Susana Rueda creció en Almafuerte y Lenzoni, una esquina ubicada a sólo ocho cuadras del Gigante de Arroyito. Un barrio de laburantes. Pasó su infancia con sus padres y dos hermanos varones: Daniel y Adrián. Ella, única mujer, fue la hija del medio. ¿La más inquieta? Quizás. La más “famosa”, seguro. Fue la cara visible del noticiero en Canal 5 y luego del magazine matutino de esa emisora durante un total de veinte años. Su belleza, dicen, despertó la admiración del mismísimo Diego Maradona cuando jugaba en Newell’s. Pidió su teléfono. No se lo dio. Rueda por entonces estaba en pareja y era fanática de Central, el club rival. Lo es.
Se casó por primera vez a los 21 años. Se divorció. A los 23 comenzó la convivencia con el padre de sus dos hijos. Logró abrirse paso en el periodismo y estar presente en sus vidas “haciendo malabares como hacemos todas”, admite. Su pareja tenía dos trabajos: uno vinculado al periodismo, el otro a la política. El último ganó la pulseada y él logró lugares clave en el Partido Socialista. Rueda siguió siendo comunicadora y cercana al peronismo. Cuando nacieron sus hijos, se mudaron cerca de los abuelos. Hoy, la abuela que se deshace en elogios es ella. Caterina se llama la beba. De cachetes redondeados, ríe a cámara divertida y es posible ver una luminosa mirada de ojos marrones.
Ir a ver a Central a la cancha, visitar a sus primos en Empalme Graneros y de vez en cuando dejarse deslumbrar por el cine era toda la diversión posible en la infancia de Susana Rueda. Correr por las veredas esquivando vecinos con sus reposeras es el recuerdo más inminente al evocar esos años. Por entonces escuchaba la banda liderada por Luis Alberto Spinetta, Pescado Rabioso, y Creedence Clearwater Revival, influenciada por su hermano Daniel. “Todavía me conmueven -dice a Barullo-. No podíamos escuchar folclore porque en dictadura estaba prohibido”.
-¿Cómo era tu casa?
-Crecí en Arroyito en una casa de padres trabajadores. Mi mamá siempre fue ama de casa;mi papá, inspector de seguros. Fue un hogar que pasó por muchos avatares, muchas necesidades, con créditos hipotecarios sacados durante la dictadura imposibles de pagar, lo que nos obligó a vender la casa y achicarnos, achicarnos… Convivía con mis dos hermanos, vivíamos con mucha humildad, mucho trabajo, mucha resiliencia. Ese fue un enorme aprendizaje.
-¿Cómo definirías ese aprendizaje?
-Aprendí a respetar a la gente de trabajo. Pero además crecí en un barrio donde los vecinos estaban en la vereda, compartíamos las tardes, los mates, los juguetes, la vida. Crecí con mucho cariño. Tener una barra de amigas y amigos para mí fue una maravilla. Como familia teníamos un instinto gregario: vivía muy cerca de mi abuela.
-¿Hubiera pensado esa niña que un día iba a ser ministra de Cultura de la provincia de Santa Fe?
-No, ni esa niña ni la adolescente que empezó a soñar con ser periodista, ni la adulta que fui. No lo imaginé nunca. Cuando me convocaron realmente no me lo esperaba. Pero siento que no puedo retroceder. Empecé a volver a espacios como el Museo Julio Marc al que necesitamos promocionar con muestras itinerantes y acercarlo a la gente.
En 2019 Susana Rueda se lanzó a la política. Le fue bien. Con el rostro ya instalado en la memoria colectiva llegaron los votos. Ganó la interna y luego su lista se impuso en las generales. Encabezó la boleta socialista en el Concejo Municipal. En 2023 renovó el mandato. Salió tercera entre 150 listas en las primarias y logró un lugar en el bloque oficialista de Unidos para Cambiar Santa Fe, una alianza que reunió a sectores conservadores con otros más progresistas. Pero entonces el flamante gobernador Maximiliano Pullaro la convocó para ser ministra de Cultura. Aceptó.
“Es un desafío enorme, hermoso”, se sincera. Y asegura que su premisa es la misma que acuñó cuando era movilera en LT8 y durante su paso en el Concejo: “Con los pies en el barro”. Lejos del elitismo intelectual, Rueda piensa su gestión desde una impronta que busca acercar a la gente entre sí y pacificar barrios donde la pobreza y la violencia amasijan a pobres corazones.
-¿Qué aporte real puede hacer la cultura en un contexto tan complejo?
-La cultura le cambia la vida a la gente. Tenemos claro que cuando vos construís convivencia, baja la violencia. Por eso hablamos de ocupar el espacio público. Es un complemento de la política específica de seguridad que impuso mayor patrullaje y un control más duro del servicio penitenciario. No estamos de acuerdo con el recorte a la cultura. Nosotros vamos a defender la cultura por todos los medios. De hecho, nos estamos reuniendo con los productores audiovisuales, con los representantes de artes escénicas, de bibliotecas populares, viendo cuál es la necesidad que tienen para seguir funcionando.
-¿Cómo se posiciona como ministra de Cultura de cara a un presidente de la Nación que plantea desfinanciar instituciones históricas de gestión y promoción del arte?
-Mi postura es la del gobernador Pullaro, que nos dio indicaciones específicas de garantizar el derecho del acceso a la cultura para todos los ciudadanos santafesinos y santafesinas. Eso es una decisión fomentada a partir de sostener el Ministerio de Cultura con esa jerarquía. Es el único ministerio a nivel nacional.
-¿Qué programas específicos ya están en marcha?
-Programas como “Yo vi tu corazón”, que tiene que ver con la construcción de lazos solidarios. Queremos reparar las huellas dolorosas de la pandemia ocupando el espacio público. Con mesas, kermesse, dispositivos lúdicos para niños y niñas… Espacios para contar dónde vimos el corazón del otro y que la gente pueda empezar a abrirse. En Rosario está pensado para plazas y lugares públicos.
-Hay una insistencia en acercar la cultura a los sectores populares…
-Porque son sectores que no tienen acceso. No saben lo que es un cine, una obra de teatro. Durante la pandemia, que fue durísima, me tocó ser concejala y recorrer esos lugares. Sé lo que digo. En Empalme Graneros hay una organización social que se llama Centro Comunitario Olavarría y ellos arman espacios con magos, juegos… Y cuando vos ves a los chicos disfrutándolo, te das cuenta de lo importante que es. Necesitamos que eso pase en todos los barrios. Hoy hay muchos niños y niñas que no pueden trasladarse al centro, entonces hay que acercar la cultura a los barrios. El ministerio tendrá una impronta territorial en toda la provincia.
-Eso requiere una construcción desprejuiciada respecto a quienes habitan los barrios más humildes.
-Y sí, porque los pobres no son pobres porque quieren. Es muy difícil pensar que alguien tiene lo que se merece. Porque partimos de bases diferentes. Yo fui a una escuela primaria pública, mis hermanos también. Crecí con gente humilde. ¿Qué prejuicio puedo tener? Ninguno.
Esa mirada también incluye a los adolescentes, hoy acechados por bandas delictivas que atraviesan los lugares más duros de la ciudad. Cultura es parte del programa Nueva Oportunidad, que capacita en oficios. “No todos los chicos quieren ser electricistas o plomeros, peluqueros. Muchos quieren ser traperos o raperos. Nuestro trabajo entonces es construir oficios culturales para los pibes. Salas de ensayos para los que quieran estudiar música. Desde el Concejo humildemente compré dos micrófonos y dos bafles para llevar a un centro comunitario en avenida de la Travesía y se armó un centro de rap y trap que les cambió a la vida a diez pibes. Pibes que habían pasado por la cárcel, que tienen marcas de bala en el cuerpo, que usaron armas. Ellos están convencidos de que el arte les salvó la vida. Entonces expandamos esa experiencia para que nuestros pibes no vuelvan a la calle. Enseñémosles a vocalizar, a construir canciones. Si después le da de comer o no, no lo sabemos. Lo importante es que les marque un proyecto de vida”, señala Rueda.
En estos días se está relanzando Espacio Santafesino, con líneas de fomento específicas para la producción de libros, discos, teatro, arte. Bajo la premisa de que el acceso a la cultura requiere de producción local. Con recursos del Estado y del sector privado. Parte de la tarea es convencer a empresarios, productores agropecuarios e industriales para que hagan su aporte.
Su presencia en la tele durante veinte años como conductora de programas periodísticos y de entretenimiento generan curiosidad, un dejo de cholulismo urbano. Ella descorre el velo y apuesta a la cercanía.
-¿Cómo es el día a día en tu vida?
-Cuando estoy en Rosario, mi lugar es la sala Lavardén. De acá me empiezo a mover hacia distintos lugares. Trato de recorrer al máximo toda la provincia. Fijate que en el mapa que tengo en la oficina, voy marcando los lugares donde hemos estado y viendo los que me faltan (N. de la R.: el mapa tiene puntos marcados desde el extremo norte al extremo sur). Estamos estableciendo desde el ministerio las postas culturales. Reunimos a los intendentes en la ciudad cabecera de departamento y escuchamos las necesidades de cada comuna.
-¿Cuál es el lugar de las mujeres en esa construcción?
-Es central. Estamos convencidos de que tenemos que construir una cultura del respeto a las mujeres, una cultura del respeto a la diversidad y una cultura de la nueva masculinidad, sustentada en la igualdad de género.
-El periodismo te enseñó a escuchar… ¿y la política?
-La política me enseñó a contemplar estrategias para obtener objetivos. A ser permeable a las ideas del otro. A darme cuenta de que los partidos políticos no son compartimentos estancos: que se puede construir transversalidad como hicimos ahora con el frente Unidos para cambiar Santa Fe. A que la escucha que había aprendido en el periodismo sirva para construir herramientas conjuntas.
-¿Qué pensás de que tantos periodistas hayan seguido el mismo camino y hoy se dediquen a la política?
-Cuando yo dije que al hacer política salía de mi zona de confort, muchos colegas me criticaron. Pero después hubo colegas que se sumaron a este camino, trabajaron cerca mío y terminaron dándome la razón. Porque cuando hacés periodismo durante años, llega un momento en el que sabés lo que estás haciendo. En cambio, cuando te lanzás a la política te encontrás con escenarios más arduos, más complejos y donde si no tenés humildad no te va bien. Hay que aprender otros mecanismos de diálogo e interacción. Además, si lo hacés con la responsabilidad que la tarea amerita, no es un trabajo, es un estilo de vida 24/7. Me parece muy bien que haya colegas que se dediquen a esto. Es comprometerse con los ideales para cambiarle la vida a la gente.
-¿Cuál es el mensaje para los artistas, que hoy ven su trabajo menospreciado desde distintos sectores políticos?
-El mensaje es claro: los artistas junto con la ciudadanía son los constructores y garantes de que la cultura siga existiendo. Son valiosísimos.
Susana se ceba un mate. Un chico joven, Gino, entra a su despacho. El flamante funcionario lleva zapatillas y piercing. Dialogan sobre una recorrida. Lo popular se impone. La cultura no es elite, parece sugeriren todo momento. Pero no lo dice. Me despido y noto que en el despacho no hay televisores.