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Barullo en papel

Banateca de pibes y pibas

Ana Laura recibe a Barullo en medio de un barullo (justamente) de chicos corriendo, jugando, tirándose almohadones y mirando con curiosidad al visitante. Prepara la merienda en una cocina a gas envasado y mientras sirve té o mate cocido con leche les pregunta por qué viene el cronista y a qué se dedica. Sentados en una mesa larga con sillas de colores, ellos, que no paran de gritar “seño” por cualquier razón, hacen todo tipo de suposiciones. Uno se acerca con mirada expectante.

-¿Qué hacé al final vos acá?

-Nada, vine a visitar a tu seño.

Cuando Ana Laura empieza a arrear como puede a los pibes hacia la puerta podemos sentarnos frente al escritorio, cuyo adorno más importante es una impresora láser recién comprada gracias al subsidio a las bibliotecas populares, que incluyó también un parlante con luces multicolores y un calefactor eléctrico. Pero los chicos vuelven a entrar a portazo limpio, hay gritos, una corrida, la prueba de un arco y flecha de juguete apuntándome, otro con una ametralladora de plástico y finalmente salen hacia la vereda en medio de una algarabía feliz, hasta que Ana Laura decide cerrar la puerta.

La Banateca es un proyecto de la organización social y asociación civil Causa y Efecto, cuyas siglas Causa fueron las mismas que convencieron a la licenciada en Ciencias Políticas de la UNR Ana Laura Pinto de involucrarse.

-¿Cómo empieza la Banateca?

-Causa nació en Villa Banana en 2003 con un grupo de pibes que vivían en Bella Vista, y empezaban su recorrido en la Facultad de Relaciones Internacionales y Ciencia Política. Preocupados por los efectos sociales del pos-2001, empezaron dando apoyo escolar, colaborando con un comedor enfrente ahora de la Banateca (pasaje Independencia y Valparaíso), al lado de la canchita, que se llamaba Pancitas Vacías, y en el 2008 se pudo empezar a construir este espacio. Era un descampado y la chica del almacén que vive al lado tenía este terreno y se dio la posibilidad de que cediera esta parte y Causa colaborara con la construcción también de su almacén. Los compañeros levantaron las paredes con los chicos de Villa Banana, que empezaron a participar.

En el predio donde funcionaba el Club Juan XXIII, la zona de Valparaíso y Ocampo, se levantó la Escuela Popular a la que por voto unánime la agrupación Causa nombra Corazón de Barrio, que  se encuentra en funcionamiento. El predio es casi una manzana entera. Había una cancha con dimensiones reglamentarias que se usaba para las prácticas. Pero el club nunca pudo integrarse al barrio y había robos en las instalaciones, por lo tanto gestionaron un nuevo predio en otro barrio y el terreno quedó abandonado.

Cuenta Ana Laura: “Así como la Banateca es un proyecto que se deriva del trabajo de Causa con la intención de ocuparse específicamente de infancias, también está el proyecto de la Escuela Popular. No es de índole formal, es una experiencia piloto, pero le llamamos escuela porque involucra distintos proyectos pedagógicos, educativos y recreativos que incluyen el ala de juventudes y el ala de cuidados para primera infancia. El predio de Juan XXIII quedó abandonado y se iba deteriorando porque obviamente entraron en los vestuarios, se llevaron todo tipo de artefactos y a la vez había una demanda del barrio de hacer algo con ese terreno. Hablamos en aquel entonces con la intendenta Mónica Fein y nos pidieron que armáramos una personería jurídica deportiva y que no fuera la de Causa, sino con los vecinos del barrio. Entonces se constituye el club 27 de Febrero, pero no está regularizado el comodato del terreno. A través de la Cámara de Diputados presentamos un proyecto para regularizar la situación, porque el club está funcionando, pero nos impide presentarnos a subsidios”.

-¿Cuáles son las actividades de la Banateca?

-Se  desarrollan de lunes a sábado. Hay talleres para infancia, de murga, ciencias experimentales; juego libre con un perfil más en clave de educación viva, que es el formato de las compañeras que lo hacen. A veces se llama educación libre o educación viva, pero proviene de una perspectiva pedagógica alternativa, producto del proyecto educativo de Río Libre. Tiene que ver con trabajar los deseos, potenciar la autonomía de las niñas, no con una estructura fija, sino ir siguiendo, guiando y coordinando esos intereses. Hay otro espacio de juegos de mesa, que surge de la demanda de los chicos que tenían ganas de venir a la biblioteca. Y hay un espacio pequeño de una huerta más de índole educativa que productiva, porque es muy chico el lugar. También hay un espacio de apoyo escolar y otro de gestión de trámites sociales. Consiste en ayudar a la gente a gestionar, sacar la partida de nacimiento, el DNI, trámites en el Registro Civil, en Ansés. Se colabora en la articulación con las instituciones. Acercamos trámites que están en las páginas institucionales que para algunas personas suele ser complicado. Es por eso que nuestro grupo está formado actualmente por dieciocho personas. La mayoría son compañeras del barrio; algunos empezaron desde los inicios, y otros se han ido sumando. Varias se han formado en articulación con compañeras de otros comedores, de espacios de la liga de organizaciones sociales. Por ejemplo, los talleres de Ciencias o Juego Libre, que funcionan con profesoras, son acompañados siempre por las que han hecho la formación, las chicas del barrio.

Causa lleva veinte años trabajando en Villa Banana. La Biblioteca ha recibido donaciones de libros desde varios espacios, pero se inaugura la primera estantería con materiales recibidos desde la Facultad Nacional de la Plata, a través de un proyecto de posgrado cuyo trabajo era una colección de libros artesanales de tesis e investigaciones. A partir de ese hito, que fue el 19 de diciembre de 2015, la Banateca queda oficialmente inaugurada.

-La constitución formal del estatuto fue en 2018, cuando presentamos los papeles. Fue reconocida por la Municipalidad primero y por la provincia después. Y luego de haber presentado los papeles una y otra vez, llega el reconocimiento de Conabip, que registra a la biblioteca como popular y con eso recibimos un subsidio que, si bien es magro, igual sirve. No existe ingreso de cuota porque no la cobramos. Alguna que otra persona paga la cuota, pero no viene a los talleres, la paga como contribución. Los subsidios nos posibilitaron poder tener por primera vez una notebook o arreglar el baño.

-¿Cómo se coordina el funcionamiento de la Banateca y quiénes acompañan todo el trabajo?

-Generalmente hay reuniones en donde se conversa la situación de cada uno de los talleres, las actividades, si hay que organizar algún evento y ahí se define colectivamente. Venimos trabajando en fortalecer la autonomía del grupo, que no dependa de una sola persona. Entendemos que eso es fundamental para los proyectos, sobre todo los de índole social o barrial, que puedan trascender a las personas. Por ahí parece romántico, pero la verdad es que como en cualquier grupo humano hay discordia, diferencias y enojos, pero se mantiene la instancia del debate y resolvemos. Entre los chicos que vienen fijo suele darse este asunto de poner etiquetas cuando se suman otros nuevos, porque son de zonas del barrio más complicadas. Esas cosas se dan y se intenta trabajar con no diferenciar porque inevitablemente van surgiendo esos conflictos. Pero en la Banateca no se excluye a nadie, y se va trabajando en el concepto de que el espacio es de todos. No sé si terminan siendo amigos, pero sí se convive.

-Hay mucha gente viviendo en este lugar a la que el rosarino de clase media parece mirar de reojo… ¿Cómo se percibe desde aquí ese contexto?

-Apenas terminó la cuarentena del 2020, la Banateca fue baleada. Sufrimos dos balaceras en una misma semana. En la primera sucedió cuando se estaban entregando las viandas: enseguida se dispersaron todos y por suerte nadie fue herido. La otra fue a las cinco de la tarde. Podría haber sido un desastre, pero nadie salió herido y cerramos, porque el barrio estaba conmovido. Hemos vivido situaciones de muertes de niños y jóvenes, que es lo más difícil de asimilar. Una nena de siete años que era de esas fijas que vienen siempre, de familias muy cercanas, falleció por un motivo de salud vinculado claramente al contexto social complejo en que se vive. Un tiempo después su hermano fue herido también en una balacera y esa familia se tuvo que ir por un programa de protección de testigos. Quisiéramos tener una llegada mayor a los padres de todos los chicos que se acercan. Trabajamos con algunas familias desde hace muchos años y son las que sostienen el proyecto de la Banateca. Los chicos habitan la calle, con los peligros que eso supone. La gran mayoría de las veces los chicos llegan y se van solos. Nosotros los acompañamos hasta identificar dónde viven, pero los padres no siempre se sienten convocados.

Cuando Ana Laura me ofrece llevarme en su auto a mi barrio, me quedo a su lado mientras cierra la Banateca con llave. Un grupo de chicos  viene a saludarnos. Ya es de noche, pero siguen jugando en la calle.

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