En el diverso concierto de editoriales rosarinas, se abre paso y consolida una propuesta fuera de lo común, como su nombre lo indica. Se trata del sello Atípica, de libros digitales de cultura y arte, que se encuentran disponibles no solo para su visualización desde cualquier dispositivo electrónico sino que también está habilitada la descarga gratuita de los archivos en formato PDF. Una enorme oportunidad para los artistas locales de difundir sus producciones y para el público general de acercarse a ellas, en tanto forman parte de la cultura visual y de la memoria colectiva.
Con solo cliquear en la página www.atipicaeditora.com.ar, los interesados acceden al catálogo sin restricciones y pueden vivir la experiencia de hojear los ejemplares on line —al punto de que las páginas se dan vuelta y hacen ruidito como las de papel— e incluso descargarlos e imprimirlos. Pero más allá de la virtualidad, la novedosa iniciativa se amplifica desde un lugar situado en el territorio: un estudio de diseño del barrio Echesortu que en 1985 comenzó a trajinar en el rubro con clientes particulares y asociaciones con agencias de publicidad, especializado en gráfica de productos y comunicación institucional. En ese amplio lapso —35 años— el estudio Madrid (Argentina), luego Madrid & Zorzoli, realizó el diseño gráfico y el cuidado de edición de publicaciones institucionales, de arte y de autor.
“Meses antes del inicio de la pandemia veníamos elaborando dos libros de reproducciones de obras de arte. Con el coronavirus ya instalado, sumamos dos artistas más”, rememora Hover Madrid, director general de Atípica, sobre el germen del emprendimiento. “Desde 2020 creció mucho la vida on line y los libros digitales fueron una alternativa. El estudio de campo ya lo teníamos por ser integrantes del colectivo de artistas visuales, por lo que fuimos definiendo objetivos y estrategias. En septiembre de ese año publicamos los tres primeros libros, Echagüe y Forchino en español y la versión en francés (en esa colección todas las portadas llevan por título el apellido del artista-autor). También decidimos establecer la página web como espacio de publicación”, agrega Hover y esa primera persona del plural incluye a Juan Manuel Madrid en diseño gráfico, Lucía Madrid en comunicación y Graciela Zorzoli encoordinación. El equipo se completa con un fotógrafo, un desarrollador web y un especialista en preimpresión.
“Creo que el nombre de la editorial sintetiza nuestra misión”, reflexiona el director, él mismo artista, por lo tanto conocedor de la tela en la que se dibujan tantas dificultades para sus colegas a la hora de hacer circular las obras y mantenerse en el oficio. “Atípica suma su acción a la de otros espacios oficiales y privados que difunden la actividad artística. Con mirada amplia, pone en valor la gran diversidad de las manifestaciones dentro de las artes visuales, para que el lector tenga la posibilidad de interactuar con ellas”, añade. Todo un desafío que ya trasciende fronteras si se considera que numerosas bibliotecas nacionales y de la región los han incorporado a su catálogo y se multiplican las visualizaciones en Brasil, Estados Unidos, España y Francia, además de la Argentina.
“Dentro del campo de las artes visuales, los libros de reproducciones tienen la virtud de conservar en el acervo cultural el accionar de los artistas. En las obras están plasmadas sus motivaciones conceptuales y sus soluciones formales, y estos libros alientan a hacer un recorrido de los tipos de representación en lo individual y de su proyección social”, continúa Hover cuidando las palabras, entre la humildad y el entusiasmo. En Atípica Editora quieren que la riqueza de ese acervo, muchas veces relegada o dispersa, no se encorsete y llegue a un público amplio, pero también “incentivar el espíritu cooperativo de los artistas para que mancomunadamente se puedan crear espacios y acciones que incluyan a las nuevas generaciones, sin discriminar ningún medio de expresión”.
En su momento los editores se preguntaron cómo generar un proceso expansivo de visualización que favoreciera la investigación y la memoria colectiva, y así nacieron las tres colecciones en las cuales hoy se organiza un catálogo que no para de crecer. Por un lado, Antológicas nuclea a artistas de larga trayectoria que muestran distintos períodos a través de enfoques contextuales, ya sea de críticos o personales. A su vez en la colección Galería, reconocidos o emergentes exhiben una determinada etapa conceptual o formal de su trabajo, mientras que Legado reúne a creadores que dejaron una impronta en los circuitos culturales de su tiempo a través de obras que para las generaciones posteriores conformaron una herencia.
Otra característica particular de Atípica es que los artistas seleccionan los trabajos a publicar y los acompañan con sus propias palabras, las de otros autores, y análisis críticos que ayuden a reflejar su pensamiento. “Nos encargamos de un relevamiento fotográfico de las obras, cumpliendo con los requisitos técnicos para una óptima reproducción, y con la ventaja que brinda el libro digital de hacer un zoom para apreciar detalles”, precisa quien está al frente de la editorial. “Las fotos de archivo de obras clave, de imposible acceso a los originales por el motivo que sea, se evalúan para su incorporación. De acuerdo al material recibido, definimos a qué colección pertenecerá el libro y la tabla de contenidos para el primer boceto. A partir de allí interactuamos permanentemente con el artista para el cuidado de la edición”, resume.
Se inicia entonces un intercambio creativo entre creadores, en el que el artista-autor adquiere protagonismo, sin comentarios o intervenciones de la mentada figura del curador. El resultado son libros que se distinguen por una estética sobria, con predominio de la imagen y cuya versión digital no descarta la posibilidad de impresión. En ese sentido, solo se puede comercializar la versión impresa y es una decisión del artista si la vende o no. “En este caso se establece una relación inusual con respecto a la generalidad del mercado, incluso está contemplado que aparezca un tercero distribuidor”, dice Hover con sutileza, expresando que el quid del proyecto editorial no pasa por el lucro sino por facilitar la difusión de la obra de sus pares. Una rara avis en el rubro, a contramano de la lógica capitalista que tiende a teñirlo todo.
En este tiempo incierto, que algunos se animan a nombrar como de transición hacia el fin de la pandemia, Atípica mira al futuro. Sus gestores exploran fuentes de financiación y patrocinio, posibilidades de coedición y presentaciones presenciales o mixtas de los libros actualmente en proceso de edición. Es que antes de julio de 2022 aparecerán los rosarinos Norberto Moretti y Pedro Sinopoli dentro de la colección Antológica; Clelia Barroso en la colección Legado (pinturas, dibujos, grabados); así como Rippa, Florio, Blaconá y Rodríguez con un volumen titulado Tramas y experiencias compartidas en Galería.
“Estamos evaluando proyectos para el segundo semestre. Seis libros para este año sería un crecimiento auspicioso”, se plantea Hover, y su sueño pinta una imagen de colores en el aire.
Un catálogo donde predomina la imagen
El denominador común del catálogo de Atípica Editora es la extensión de las publicaciones (ninguna es breve), con una propuesta ligada al predominio de la imagen sobre lo textual y recorrido por distintas técnicas y expresiones del arte contemporáneo. Por caso, para el sello el año arrancó con el lanzamiento del libro del reportero gráfico y abogado Mario Alberto Laus, que contiene una serie de imágenes analógicas de los años 90 y prólogo del periodista y escritor Reynaldo Sietecase. 13 historias fotográficas, 13 histories photographiques es una edición bilingüe con textos coloquiales de Laus —designado en 2018 por el gobierno de Francia Cónsul Honorario de Rosario y sur de la provincia de Santa Fe— traducidos al francés. Las imágenes en blanco y negro fueron tomadas en 1994 y 1995 cuando trabajaba como fotógrafo en el diario Rosario/12, recorriendo la ciudad y otras localidades de la provincia. La serie es testimonial y comprometida.
El catálogo se completa con las publicaciones de artistas referentes en sus campos, los rosarinos Rubén Echagüe, Guillermo Forchino y Aldo Ciccione (colección Antológicas) y el de fototintas de Diana Randazzo, que también salió impreso, con prólogo de Elena Oliveras. Randazzo, nacida en esta villa, trabaja entre Rosario y Buenos Aires y aquí presenta la serie Aliento-Espíritu, compuesta por 39 obras producidas en tiempo de pandemia.
También la inefable y omnipresente pandemia influyó en el artista plástico Aldo Ciccione-Chacal, quien durante este periodo sufrió la rotura de la muñeca de su mano hábil y desde entonces se sumergió en el mundo del arte digital. No obstante el ejemplar de 192 páginas que editó Atípica contiene los hitos de su vasta producción artística: Ciccione comparte un racconto de su obra desde su mirada, motivaciones, creencias y obsesiones. Autodidacta, de formación empírica, adhiere al automatismo y a la continua evolución y expansión de los procesos creativos. Fue un representante fundamental en el renacimiento de la pintura y el dibujo en los años 80.
En tanto el libro sobre Echagüe reúne una selección antológica de objetos, collages, pinturas y dibujos realizados a lo largo de la extensa y fecunda trayectoria del autor, que eligió acompañar las reproducciones con textos propios, en una suerte de visita guiada por su obra.
Por último se destaca el material que plantea un recorrido por la producción escultórica de Forchino, radicado en París desde 1985. Su obra marcadamente expresiva se inscribe en la estética del caricare, término que proviene del italiano “cargar”. El enfoque del artista consiste en poner sus singulares personajes en el espacio de escenas narrativas que son el resultado de una aguda observación de la conducta humana y su propia enajenación. Narrativo y paródico, Forchino se distingue por una obra figurativa y singular.
Pantalla mediante, todo disponible a solo un click de distancia.
Publicado en la ed. impresa #20