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Las revistas de la buena memoria

Preciosos documentos históricos, disponibles en el Archivo Histórico de Revistas Argentinas (AHiRA), permiten cartografiar los agrupamientos y las tensiones del campo social literario de la ciudad. Habilitan la reconstrucción de debates y también de “bibliotecas” de influencias.

“Las revistas y las publicaciones periódicas a lo largo del siglo veinte en Argentina son uno de los principales escenarios en los cuales transcurrió el intercambio de ideas, tanto literarias como en el resto de la cultura en términos amplios: el debate ideológico, el debate de ideas políticas pero también el debate sobre el cine, el teatro, las artes plásticas, la literatura”, dice Sylvia Saitta, directora del Archivo Histórico de Revistas Argentinas (AHiRA). De acceso abierto y gratuito, con link al catálogo de la Hemeroteca de la Biblioteca Argentina, el archivo digital online es infinito como la Biblioteca de Babel que imaginó Jorge Luis Borges (mucho de cuya obra, evoca Saitta, se publicó primero en revistas). Entrar a https://www.ahira.com.ar/ es un viaje de ida.

Saitta es doctora en Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigadora independiente del Conicet y profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. “Desde hace muchos años dirijo equipos de investigación que abordan diferentes aspectos de los vínculos entre la literatura argentina, el periodismo y las revistas culturales, y hace unos años pensamos en que podíamos poner en una página web nuestras propias fuentes de trabajo, es decir: armar un archivo con aquellos materiales con los cuales habíamos realizado nuestras investigaciones”, contó a Barullo, resumiendo una decisión que se inscribe en la tendencia al “acceso abierto” que afortunadamente caracteriza cada vez más al campo de las humanidades digitales.

“El Archivo Histórico de Revistas Argentinas fue ese proyecto, realizado en el marco de aquellos proyectos académicos, todos ellos subsidiados por la Universidad Nacional de Buenos Aires. Comenzó siendo pequeño y empezó a crecer. Creció más allá de lo que habíamos esperado. El impacto fue muy grande; entonces decidimos reformularlo y armar una nueva plataforma. Cambiamos de plataforma, pedimos nuevos subsidios, tanto a la UBA como a la Agencia de Investigación Científica y Tecnológica, y gracias a esos subsidios armamos este archivo que atiende a dos grandes zonas”, detalla Saitta. “La principal es la digitalización y el acceso libre y gratuito a colecciones completas de revistas argentinas publicadas en diferentes ciudades del país; otra zona (la de estudios críticos) concentra análisis críticos sobre las publicaciones periódicas, artículos, capítulos y libros sobre las revistas argentinas, tanto sobre las colecciones de revistas que están en nuestra página como sobre las revistas argentinas en general”.

“El proyecto comenzó atendiendo principalmente a las revistas literarias y culturales. A medida que el sitio fue creciendo, este objetivo se modificó bastante para incorporar revistas sobre cine, teatro, deporte, música y sobre géneros en particular, como las revistas de ciencia ficción o de historietas. En este momento la página cuenta con más de ciento veinte colecciones completas de revistas argentinas de todo tipo. El equipo está conformado por investigadores y docentes de la ciudad de Buenos Aires. La mayoría de nosotros venimos de la carrera de Letras pero hay también historiadores y docentes de Ciencias de la Comunicación. El trabajo es extremadamente artesanal. En muchos casos somos nosotros mismos quienes digitalizamos las publicaciones, además de realizar los índices de las colecciones, que es el otro punto importante que tiene el archivo. Hemos recibido la colaboración de muchísimas personas: investigadores independientes, directores de museos, coleccionistas, lectores que nos escriben y nos ofrecen las publicaciones que tienen en sus casas… es un proyecto colectivo que se va armando entre todos”, se entusiasma Saitta.

“Ya superamos el millón de visitas, y es notable el modo en que quienes visitan la página nos escriben y colaboran en muchos casos para completar colecciones. Estamos incorporando colaboradores, corresponsales, lectoras y lectores amigos de la página para que nos proporcionen colecciones de revistas para digitalizar. Nuestro objetivo es llegar a tener algunas de las grandes revistas que marcaron época, no sólo en la cultura argentina sino en la historia del periodismo en general: Primera Plana, Confirmado, El Periodista, El Porteño y otras no publicadas en Buenos Aires. Además de diversificar los temas de las revistas y las publicaciones periódicas, el otro objetivo que nos propusimos es el de reunir y mostrar revistas que no hayan sido publicadas sólo en la ciudad de Buenos Aires”.

Abrir el mapa

“Si hay algo que caracteriza el estado de la cultura argentina es el estar centrado, muchas veces exclusivamente, en lo que sucede en la ciudad de Buenos Aires”, se lamenta Saitta. “A mí me preocupaba bastante esto y lo que me interesa es abrir el mapa, y poner a disposición, en diálogo y en cruce, las revistas publicadas en Buenos Aires con las revistas publicadas en otras ciudades del país. Esta tarea es la más difícil, pero el objetivo es ir cubriendo ese mapa. Que nos va a permitir tener una mirada más amplia sobre la historia de las revistas argentinas. En la página ya hay revistas publicadas en Santiago del Estero, en Catamarca, en Mar del Plata, en distintas ciudades de la provincia de Buenos Aires y en la ciudad de Córdoba, pero todavía no pudimos acceder, por ejemplo, a las revistas publicadas en Salta, Tucumán, Mendoza, que tienen una tradición importante en la publicación de revistas culturales o literarias”, dice Saitta. Y cabría sumar las ciudades de Santa Fe y Paraná”.

¿Y Rosario? Ocupa un gran lugar en el proyecto, por propia prepotencia de trabajo. “El trabajo ha sido maravilloso en relación a las publicaciones y revistas que salieron en Rosario, y esto es por un motivo: en primer lugar porque Rosario tiene una tradición importantísima de revistas literarias y culturales; es decir, son muchas las que se publicaron en la ciudad. Y además porque los docentes, los investigadores e investigadoras de la Universidad Nacional de Rosario, así como quienes trabajan en bibliotecas o en museos de la ciudad, nos han brindado un apoyo casi diría incondicional”, expresa Saitta. “Buscaron colecciones de revistas, armaron sus índices, y siguen buscando colecciones y números para completar alguna. Y es por eso que hoy en la página hay más de diez revistas que fueron publicadas allá. Esto mismo no sucede en otras ciudades”.

La escritora y licenciada en Letras (UNR) Marina Maggi, corresponsal de AHiRA en Rosario, cuenta que su colaboración “es fruto de una serie de coincidencias felices. Una investigadora amiga, María Fernanda Alle, me presentó a Magalí Devés, historiadora de Buenos Aires que participa en el proyecto. Conversando con ellas, mencioné la revista Paraná, que había sido donada a la Biblioteca Popular Alfonsina Storni, en la que yo trabajaba. A partir de esa charla, gracias al interés y la generosidad de Sylvia Saitta y Magalí, participé en la digitalización de esa revista. Colaborar en este proyecto es para mí una oportunidad de aprendizaje y una gran alegría. AHiRA convoca a pensar la consistencia dinámica de un archivo, que no existe sino en función de la intensidad de las lecturas que desde el presente se vuelcan hacia los materiales que nos llegan, con sus huellas e interrogantes, desde el pasado”.

Poetas y gritas

Cuenta Maggi que hace poco, entre otras publicaciones de Rosario, se digitalizaron las revistas Confluencia (presentada por Érica Brasca), Alto Aire y Pausa (presentada por Santiago Hernández Aparicio, también poeta y docente en la carrera de Letras de la UNR). No es casual que justo ella señale estas tres revistas rosarinas de poesía y crítica literaria de mediados del siglo veinte. Se accede en ellas, en presente, a una tradición moderna de poesía lírica (la de “los poetas de los 50”) que parecía olvidada, “superada” o reducida a diluidos trazos en la memoria de unos pocos, pero que sin embargo parece revivir en la poesía de Marina, Santiago y sus coetáneos.

La historia se construye desde el presente, y un archivo es un campo de batalla. No está aún en la página El lagrimal trifurca, el órgano de la formación cultural que le arrebató la hegemonía cultural local a sus colegas del período anterior, la poesía “de los 50”, que justamente de eso se tratan los poetas de Pausa, Confluencia y Alto Aire (pero varios de ellos ya publicaban en los 40 y siguieron entrados los 60 y el siglo XXI).

Rescate notable es el de la revista ilustrada de poesía Cosmorama (1943-1945), que editó nueve números y a la que Osvaldo Aguirre definió como “revista de dos ciudades” (Rosario y Buenos Aires). “Bajo ese nombre se organizó un grupo de poetas que reacciona frente a las vanguardias de los años veinte para recuperar la lógica del canto y la belleza”, escribe Sebastián Hernaiz en la presentación. Este péndulo entre una antilírica prosaísta y una lírica esteticista acentuará su vaivén en lo que resta del siglo.

Estas revistas literarias y culturales, preciosos documentos históricos, permiten cartografiar los agrupamientos y las tensiones del campo social literario de la ciudad de Rosario y alrededores. Habilitan la reconstrucción de debates y también de “bibliotecas” de influencias. Las traducciones, los ensayos, las reseñas, las tomas de partido ideológicas o estéticas, las carencias económicas o los apoyos obtenidos (legibles en la calidad del papel, la diagramación, la impresión) y, por supuesto, las obras, tanto literarias como artísticas si hay ilustraciones: todo eso se deja leer en AHiRA en joyas que del papel oxidado tienen la imagen virtual escaneada al PDF, sin el aroma.

No tiene desperdicio el sexto y penúltimo número de Pausa (fechado en Rosario, julio de 1959), la revista que dirigía el poeta Rubén Sevlever. Con un diseño moderno a cargo de Eduardo Serón, incluye traducciones de André Breton por Oreste Frattoni,; un dossier bilingüe de poesía en idioma portugués, con traducciones de Rafael Ielpi; un poema místico-filosófico de Lanza del Vasto en “traducción literal de Hugo Padeletti”, y un poema de este último, “Primer apuntamiento”; dos futuros clásicos de Aldo Oliva, “La puerta estrecha” y “Terror en las terrazas”; un poema de Daniel Giribaldi; un olvidado Oscar Grandov (data su texto en San Genaro, usa el “vosotros”); una enigmática firma, “R. B. A. Medina” (¿Beatriz Medina?) y un bello poema extenso de Ielpi, “El sur es como una larga espera en un segundo”, cuyos versos de largo aliento acusan la influencia de Enrique Molina y la revista Poesía Buenos Aires. Asombra pensar que dos coetáneos de sesgo ideológico tan distinto como Oliva y Padeletti hayan colaborado en la misma revista; no tan asombroso considerando las afinidades estéticas, centradas (como escribe Hernández Aparicio sobre todos los autores de la revista) en “el interés por el poema como un trabajo específico sobre la palabra”. En otros números publicaron poemas Willy Harvey, Francisco Urondo, Hugo Gola, Noemí Ulla y otrxs. El número 1 (octubre, 1957) fue diagramado e ilustrado por Oscar Herrero Miranda.

También Alto Aire, y también desde Rosario, como señala Maggi “inscribe su proyecto al interior de la renovación poética promovida por Poesía Buenos Aires (1950-1960)”. Con una moderna diagramación de Juan Carlos Quaglia, “publica su primer y único ejemplar en abril de 1965, bajo el cuidado de Luis María Castellanos (1943-2005), Juan Manuel Inchauspe (1940-1991) y Alberto Carlos Vila Ortiz (1935-2014). Dedicada por completo a la poesía, conjuga la constelación poética de sus editores con la labor de traducción, abocada a tres poetas de lengua inglesa: Dylan Thomas, Wallace Stevens y e. e. cummings”. El primero es traducido por Vila Ortiz; los otros dos, por Castellanos.

Padeletti (1928-2018), quien (según relatos del propio poeta) aún adolescente arrimaba sus versos a Cosmorama y recibía allí el consejo de leer a Ricardo Molinari, publicó a sus veinte añitos un sólido ensayo titulado “Experiencia poética y experiencia mística” en Confluencia, revista que editó dos números en 1948 y se presentaba como “Cuadernos trimestrales editados bajo el cuidado de…” y atenti a la lista de editores: Hugo Padeletti, Beatriz Guido (sí, la célebre novelista y guionista) y Bernard Barrere. Incluía poemas de (quién si no) Ricardo Molinari, traducciones de las “Quimeras” del poeta simbolista francés Gérard de Nerval por Ángel Battistessa, ensayos de Beatriz Guido y rarezas como poemas de Fausto Hernández traducidos al francés por Arturo Fruttero, o una reseña de un libro de Adolfo Bioy Casares firmada por Miguel Brascó.

En una serie (aún no en AHiRA) de valiosos y raros trabajos sobre las revistas “subterráneas”, “contraculturales” o “alternativas” de la resistencia cultural en la última dictadura militar argentina (1976 a 1983), la investigadora Evangelina Margiolakis (UBA/Instituto de Investigaciones Gino Germani) toma de Raymond Williams la categoría de “formaciones culturales” para describir “movimientos y tendencias efectivos en la vida intelectual y artística” que constituyen “formas de organización más informales que las instituciones” (1).  Por supuesto que unos mismos “actores” (otra categoría útil de la sociología) pueden ocupar posiciones simultáneas en unas y otras.

Literatura nacional

La revista Paraná (nombre completo: “Paraná. Columna vertebral del Litoral. Rica vena, terso nervio, clara voz de Argentina intelectual”) fue una aventura artístico-literaria ilustrada que dirigió Ricardo Ernesto Montes i Bradley (1905-1976). Publicada en Rosario entre 1941 y 1943, buscó poner en diálogo el arte y la literatura del Litoral. Contenía obras literarias de autores y autoras de la región y, además de reproducir (no sólo como ilustraciones sino con valor autónomo) piezas gráficas o pictóricas de artistas rosarinos como María Laura Schiavoni, Leónidas Gambartes, Julio Vanzo, Manuel Musto y Ricardo Warecki, incluía valiosas notas de crítica de arte que analizaban a fondo no sólo obras plásticas sino las políticas culturales institucionales locales contemporáneas y el rol de los artistas en ellas. También informaban sobre acontecimientos culturales locales importantes. La fauna y flora litoraleñas (animales y plantas en su entorno natural, hoy diríamos “el ecosistema”) se representaban en muchas de las obras gráficas, con un estilo no naturalista sino de afinada síntesis modernista.

Detalla Maggi: “Su colección cuenta con dos volúmenes. El primero comprende los números 1 (invierno 1941), 2 (primavera de 1941) y 3 (verano 1941), mientras que el segundo abarca en un mismo tomo los números 4-7 (otoño-invierno-primavera-verano de 1943)”. Maggi destaca “el cuidado y el valor de la factura”: “El gramaje del papel, las tipografías utilizadas y las láminas en color ponen de relieve la densidad de la revista como objeto estético”.

Hasta no hace mucho, números de la revista se conseguían muy barato en la desaparecida librería Longo. En 2017, hubo una hermosa exposición sobre Paraná en el Museo Castagnino. Con curaduría de Sabina Florio, Cynthia Blaconá y Jimena Rodríguez, se tituló “Pensar la región. Políticas culturales entre la pluma y el pincel”.

En el campo de la crítica literaria y con una fuerte inscripción institucional, merecen relectura los primeros cinco números del Boletín de Literaturas Hispánicas del Instituto de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral (actualmente, Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario). Dirigido en los primeros nueve de diez números por Adolfo Prieto, con Noemí Ulla como ayudante, publicó el primero en 1959 y fue regularmente anual. Quienes se quejen de la dureza de la crítica literaria de hoy, tengan a bien revisar la reseña de “Iris Josefina Ludmer” sobre la segunda “novela seminovela” (Ludmer dixit) de Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas, en el número 5 (año 1963). La acusa de atrasar 15 años (“la ubica en 1955, piensa en 1930”) y de sus personajes dice que “son títeres cuyos hilos penden del complejo de Edipo”. En el número 1, el poeta y profesor universitario Aldo Oliva analiza en Trilce (1922), de César Vallejo, ciertos procedimientos literarios vanguardistas; ese ensayo sirve hoy como clave de lectura de su propia obra. Y Adolfo Prieto reivindica Adán Buenosayres, novela de Leopoldo Marechal, situándola en la tradición conceptista y castellana de Quevedo. En el 4, la injustamente olvidada escritora Marta Scrimaglio vincula a Rubén Darío con Góngora… y esto es perspectiva histórica, señores: el péndulo estilístico de la poesía se mece desde el Siglo de Oro.

Tienen urgente vigencia para la política y la literatura de hoy los estudios críticos de Adolfo Prieto sobre Scalabrini Ortiz y sobre Roberto Arlt. Con este último texto dialogará la brillante reseña de Nicolás Rosa para Setecientosmonos (número 6, agosto 1965) acerca del ensayo Sexo y traición en Roberto Arlt, de Oscar Masotta.

PREGUNTA: ¿Cuál le parece la novela más importante de los últimos 10 años?

ABELARDO CASTILLO: “Sobre héroes y tumbas, por supuesto”. (“Lo que pasó entre el escarabajo y los monos. Reportaje a Abelardo Castillo” en Setecientosmonos, número 3/4, noviembre 1964). Con un humor minado de guiños y desbordante de irreverencia hacia la cultura oficial, Setecientosmonos empezó como un fanzine mimeografiado y se convirtió en vivaz expresión de la intelectualidad y de la actualidad cultural de su tiempo. Cine, política, psicoanálisis, arte: nada les fue ajeno a los “monos”. Los dos primeros números daban lástima, pero desde el 3/4 la revista huele a charla de bar, a café y cigarrillos. Nicolás Rosa, profesor de la UNL, fue el responsable de la mutación; Rodolfo Elizalde, de la diagramación a lo Mondrian desde el número 6.

“Se publicó en Rosario entre mayo de 1964 y octubre de 1967, por iniciativa de un grupo de jóvenes amigos, aficionados a la literatura: Juan Carlos Martini, Carlos Schork, Omar Pérez Cantón y Rubén Radeff. Ninguno de los cuatro era escritor y sólo Martini llegará a serlo luego”, escribe Judith Podlubne en la presentación, donde destaca un cruce de firmas con el Boletín: “Por invitación de Rosa, Adolfo Prieto y varios miembros de su equipo colaboran en Setecientosmonos”. Cabe agregar que Schork es artista plástico. Cuentos y poemas publicados en la revista fueron ilustrados por Mele Bruniard y por Olga Vitabile. Ya en este siglo, en 2012, Santiago Arcos Editor publicó una antología de la revista Setecientosmonos, con edición de Osvaldo Aguirre y Gilda Di Crosta. Se incluían textos de Juan José Saer, Angélica Gorodischer, María Teresa Gramuglio y Gladys Onega, entre otros. Se presentó en el Centro Cultural Parque de España de Rosario, que dirigía Martín Prieto y cuya revista institucional (Transatlántico) integra el archivo AHiRA, no así su precursora (Lucera).

Dirigida por Eugenio Castelli y con dirección postal en San Lorenzo 3664, la revista cultural Crítica. Cine – Letras – Arte publicó 15 números entre 1962 y 1967. El orden de los términos del subtítulo da idea del valor que los rosarinos cultos de entonces daban al séptimo arte. Además de los estudios críticos sobre autores contemporáneos y de otros tiempos, las reseñas y la lista de libros recibidos (costumbre generalizada en todos estos medios, pero que aquí era exhaustiva) arman un mapa de lecturas de época.

Velmiro Ayala Gauna (que además integraba el equipo de redacción de Crítica y colaboraba en Setecientosmonos) fue “el mayoral” de La Diligencia, que se publicó “en Pago de los Arroyos” (Rosario) entre junio de 1960 y abril de 1964. Castelli integró el consejo directivo con Clara Passafari de Gutiérrez (en los números 8 a 11), y tomó la posta el “baqueano” Jorge Antonili hasta el número 15. Muchos de los colaboradores eran socios de la Sociedad Argentina de Escritores (Sade) Filial Rosario. El objetivo fue crear un espacio de difusión para poetas, narradores, ensayistas y dramaturgos del interior del país, “aquel que se desenvuelve lejos del bullicio de la gran metrópoli… sin facilidades para la divulgación de sus obras, sin tener el apoyo del gran público”.

La diligencia editó además los Cuadernos de la Diligencia, antologías de obras literarias donde predominaba la valoración de lo autóctono, de personajes populares, de un lenguaje local y otros rasgos con que se pensaba la categoría de “literatura nacional”. En 1960, Ayala Gauna publicó en La Diligencia un ensayo titulado “¿Existe la literatura nacional?”. La revista Crítica lo reprodujo en 1967 en su último número con motivo de su muerte. Allí el autor deslinda lo nacional de lo argentino, lo regional y lo folklórico. Vale la pena releerlo ya mismo. Acaso anterior a esas coordenadas geopolíticas de estilo, se puede hallar en estos Cuadernos un poema “cincuentista” de Irma Peirano (Cuadernos de la Diligencia 1, 1960) titulado Los suicidas: “Todo al fin se suicida (…) todo brío y color se desvanecen (…) Piel abajo/ la sangre, sin descanso, se suicida”.

También se halla en AHiRA un experimento interesante y muy influyente de localización o de literatura situada. Se trata de Rosario Ilustrada. Guía Literaria de la Ciudad, revista ilustrada en fascículos que publicó la Editorial Municipal de Rosario (EMR). Las cuatro ediciones de la publicación fueron en este siglo, pero la mayoría de los 80 textos literarios ambientados en la ciudad que seleccionaron Martín Prieto y Nora Avaro para armar una cartografía de referencias al territorio pertenecen al siglo XX. Hay obras de Alfonsina Storni, Rosa Wernicke, Facundo Marull, Marcos Lenzoni, Rodolfo Vinacua, Francisco Gandolfo, Roberto Fontanarrosa, Jorge Barquero y muchos otros autores o autoras, mayoritariamente de la ciudad, que anclaron sus textos en ella.

Para terminar, dos reflexiones. Una, que sigue y amplía ciertos señalamientos hechos en las presentaciones de las colecciones de revistas de AHiRA: no son datos menores las fechas de publicación de las revistas culturales locales reunidas hasta ahora. Lo más vital y polémico de lo publicado en los años 50 y 60 deja de salir, o bien se atempera, en la segunda mitad de la década del 60. Esta apreciación tendría alguna correlación significativa con la dictadura de Juan Carlos Onganía, presidente de facto que asumió el 29 de junio de 1966, derrocando a Arturo Illia y luego interviniendo la Universidad Nacional en el hecho represivo dolorosamente célebre conocido como la “Noche de los bastones largos”, tras lo cual renunciaron a sus cátedras Adolfo Prieto y sus colegas afines (cambio reflejado en el Boletín). En otro nivel de representación más inasible, lo que Raymond Williams llamaría “la estructura de sentimiento”, el internacionalista y moderno clima de época que expresa Setecientosmonos parece ser anterior a Onganía.

Y la otra: todavía faltan revistas rosarinas en el Archivo Histórico de Revistas Argentinas (AHiRA). No sería difícil obtener Cinema para Todos, revista cultural de los años 20 y 30 que antologó Pablo Montini en un libro, Los desterrados, publicado este año por Iván Rosado. Otro tanto hizo Osvaldo Aguirre con la innovadora experiencia periodística que fue a finales de los 60 el semanario Boom, con dirección de Ovidio Lagos Rueda y Rodolfo Vinacua como jefe de redacción, y donde entre otras notas sobre la actualidad sociopolítica local se publicó una crónica ilustrada del Rosariazo (2).  

Merecen estar también La Cebra a Lunares y Risario (humor, esta última dirigida por David Leiva) junto a Ciudad Gótica, Ciudad Tónica y Viajeros de la Underwood, revistas independientes literarias y culturales de los años 90, de las que se ocupó en una tesis Natalia Massei (3). Y la constelación de revistas “subte” del período estudiado por Margiolakis. Muchas, recuerda Horacio Vargas (inventor de la sigla), se reunieron en la Agrupación de Publicaciones Alternativas de Rosario (Apar). Algunas eran revistas estudiantiles: Punto de Fuga, del Politécnico; Desde la Jaula, del Normal 1. Parábola, órgano del Partido Socialista de los Trabajadores (dato que ni sus propi@s redactores sabían) empezó en el Superior de Comercio y se “undergroundizó”. Otras fueron siempre independientes: Smog, Barlovento, Rayuela, Acuarela e Invisible; también Rocksario (de música), Unidas (feminista), El Maldito Chocho (de historieta), El Poeta Manco (célebre por sus pintadas urbanas) y tantas más. Continuará…

Notas

(1) Margiolakis, E. (2015). La conformación de una trama colectiva de publicaciones culturales subterráneas durante la última dictadura cívico-militar argentina. Contenciosa, (2). https://doi.org/10.14409/contenciosa.v0i2.5060.

 (2) Aguirre, O. (ed.) (2013). Boom. La revista de Rosario. La Chicago Editora (Rosario).

(3) Massei, N. (2019). Zonas de escritura. Narrativas y campo literario en Rosario (1990-2001). Universidad Nacional de Rosario. Centro de Estudios Interdisciplinarios. Maestría en Estudios Culturales. https://rephip.unr.edu.ar/

Por Beatriz Vignoli

Soy escritora a secas, periodista cultural, traductora profesional, curadora independiente y jardinera aficionada. Escribo en Rosario/12 desde 1991. He publicado libros de poesía y narrativa de ficción y no ficción, donde temo que a veces se complica discernir cuál es cuál.

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