Si en la Argentina se pronuncia a secas el nombre Alfonsina, todos saben a quién alude, a tanto llega su proyección como poeta, periodista, dramaturga, feminista y mujer independiente. Había nacido en un cantón suizo, aunque quiso y logró nacionalizarse. Vivió 46 años fundamentalmente en Buenos Aires, adoró la Mar del Plata que eligió para sellar su destino, pero fue Rosario el escenario en el que afloraron su poesía, su sensibilidad, su bravura, una experiencia contracorriente de los mandatos sociales y morales de la época. ¿Qué pasó en la prometedora urbe de principios del siglo XX, donde Storni recaló de niña y de la que partió una década después rumbo a la capital, embarazada de quien sería su único hijo? ¿Qué rastros permea el territorio y la historia local de aquellas vivencias, de sus posteriores visitas? Preguntas que animaron a Barullo a explorar un legado –un mito– que además de perdurar, se expande.
Primera parada: República de la Sexta
En Pellegrini al 700 la plaza López ofrece el refugio de una multiplicidad de especies de árboles, dividiendo el centro del barrio República de la Sexta. Su frontera sur es un pequeño pasaje de cien metros, denominado Cullen en 1905. Desde 1958 lleva el apellido Storni, quien no residió allí como la mayoría cree sino en una casa de la vuelta, ya demolida. La cortada va hacia Buenos Aires, el mismo sentido que tomó la poeta, aunque es en la esquina con Laprida donde la recuerdan un par de placas de asociaciones civiles (la colectividad suiza y mujeres de negocios). Imponerle su identidad al corredor –¿no se merecería una calle de mayor extensión, alguna señalización oficial?– fue una iniciativa del historiador Vladimir Mikielevich al cumplirse dos décadas del 25 de octubre de 1938, la madrugada en que Alfonsina se internó en el océano.
Cuando caminaba por las inmediaciones de una de las plazas más antiguas de Rosario (el predio de una manzana y media existe en el mismo emplazamiento, con distintos usos, desde 1856), tenía la vida por delante. Había desembarcado proveniente de San Juan en 1901, a los nueve años, junto a sus padres y tres hermanos. El benjamín llegó a ser intendente de Cañada de Gómez, mientras que parte de los descendientes del clan permanece en esta ciudad portuaria donde el matrimonio de Paulina y Alfonso ansiaba progresar, como lo soñaban entonces tantos inmigrantes (el 40 por ciento de la población era extranjera, según el primer censo municipal). Sin embargo, en lugar de ir a la escuela Alfonsina debió trabajar en distintas tareas manuales al tiempo que fracasaban los emprendimientos del padre, cuyo final se produjo –entre la melancolía y el alcoholismo– en 1906.
Durante ese intenso período, la niña se asomaba a la adolescencia, y a la poesía. “Ciudad donde naciera, precoz, la rima mía. / Quizás nació mirando cómo el ágil navío / perdíase en las nieblas grisadas de aquel río. / Iba a lejanas tierras, que yo jamás vería, / porque era miserable. Para vivir cosía” (de Canto a Rosario). Hace 120 años también surcaban el Paraná los buques con millonarias cargas, frente a los ojos impávidos de las pibas pobres. Pero ella no se resignaría, acaso por un detalle atávico que supo señalar: su nombre significa “dispuesta a todo”.
Según el periodista Marcelo Costa, cuya abuela materna estudió magisterio con Alfonsina y se convirtió desde entonces en su amiga, el último domicilio de la poeta en Rosario fue Laprida 1935. Tiene sentido si se lo considera un punto externo a los bulevares, lo que en 1911 habrá facilitado el acceso a la vivienda única o compartida para una mujer trabajadora –además de que en el centro habitaba la burguesía–, y el hecho de que la zona estaba conectada a través del tranvía. Otra hipótesis es que Alfonsina se desempeñaba como novel maestra en la Escuela Común Nº 65 Julio Argentino Roca, situada en Cochabamba al 800 de acuerdo a los datos que a Costa le suministró Ángel Capa, historiador aficionado ya fallecido.
Al igual que varios detalles biográficos de Storni, en internet la referencia de la escuela elemental (tenía solo cuatro grados, de primero a cuarto) se replica ad infinitum. Verificar su ubicación más de un siglo después supone un trabajo detectivesco: muchas instituciones escolares cambiaron de nomenclatura, o se fusionaron con otras, o alquilaban y obtuvieron edificio propio. Por lo pronto en Cochabamba entre Maipú y Laprida –a metros del pasaje Storni– no queda vestigio de una entidad educativa ni existe en la actualidad ninguna primaria con ese número, salvo la nocturna de Las Flores, creada en 1967, y un jardín de infantes en el barrio Triángulo (Garzón al 3500).
Lo mismo pasa con la revista Mundo Rosarino. Se le atribuye a Alfonsina haber ventilado allí sus primeros versos pero nadie la recuerda ni registra, y tampoco figura en la colección de prensa histórica de la Hemeroteca municipal. O la publicación sacó pocos números o fue otra de las fábulas de quien “se inventaba a sí misma todo el tiempo, por eso es difícil decir quién era, cuál es su identidad”, la describe el escritor Pablo Serr, presidente de la Biblioteca Popular Alfonsina Storni del barrio Pichincha. “Ensayaba cómo sobrevivir y cómo escribir como mujer, se movía como en la clandestinidad. Parafraseando a Josefina Ludmer cuando se refería a Sor Juana, para mí eran tretas del débil. Muchos se quedaron con la idea de que no aguantó y se mató, pero antes se dedicó nada menos que a sobrevivir”.
Segunda parada: el centro
Hasta los 15 años residió en Rosario, con una familia que se iba desmembrando (el padre murió, la hermana se casó, el hermano más grande se instalaría en Santa Fe). Aquí Alfonsina fue moza y lavaplatos en el Café Suizo, ayudante de la madre en trabajos de costura y docencia particular, obrera en un taller textil, simpatizante del anarquismo, actriz amateur e integrante de una prestigiosa compañía teatral liderada por un actor español que –de paso por la ciudad– le hizo una prueba y le propuso sumarla a su gira por el interior. A los 16, luego de ser víctima de acoso en Mendoza, decidió cerrar esa etapa y regresó directamente a la localidad de Bustinza, donde Paulina vivía con su nuevo marido y el hijo menor, Hildo.
En ese período Alfonsina no iba a la escuela, y no obstante se inició en la lírica. El primer poema le brotó a los 12 años y como respuesta por su tono lúgubre recibió “un coscorrón”. Su inquietud artística chocó con las expectativas familiares y con las obligaciones que tenía asignadas para parar la olla, por ejemplo coser por encargo durante horas, lo que además de encerrarla le reportaba poco dinero. Pronto se empleó por algunos meses en la fábrica de gorras donde ya habría trabajado la hermana previamente: El Jockey, de Mitre 1142. Hoy no existe siquiera la dirección, en su lugar se alza la sede de Agricultores Federados Argentinos (AFA), un imponente edificio de corte academicista.
Alfonsina frecuentaba la zona céntrica y quizás por eso dice en Canto a Rosario: “Y en el frente de tu vieja Normal, la de fachada / amarillenta entonces, ¡cuánto estuve parada! / Se volcaban sus aulas hacia la plaza y era / tanta cabeza joven, fruta de primavera”. Claro, el Normal N°1 estaba desde 1897 apenas a una cuadra de la sombrerería (Entre Ríos entre San Juan y Mendoza), de cara a la entonces plaza Santa Rosa, hoy Sarmiento. ¿Alfonsina intuía o anhelaba ser docente, como quienes trabajaban y se formaban en el colegio nacional impulsado por el presidente Avellaneda?
Lo cierto es que en 1909 se presentó en la recién nacida escuela normal de maestras rurales de Coronda. No tenía el certificado de primaria requerido ni rindió bien el examen de ingreso, pero la aceptaron porque presumieron cualidades en ella y necesitaban alumnas. Ya con el título volvió a Rosario, a donde el último año de la carrera había viajado de incógnito para ganarse unos pesos cantando en teatrillos los fines de semana.
En 1911 alumbra una nueva vida, osada para una mujer de la época: a los 19 años, tiene un empleo como maestra, un amor –rosarino, cuya identidad nunca revelará públicamente– y un oficio elegido: el de poeta. De hecho sus escritos llegan a la prensa. Una menuda Alfonsina que se abre paso en todos los sentidos, camina por la vereda par de San Lorenzo entre Mitre y Entre Ríos hasta la redacción de Monos y Monadas, “semanario festivo, literario y de actualidades” dirigido por Abel Elizagaray, que el historiador Juan Álvarez pone a la altura de los de Buenos Aires. Allí la joven entrega sus textos, que aparecen por lo menos en el número del 31 de diciembre (A una rosa) y en el del 8 de enero (Anhelos).
El primero de ellos, que se vendió muy bien e incluso se agotó aquel verano, contiene un extenso poema de Zenón Ramírez, regente de la escuela de Coronda y padre de Ariel, compositor que junto a Félix Luna la cristalizó como poeta angustiada y sola en la archiconocida canción Alfonsina y el mar. ¿Pura casualidad esta coincidencia con Zenón en la misma revista o signo de una comunidad intelectual a la que la joven maestra y poetisa en ciernes consigue integrarse? El texto del segundo número menciona un ombú que todos ubican en la Quinta San Pedro de Echesortu, barrio de su niñez. El árbol fue talado en 1940, la quinta desapareció de la trama urbana y de la redacción de Monos y Monadas no queda ni la numeración de la calle (San Lorenzo 1230). Lo cierto es que Anhelos se publica al mismo tiempo que Alfonsina deja Rosario. El 21 de abril nacerá su hijo Alejandro, en Buenos Aires.
Pero la poeta –que gana premios, publica libros, deviene periodista y dramaturga– sigue ligada a la ciudad por razones artísticas y familiares. Un lugar que visitó asiduamente, sobre todo a lo largo de 1928, fue la pensión López, en Entre Ríos casi Córdoba. Era propiedad de los bisabuelos de Roberto Horat Miranda y antes lo había sido de Elpidio González, ministro de Hipólito Yrigoyen en sus dos mandatos y vicepresidente de la Nación acompañando a Alvear. Horat Miranda habla por primera vez con un medio para ratificar la versión que ya había divulgado el propio Alejandro Storni sobre la estancia de su madre durante un año en Rosario hacia 1928 (ocasión en la que, agregó Alejandro, Alfonsina contactó a su papá, ya muy enfermo).
Licenciado en Historia egresado de la UNR y residente en Caba, a Roberto el testimonio le llega a través de Manuela Sara López de Miranda, su abuela. Fallecida en 2001, Manuela vivió en la planta baja de Entre Ríos 868 desde los dos años, primero con sus padres y luego con su marido, el pintor y letrista Francisco Miranda, desde su boda el 31 de diciembre de 1927. Contaba que Alfonsina estuvo presente durante su primer embarazo, en 1928, aunque Roberto no puede precisar si en ese período se alojó en la pensión del piso superior o en otro lado. La escritora había conocido el albergue porque allí paraba su hermano Hildo. Y se hizo amiga de Manuela, ya que ambas eran “feministas y socialistas, muy lectoras de aquello que comúnmente no se leía. A Alfonsina mi abuela la definía como amorosa, expansiva, risueña, enamoradiza, de una vida interior muy intensa”.
“Decía que caminaban y conversaban mucho, pero no dejó nada por escrito. Yo he velado por sus recuerdos”, cierra Horat Miranda, quien conserva una mayólica de la casona donde nació y estuvieron Alfonsina, Hildo y Paulina. Fue demolida en la década del 70 y desde hace 50 años se alza allí una torre de departamentos.
Tercera parada: Echesortu
El paso de Alfonsina y su familia por Echesortu, apenas llegados de San Juan (y antes de Suiza) es una de las marcas más indelebles en la ciudad, sobre todo luego de que los propios vecinos propiciaran señalizaciones a través de consejos barriales. La inauguración del circuito, con el apoyo del Distrito Centro Antonio Berni, data de marzo de 2021. Periódicamente se organizan visitas guiadas –por ejemplo en el marco del ciclo Barrio Explorado del Museo de la Ciudad–, charlas y presentaciones con la apoyatura de una breve obra de teatro o de un material audiovisual sobre la huella de los Storni en la zona. A veces acompaña una sobrina nieta de Alfonsina, cuya abuela era su hermana mayor, María. Y todo con el impulso y la participación de la agrupación de vecinos Pueblo Echesortu.
En ese territorio recobrado para la memoria se destaca el local de Mendoza y Constitución, desde 1972 Heladería Río y en los últimos tres años una de las postas del Circuito de Mujeres del Ente Turístico de Rosario. En esa esquina funcionaba el almacén, despacho de bebidas y Café Suizo de Alfonso Storni, cuya familia vivía en la planta alta. El negocio no prosperó a causa de la inestabilidad emocional del padre y la casa terminó alojando una escuela domiciliaria que la madre improvisó, aprovechando la distinguida educación que había recibido en Europa durante su adolescencia (según Roberto Horat Miranda, Paulina fue enterrada en el cementerio El Salvador, en un panteón docente que él frecuentaba con su abuela cuando era chico).
El documental Alfonsina de Echesortu, con dirección de Ignacio Blaconá y producción general de Roberto Trapé, plantea que la pequeña Alfonsina recitó sus primeros poemas en el Recreo Americano, instalado en Mendoza 3947 entre 1900 y 1920. El predio se transformó con los años en cine, boliche y supermercado. También explica que Ramiro Pelayo, el marido de María Storni, compró en 1908 una casa en Avellaneda 941 para vivir con ella y sus cinco hijos, donde Alfonsina iba de visita y paraba los fines de semana que venía de Coronda. La parte trasera da a lo que era la Quinta San Pedro, “poblada por frutales, verduras y alfalfares y que se extendía desde calle Castellanos a Lavalle, e incluso casi hasta bulevar Avellaneda y de Rioja a San Luis”, cuenta Rafael Ielpi. Allí estaba el ombú del poema publicado en el N°82 de Monos y Monadas.
Es una lástima que en la placa que resalta la presencia de Alfonsina en la pintoresca residencia de los Pelayo-Storni, desde 1952 el jardín de infantes N°38, se haya consignado incorrectamente el nombre de la institución (Magdalena de Güemes, en lugar de Magdalena Güemes, la brava patriota salteña conocida también como Macacha).
La Palabra Colectiva, primera agrupación feminista de escritorxs, editorxs y correctorxs de Rosario, se lanzó el 29 de junio de 2019 en la biblioteca Alfonsina Storni. Las asistentes se sentaron en ronda y además de dar a conocer los principios de la flamante organización, invocaron la palabra y el gesto de la predecesora rebelde; si bien alcanzó resonancias hispanoamericanas, antes fue vecina e integrante del incipiente campo literario local. La lectura en voz alta de sus poemas fluía a partir de una antología que pasaba de mano en mano, de boca en boca, de generación en generación.
Como parte de su trabajo territorial, la colectiva coordina talleres con víctimas de violencia de género. En 2022 se realizaban en la biblioteca Estrada para mujeres derivadas por el equipo del Teléfono Verde de la Municipalidad a los centros de protección integral Casa Amiga y Alicia Moreau de Justo. “En uno de esos encuentros propusimos junto a Griselda Robertazzo trabajar a Alfonsina por ser una poeta cercana, que transitó nuestras mismas calles”, recuerda la escritora y activista Graciela Mitre. “Fue una valiente que logró lo que quería, ser docente y escribir. Estábamos frente a la imagen de una mujer humilde, soltera con un hijo, queriendo ser poeta en un mundo de hombres”.
Las asistentes al taller –entre las que había muchas madres– se entusiasmaron y pidieron que la autora se repitiera. Alfonsina terminó ocupando tres reuniones, a pesar de que solo una la conocía y dos de ellas jamás podrían haberla leído porque eran analfabetas. “Fue muy emotivo, transformador. Creo que las chicas se sintieron identificadas: habían sido violentadas y vieron a esta mujer pequeñita y a la vez tan fuerte, tan feminista, a principios de siglo; algo les llegó muy intensamente”, asegura Mitre. “En esa época había escritoras que venían de familias ricas y accedían a la educación, a estudiar idiomas; Alfonsina era una chica a la que el barco le hacía agua por todos lados. Pero se las arregló, porque tenía mucho carácter, se imponía. Hoy tiene plena vigencia: no la olvidamos, siempre la recordamos”, completa.
Tenía razón su gran amigo Manuel Gálvez, cuando en la revista Nosotros dijo a poco de su muerte: “No solo vivirá en las páginas frías de la historia de la literatura sino también en el corazón de los hombres y las mujeres”.
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Alfonsina siempre estuvo cerca
“La Alfonsina” es el apodo con el que muchos rosarinos llaman casi familiarmente a la biblioteca popular de Ovidio Lagos 367, creada en 1990 por un grupo de vecinos de Pichincha. El escritor Pablo Serr se acercó como lector en 2004 y comenzó a participar de la vida institucional en distintos roles. Desde 2019 preside la comisión directiva, integrada por doce miembros que desarrollan trabajo voluntario para sostener el espacio, no solo promoviendo lecturas. También ofrecen una amplia variedad de talleres, desde literatura y teatro a folklore y mantenimiento del hogar (sólo para mujeres), entre otras propuestas y ciclos, además de eventos los fines de semana a sala llena.
Dado que el año próximo la biblioteca cumple sus bodas de plata, están “en proceso de historizar”, aunque aún no dieron con las razones del nombre elegido. De todos modos el sello Storni los nutre. “Hay primeras ediciones valiosas tanto de sus poesías como del teatro para niños, y muchas biografías: nos han llegado biografías desde distintos lugares del país de gente que no conocemos”, cuenta Serr y agrega que la institución fue destinataria de la biblioteca personal de Jorge Isaías, y antes recibió en donación las de los poetas Beatriz Vallejos y Armando Santillán.
Si en vida Alfonsina fue un personaje entre inclasificable e incómodo en una sociedad pacata y prejuiciosa, a 85 años de su muerte, obra y figura emiten resonancias atrayentes para las nuevas generaciones y las actuales instituciones. “Hoy nadie recuerda a quienes la criticaban, en cambio a ella la seguimos leyendo, sigue generando vida”, resume Serr, que acaba de retomar la carrera de Letras, una frase que le escuchó decir a un profesor. Ahora Storni es parte del programa que cuando el joven cursó la materia Literatura Argentina II por primera vez, en 2011, no la incluía. “Entonces no se había levantado todavía la ola del feminismo. Es bueno que haya regresado, gracias a los feminismos que la han releído, rescatado”, concluye uno de sus admiradores.
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Fuentes consultadas y de archivo
–Poesías completas de Alfonsina Storni, editorial Sela.
–Mujeres argentinas: Alfonsina Storni, por Josefina Delgado, editorial Planeta.
–Alfonsina, novela de Luisa González, editada por Nadia Isasa y Laura Rossi.
–III Antología de obras de teatro argentino desde sus orígenes a la actualidad, Tomo 8 (1902-1910) Obras del siglo XX: 1ª década, editorial del Instituto Nacional del Teatro.
–Rosario, del 900 a la década infame, Tomo III, Rafael Ielpi, Homo Sapiens ediciones.
–Historia de Rosario (1689-1939), Juan Álvarez, UNR editora-EMR.
–Ciudad de Rosario, autores varios, Museo de la Ciudad-EMR.
–Los orígenes del normalismo en la provincia de Santa Fe (1879-1920), Laura Rodríguez, Conicet, UNLP.
–Diarios: El Litoral de Santa Fe; La Capital de Mar del Plata, La Capital de Rosario.
–Revistas: Monos y Monadas (Hemeroteca municipal, Biblioteca Argentina); Zona Franca; Nosotros.
–Sitios web: Municipalidad de Rosario; Centro Virtual Cervantes del Instituto Cervantes; Calles de Rosario, Rosario en el recuerdo (grupo de Facebook).
–Declaración del Senado de la Nación por los 100 años de la escuela normal de Coronda (2009).
–Familias en Fotografías y Estampas del Rosario Antiguo (Facebook).
–Decreto ordenanza Nº 21.876 de Rosario, cambia denominación al pasaje Cullen.
–Alfonsina de Echesortu, documental disponible en www.participa.rosario.gob.ar