En torno a las celebraciones del Centenario de la Independencia, comienza a expresarse un movimiento conservador de concepción nacionalista y católica, que tendría como foco la búsqueda de la identidad nacional ante el avance de las olas inmigratorias.
Según el licenciado en historia Oscar Chamosa –Breve historia del folclore argentino (1920-1970), Edhasa-, “dicho movimiento es amparado y promovido por el crecimiento económico de la industria azucarera tucumana” y el nacimiento de la Universidad Nacional de Tucumán el 25 de mayo de 1914, en el marco de la Generación del Centenario.
Comienzan así las primeras investigaciones y relevamientos del folklore musical y literario en el noroeste argentino. Los santiagueños Andrés Chazarreta, músico, recopilador y compositor, y su comprovinciano Manuel Gómez Carrillo, pianista formado, compositor, recopilador y actor, se destacaron en un comienzo con el respaldo del gobernador Ernesto Padilla y de Alberto Rougès, filósofo, pionero de la industria azucarera argentina y fundador del Ingenio Santa Rosa, y de Mercedes Mañán.
Luego se sumaron Isabel Aretz (Musicóloga), Juan Alfonso Carrizo (investigador, luego miembro fundador del Instituto de Historia, Lingüística y Folklore de la Universidad Nacional de Tucumán) y Carlos Vega (considerado el padre de la musicología argentina), luego director del Instituto Nacional de Musicología.
Esta contracorriente arrancó desde Tucumán y se instaló en Buenos Aires. La presentación de Chazarreta con su compañía el 18 de marzo de 1921 en el teatro Politeama Argentino y una crítica impecable de Ricardo Rojas desde las páginas del diario La Nación denominada El coro de las selvas y las montañas, confirman el posicionamiento de este nuevo movimiento llegado desde el interior con apoyo estatal y nace también una nueva generación de políticas culturales con fuerte influencia de los medios de comunicación y anunciantes privados.
Leé la segunda parte ACÁ.