Por Pedro Squillaci
Un cliente entra a una disquería y dice: “Buen día, ¿tiene el último disco de Los Beach Boys con Julio Iglesias?”. El hombre detrás del mostrador lo escucha, respira, se saca los anteojos y con la mayor calma posible le responde: “Ese disco no lo tenemos porque no existe”. “¡Cómo que no existe, si yo lo escuché!”, retruca envalentonado el potencial comprador. “Mire, no sé si usted lo escuchó o no, pero yo tengo toda la discografía de Los Beach Boys y le puedo asegurar que no hay ningún disco en el que esa banda toque con Julio Iglesias”. La discusión sube de tono, los otros clientes que estaban revisando discos en las bateas entraron en modo pausa para no perderse detalle de lo que acontecía y de repente voló un mocasín. El vendedor no pudo soportar que un comprador sea tan prepotente con su pedido, pero en rigor lo que más le ofendió es que a alguien se le ocurriese que su banda preferida pudiera compartir escenario y mucho menos una grabación con un cantante tan romanticón como Julio Iglesias. La escena podría ser de ficción o podría haber ocurrido en una discoteca de New York, Madrid o Londres. Pero no, ocurrió en Utopía Records, de Rosario, y el que tiró el mocasín no fue otro que el mismísimo Puchi Arce, el dueño de la disquería más antigua de la ciudad.
Puchi es un enamorado de la música desde que tocaba la guitarra eléctrica en los 60 con Los Vampiros, la banda en que estaban nada menos que dos Gatos: Kay Galiffi y Oscar Moro. En esos días conoció a Litto Nebbia. Ahora se diría que pegaron onda, pero antes se decía que pateaban juntos, y la amistad sigue hasta estos días y creció con el paso del tiempo. Una vez se le ocurrió vender discos para poder conseguir esos vinilos que en Rosario eran inhallables, a menos que se viajara a Buenos Aires. En 1976 fue uno de los socios de la inolvidable Record Shop, la que quedaba en la planta alta de Galería Libertad, hasta que después se mandó con Utopía Records y no paró nunca más. Hasta tuvo que mudarse porque ya no había local en donde entraran los discos y los compactos cuando explotó el furor en los 90. Y en esa pasión tuvo un ladero de lujo, su hijo Diego, quien era estudiante de Ciencias Económicas y siempre se hacía un espacio para atender el negocio, aunque sea media jornada. Hasta que un día, faltándole cuatro materias para recibirse de contador, mientras estaba tapado de pedidos de discos (igual que ahora) le dijo al Puchi: “Viejo, a mí me gusta la disquería, yo largo la facu”. “Yo lo quería matar” dice el papá, pero de alguna manera los dos eran cómplices de la misma pasión. Y hoy, a los 51 años, Diego es el motor de Utopía, el que tiene todos los discos en la cabeza, el que atiende al público con la mayor de las paciencias y el que maneja en modo de doble comando ese avión a chorro que se llama Utopía Records.
En la planta alta del local ubicado en calle Maipú 778, local 8, a pocos metros de la peatonal Córdoba, Puchi y Diego deciden cerrar unos minutos antes para hablar distendidos con Barullo.
-Puchi, ¿por qué se te ocurrió poner un negocio para vender discos?
-A mí siempre me gustó la música, a los diez años cantábamos con mi vieja las canciones que escuchábamos en la radio. Después me empecé a acercar a la música tocando, primero folklore y después rock. Ya después en la secundaria empecé a tocar rock en una banda que se llamó Los Vampiros con el gran Oscar Moro, después entró Kay Galiffi. Los Vampiros duraron hasta que Moro y Galiffi se fueron a Buenos Aires por el llamado de Litto y Ciro (Fogliatta) para armar Los Gatos. De todas maneras, yo estaba estudiando en la Facultad de Ciencias Económicas, me recibí e inclusive trabajé un montón de años como contador. Yo tenía y tengo una colección infernal de discos en mi casa. Y me dije: “¿Por qué no una disquería si es lo que más me gusta?”. Entonces arranqué una disquería con mi socio Juan José Milicich y nos largamos con Record Shop, después Juan José se la vendió a un amigo en común, el Flaco Terán, en la Galería Libertad. Era una disquería muy chiquitita que tenía un equipito de morondanga que era mío y empezamos con unos discos de nuestra colección. Eran los años 76, 77 más o menos. En realidad habíamos arrancado con Truekedisco, porque estaba Cambidisco en Buenos Aires, y después era tan feo ese nombre que lo cambiamos.
-¿Y cuándo se empieza a escribir la historia de Utopía?
–Diego: Y… fue en el 78, cuando se puso el local al lado del diario La Capital, en la Galería Cassini. Ya ahí estaba mi viejo solo, Milicich se había quedado con Record Shop.
-Puchi: Yo siempre tuve la idea de poner una disquería, porque estaba muy pegado con la música. Entonces me acuerdo que le dije a Juan José: “¿Por qué no ponemos una disquería con usados y nuevos?” Acá en esa época solo se vendían usados en Oliveira, que era un lugar que vendía de todo, tango, folclore. Yo quería poner una disquería especializada en rock y jazz, como las de Capital Federal, y a su vez quería vender importados. Los únicos que vendían eran los de El Agujerito en Buenos Aires. Yo era cliente de mostrador de El Agujerito, porque cada tanto viajábamos con mi señora, Liliana, que era profesora de literatura. Y lo que hacíamos era una cosa de locos.
-¿Por qué una cosa de locos?
-Puchi: Dejábamos en casa a Diego y a su hermano Cristian, que eran chiquitos, a cuidado de mi vieja. Y nosotros nos íbamos en tren a la mañana temprano, onda seis de la mañana, para llegar a las diez a Buenos Aires, tomábamos un café con leche y decíamos: “Bueno, nos vemos a la una en tal bar”. Entonces Liliana salía a los libros y yo salía a los discos. A la una nos encontrábamos, comíamos una ensaladita y un sanguchito, y como sabíamos que a las seis de la tarde teníamos el tren de regreso, volvíamos a la tarde a los discos y a los libros, nos reencontrábamos tipo cinco en un bar cerca de la estación y volvíamos, todo en un día, no parábamos en ningún hotel ni nada, una cosa de locos.
Con tanta pasión, el plan de Puchi no podía fallar. Día a día comenzaron a vender cada vez más y más discos, siempre dentro de la gama del rock y pop argentino e internacional y todo el jazz, y Utopía se convirtió en la primera disquería de la ciudad en vender discos importados. Una cucarda que el local sigue ostentando con orgullo.
-Diego, ¿cómo te enganchaste con esta pasión?
-Nosotros de chiquitos con mi hermano Cristian, que es 15 meses menor que yo y es médico, escuchábamos discos en el living. Yo también estudiaba Económicas como mi viejo, pero la diferencia es que yo no la terminé (risas). Es que no me veía trabajando de contador. Hoy nos viene bien porque los dos manejamos cuestiones del negocio, pero él maneja más la parte contable y a mí me encanta atender a la gente.
-¿Pero cuándo arrancaste a laburar en la disquería?
– Y…cuando terminé la secundaria. Me acuerdo que, ya en la facultad, cursaba a la mañana y venía al negocio a la tarde. La última materia que rendí fue en marzo del 2001, fue la última vez que fui a la facultad, me faltaban cuatro materias y no quise ir más, a partir de ahí empecé con jornada completa en el negocio. Pero ya me gustaba la música de mucho antes, yo iba al Superior de Comercio y a la salida siempre íbamos a ver qué era lo nuevo que había salido en las disquerías.
El periplo de Utopía Records comenzó en Galería Cassini del 78 al 80, de ahí fue a Galería Sudamérica, local 5, del 80 al 98, y de marzo del 98 hasta la actualidad en el local actual de calle Maipú.
-Puchi: Siempre nos mudábamos porque nos quedaba chico el negocio, no teníamos dónde poner los discos.
-Diego: Y ahora también nos está pasando (risas). Pero la habilitación oficial de este local de Maipú fue el 1º de marzo de 1998.
-Puchi, lo de ustedes siempre fue rock y jazz, estamos de acuerdo, pero si viene un tipo y te pide Los Palmeras o Valeria Lynch, ¿qué le decís?
-Esta disquería arrancó como una cuestión de gustos personales, nos quisimos especializar, porque dijimos “trabajo de lo que me gusta y de lo que conozco”. A veces me preguntan por qué no vendo música clásica. Y, porque no conozco. Yo sé que para vender clásico tenés que saber mucho, es muy jodido el clásico. El rock y jazz es lo que nos gusta y lo que conocemos, no es porque despreciemos lo otro, simplemente no es lo nuestro.
-Bien, pero para conocer hay que estudiar y el universo del rock es amplísimo. Así como antes investigabas la discografía de The Kinks, tu grupo favorito, ¿ahora estudiás a Arctic Monkeys, por ejemplo?
-Hay que separar dos épocas, cuando yo arranqué e incluso cuando arrancó Diego, no existía toda la bibliografía que hay ahora y obviamente que tampoco estaba internet. Entonces yo tenía y tengo una infinidad de bibliografía en inglés en mi casa, y tenía suscripción de revistas de Inglaterra, estaba siempre informado. Y siempre tuve la chifladura de investigar las cosas menos conocidas. Que es una chifladura digo, porque si venís y me preguntás si tengo toda la discografía de tal grupo grosso, yo te digo no. Pero después tengo discos de grupos que no los juna ni la vieja. Por ejemplo, para qué tener la discografía completa de los Rolling Stones en tu casa si lo tengo en la disquería. Pero el grupito Fichi Fichi que grabó un disco y medio en 1964 vos venís acá y lo vas a tener. Yo tenía esa chifladura y por suerte, ahora que estoy más viejo y estoy más vago, Diego sigue con la misma chifladura que tenía yo, porque sigue estudiando y sigue investigando todos esos grupos raros.
-Diego: Lo que pasa que es lindo descubrir grupos. Yo me acuerdo cuando descubrimos Nirvana o cuando descubrimos PJ Harvey o Rage Against The Machine. Me acuerdo cuando trajimos el primer disco de Rage Against The Machine. Yo dije “qué es esto, es algo distinto”.
-Puchi: Yo me acuerdo que tenía toda la discografía importada de The Cure en la época del vinilo y me cansaba de recomendárselo a la gente pero no lo conocían y no me daban mucha bolilla. Cuando se comenzó a editar acá y explotó, venían a buscar acá el resto de la discografía. Y yo decía: “Ah, ahora venís, ¿te acordás, cuando yo me cansé de recomendártelo y no me dabas bola?”. Fijate el caso de Fernando Kabusacki, él siempre dijo públicamente en reportajes que conoció a King Crimson y Robert Fripp “gracias a Puchi de Utopía que me lo hizo conocer”, y hoy toca con Fripp, eso es una alegría para uno.
-¿Cuál es tu grupo favorito, Puchi?
-Los Kinks es mi grupo favorito, siempre me peleaba con los fans de los Beatles, porque yo decía que el compositor inglés más importante de la década del 60 fue Ray Davies, líder de The Kinks. Y entonces me decían “¿pero y Lennon-McCartney y Jagger-Richards?”. “Son dos, yo te digo uno, Ray Davies es uno”. Pete Townshend, ponele, de The Who, es uno, pero los otros eran dos (risas). A mí me gusta mucho el folk inglés, pero por una cuestión generacional.
-Utopía tiene una particularidad, nunca tienen la música al palo, y es raro en una disquería, ya que generalmente pasa todo lo contrario.
-Es una decisión. Y pasa lo mismo en los recitales, mucha gente piensa que a más volumen es mejor y no es mejor, distorsiona el sonido. Este local, por ejemplo, es pésimo para la música porque hay mucho rebote, entonces hay disquerías que lo ponen fuerte para impresionar al cliente y que lo compre. A lo mejor los impresiona, pero a mí, como cliente, no me impresiona para nada, yo pido que lo bajen para escuchar el sonido y los detalles. Porque de lo contrario te sangra la oreja, no es lo mejor.
-Diego: Yo creo que la especialización fue la clave para subsistir y diferenciarnos, ese fue uno de los puntos principales para mantenernos tantos años. Vos fíjate que las cadenas como Musimundo o Tower han cerrado en todos lados y siempre quedan las cuevas. Por eso creo que hicimos la diferencia con el conocimiento y la especialización.
-¿Y por ese motivo venden discos fuera de Rosario también?
-Diego: Si, todo el tiempo, tenemos clientes a los que mandamos regularmente material a Santiago del Estero, Salta, Santa Fe, Córdoba, Río Negro, Paraná y a Buenos Aires mismo.
-Puchi: Hay gente que viene de Capital, y dice que se llegan a comprar acá porque en Buenos Aires no lo consiguen, no sé si es tan así, pero nos pasa.
-Decían que moría el CD y también que moría el rock con tanto trap. ¿Qué opinan?
-Puchi: Compacts se siguen vendiendo y se siguen editando, son otros tiempos, es otro mercado, pero sigue; y el trap me parece que es una cosa de la época pero no creo que inunde el mundo como lo hizo el rock. Son estilos para un cierto nicho de escuchas.
-Diego: De todos modos, el trap está muy fuerte, mis hijos lo escuchan, pero antes todos escuchaban L- Gante y ahora no se escucha por ningún lado. El tema es que esa música tenga futuro, habrá que ver.
-Puchi: ¿Y la música disco? Cuando salió barrió con todo lo que había a fines de los 70 y en los 80, parecía que arrasaba, yo creo que uno de los discos que más vendimos fue Fiebre de sábado por la noche.
-Diego: Según el programa que tenemos en el sistema, del 96 para acá el disco que más se vendió fue OK Computer de Radiohead, además es uno de mis preferidos. Pero antes de que tengamos ese programa el que más se vendió fue el de Bee Gees que dice mi viejo y también salió mucho Slowhand, de Clapton, el que tenía el tema “Cocaine”.
-Puchi, ya tenés 78 pirulos, alguna vez dijiste: “Che, no quiero laburar más en la disquería, me quedo a escuchar música en casa y listo”.
-Ni loco, yo vengo acá de lunes a sábado. Esto no es una oficina, vivimos los dos de este trabajo y somos afortunados, no lo sentimos como un laburo. Hemos laburado feriados y domingos con las puertas cerradas para ingresar el stock. No me molesta para nada, lo disfruto.
-Diego: Esto es una pasión.
La charla con Barullo continúa entre el recuerdo de algunos clientes tan atípicos que Netflix haría varias temporadas con sus historias, el relato de anécdotas impublicables y la sonrisa cómplice de los entrevistados. De fondo se escucha Norah Jones con su banda. Suena despacio para que se aprecien bien los detalles. Al estilo de Utopía.