencia de los demás ante problemas comunes. A veces descubrimos esas cuestiones con el tiempo, los talleres nos permiten hacerlo con otros y más rápido”, asegura.
No estudió en la universidad pero este año lo convocaron a la Facultad de Humanidades y Artes a una charla con autores rosarinos y está por dar un taller en la Escuela de Letras, invitado por una agrupación estudiantil. “En una universidad de México hicieron una tesis sobre una novela mía, acá todavía no”, vuelve a sonreír y a aclarar: “Lo importante no es si me invitan o no, si me estudian o no, sino si se lee la literatura rosarina contemporánea. Aunque no tengo la respuesta tampoco y no sé quién la tendrá”. Subraya que nunca antes se había vinculado con el ámbito académico, que le es “absolutamente ajeno”. Reflexiona en voz alta: “Puede quedar la sensación de que a la escena universitaria no le interesa mucho lo que hacemos los que somos de afuera. Y puede que tengan razón, porque a lo mejor debe pasar determinado tiempo para que se consolide una obra de un autor para empezar a leerlo de otra forma. O no”.
-En resumen: no es fácil, pero seguís escribiendo.
Sí, sí (enfático). Sigo escribiendo como puedo, cuando puedo, sin la idea de ser leído en los programas de la universidad. Si algún día lo hacen estaría buenísimo, pero no es mi objetivo.
Recuadro 2
Los reconocimientos abren caminos
A fines de enero de 2022, Javier Núñez recibió un mail: le anunciaban que había ganado el galardón que otorga la reconocida institución Casa de las Américas por el pulso narrativo, el manejo de los diálogos y el tono cinematográfico que le imprimió a su novela, escrita en pandemia. Entre los argentinos que obtuvieron el mismo premio en ediciones anteriores figuran Haroldo Conti, Abelardo Castillo y Ricardo Piglia.
En abril pasado el rosarino viajó a Cuba a presentar el libro y se encontró con un público que había leído atentamente esta historia sobre una cruzada de dos mujeres fugitivas por la Pampa Larga hacia Tierras Patagónicas. Esos lectores desconocidos se acercaban ávidos para hacerle preguntas puntuales o comentarios de la trama y los personajes de Hija de nadie. “Fue una experiencia inédita y muy gratificante”, resume sobre aquellas jornadas. El reconocimiento abrió además otros caminos.
“Determinados premios, sobre todo uno de mucha antigüedad y prestigio como este, provocan que ciertos reflectores giren y te alumbren. Eso genera cosas muy positivas porque también uno quiere que le vaya bien. Cierta visibilidad circunstancial acerca otros lectores a tu próxima obra o a la anterior: te empiezan a mirar de lugares donde antes no te miraban”, describe sobre los efectos de este certamen y de otros donde resultó laureado, como el de la editorial de la Universidad Veracruzana de México (allí se alzó en 2012 con el Premio Latinoamericano a Primera Novela Sergio Galindo por La doble ausencia).
“Lo que no se modificó hasta ahora fue mi participación en el mercado: sigo publicando en las mismas editoriales. Cambió la forma en que era visto por algunos sectores o gente que ahora conoce mi obra, mi participación como autor en el campo literario. Y a los amigos que están en la universidad y me convocaron probablemente la circunstancia del premio hizo que les resultara más fácil justificar mi presencia”, dice modestamente sobre las ondas expansivas que traza Hija de nadie.
-¿Cómo decidiste participar del concurso, te sentías capaz de ganarlo?
-Sí, creía que había chances. Como no hay cuestiones vinculadas con lo comercial, el texto va y juega su propio partido. En cambio hay muchos concursos organizados fundamentalmente por editoriales multinacionales con cuestiones detrás, que van más allá de la calidad del texto en sí. Me decidí a participar porque me pareció un concurso al que el libro podía ir y probar sus posibilidades. Es algo que suelo hacer, enviar una obra nueva a concursos. Acá gané pero antes también había perdido un montón: cuando uno asume la posibilidad de largar el texto a competir sabe que tendrá decepciones y alguna vez, con suerte, una alegría.
Recuadro 3
Apuntes sobre una obra
Javier Núñez lleva publicadas cuatro novelas: Hija de nadie, La música de las cosas perdidas, Después del fuego (editada en la Argentina e Italia, traducida al italiano) y La doble ausencia (esta última con ediciones en México, la Argentina, Uruguay y Perú; de hecho en agosto viajó a presentarla a la Feria del Libro de Lima). Además, escribió tres libros de cuentos: La risa de los pájaros, Praga de noche (editada en el país y también en Estados Unidos, para público hispanohablante) y La feroz belleza del mundo. Un sello mexicano publicó además un volumen de cuentos que recopilaba relatos de los tres libros anteriores del género. En 2013 vio la luz Tríptico (crónicas, en buena medida contratapas que aparecieron en Rosario/12), y más recientemente Postales de un mapa imposible y El pulso secreto de las cosas, producciones a las que el autor categoriza como “otras narrativas”. Y también ha sido colaborador de Barullo.