Sobre finales de la Segunda Guerra Mundial los artistas plásticos visualizaban al gobierno de Farrell como un apéndice del eje Berlín-Roma por su condición de neutralidad. La llegada de Perón y el peronismo a los primeros planos de la vida institucional argentina los ubicó, casi masivamente, del lado de la Unión Democrática con un fuerte respaldo de la embajada de Estados Unidos en torno al Salón Independiente, que abría sus puertas en una sala de la calle Florida, gentilmente cedida por la Sociedad Rural Argentina, en clara oposición al Salón Nacional, que pasó a ser sinónimo de adhesión al oficialismo. Aparece la figura de los “artistas ciudadanos” y la palabra “libertad” como centro convocante.
En el terreno de las artes visuales, el primer espacio en que el peronismo actuó decididamente fueron los Salones Nacionales. Desde 1946, el Reglamento introduce modificaciones: el Gran Premio de Pintura y el de Escultura pasan a denominarse «Presidente de la Nación Argentina» y se crean, además, los premios ministeriales. Aunque las sugerencias temáticas podían interpretarse como una normativa, no actuaron de un modo excluyente, señala la especialista Andrea Giunta (El arte moderno desde las sombras del peronismo-Vanguardia, internacionalismo y política): “El Salón, que todavía se consideraba el acontecimiento artístico del año, incorporó temas y estilos diversos. En 1946 incluyó a Berni, a Forner y a Fontana, artistas que habían formado parte del Salón Independiente, y también mezcló en sus salas obras abstractizantes con otras realistas, entre las que solamente una aludía a los hechos recientes: la pintura «Los descamisados», de Adolfo Montero”.
Mucho se habló del primer peronismo como un tiempo de sombras para la cultura, y en particular, de uno de sus ministros: Oscar Ivanisevich. Pero el territorio de la plástica prácticamente careció de adeptos que sacralizaran el “régimen” con sus obras o, en un sentido contrario, de exposiciones de corte político que implicaran descalificaciones o eliminaciones sistemáticas de obras y de artistas, como había sucedido en el caso de España y de Alemania por parte del nazismo.
Volviendo a Ivanisevich, era un personaje atractivo para Perón en un momento en que le era necesario enfrentar al bloque de la Unión Democrática. Pero junto a esto estaban sus gustos y preferencias en el terreno artístico, probablemente no tan relevantes para Perón, quien tenía otro tipo de cuestiones a abordar con la cultura: su necesidad de conformar un corpus doctrinario que le diera homogeneidad al movimiento que estaba fundando. Es muy interesante este proceso porque mientras su ministro discutía acerca de temas estéticos, es decir, manteniendo el arte en el centro de la escena, Perón discutía desde la perspectiva de la cultura como civilización. «Las investigaciones científicas, las artes y las letras, retoñan y florecen de día en día afianzando el prolífero patrimonio de nuestra civilización grecolatina que nos fuera legada y de lo que somos continuadores». Este texto del Primer Plan Quinquenal coincide con los grandes discursos de Perón vinculados al Día de la Raza y la Comunidad Organizada, entre otros tantos.
La política del peronismo dependió más de los intereses de coyunturales gestores que de un programa predeterminado. Y así como Ivanisevich atacaba el arte abstracto, otros funcionarios del gobierno, como Ignacio Pirovano, director en ese momento del Museo de Arte Decorativo, lo defendían e incluso lo coleccionaban.
El gobierno peronista otorga un tratamiento diferenciado al conjunto del movimiento folklórico criollo, sobre todo en su variante conservadora, propia de la generación del centenario, con poca negritud y festividades andinas. En 1947 fue refundado el Instituto Nacional de la Tradición y el Folklore y Juan Alfonso Carrizo fue ratificado en la Dirección. Similar patrón siguió el Instituto Nacional de Musicología con la dirección de Carlos Vega.
Pero lo cierto es que la lucha política fue intensa por la coincidencia de muchos factores y la presencia de la embajada de EEUU en el trasfondo de muchas acciones. Desde María Rosa Oliver, del grupo inicial de Sur (un sistema de pertenencias y exclusiones que funcionó tanto en el ámbito de la plástica como en el de la literatura), que en nombre de “mantener la más alta cultura” colaboró entre 1942 y 1945 con la Office of Coordination for Inter-American Affairs organizada por Nelson Rockefeller con el objeto de promover programas económicos y culturales en América latina; hasta los Actos de homenaje a Sarmiento en el Luna Park organizados por la Confederación de maestros, que según comenta La Nación en su edición del 12 de septiembre de 1945 sosteniendo “Bárbaros, las ideas no se matan” en un retrato del prócer pintado por Antonio Berni, “había sido extremadamente polémico si consideramos la clamorosa ovación que partió de los cuatro costados del local cuando por los altavoces se anunció la llegada del embajador de los Estados Unidos Mr. Braden…”. Esta incidencia, de manera más o menos descarada, continuó influyendo por muchos años, hasta los tiempos del Instituto Di Tella y la Fundación Ford a mediados de los 60.
Igual situación abarcaba a otros personajes destacados, como es el caso de Atahualpa Yupanqui. Fue uno de los creadores que mejor representaron la intersección del mundo artístico y académico dentro del movimiento folklórico argentino que incorporó el realismo social en sus letras y poemas. A pesar de que por mucho tiempo Yupanqui fue asociado con el Partido Comunista, su afiliación formal sólo fue entre 1945 y 1953, un breve período en su larga carrera. Antes, a fines de 1931, Yupanqui marchó hacia La Paz (Entre Ríos) para sumarse a lo que calificó como la revolución radical de los hermanos Kennedy.
La posición de Yupanqui le permitió realizar giras por el exterior financiadas por el PC, pero al mismo tiempo esa militancia (y no su arte) le trajo persecución, cárcel y censura como a pocos. Aunque muchos dirigentes y funcionarios peronistas lo adoraban. De hecho, los organizadores del Día del Trabajo en 1951 incluyeron una representación de su Zamba del grillo en el escenario central de la Plaza de Mayo. Yupanqui concurrió a los festejos entre el público y quedó conmovido, según cuenta en cartas a su esposa Nenet Pepin. Con el tiempo fue reivindicado por el peronismo. Incluso, en un viaje a Tucumán, fue recibido como un héroe y nombrado hijo dilecto de la provincia y “orgullo del pueblo trabajador” por el gobernador peronista Luis Cruz, ex trabajador ferroviario del gremio de la Fraternidad. Las vueltas de la vida (y de la política): en 1955, quien desagravió a Yupanqui fue preso por más de dos años a manos de la Revolución Libertadora.
Desde este posicionamiento de Perón ante las Políticas Culturales, y en tiempos cargados de luces y sombras para unos y otros, crea mediante el Decreto Presidencial N° 35879 del 20 de noviembre de 1948 la Orquesta Sinfónica Nacional con los siguientes objetivos, entre otros: “…proporcionar a directores, compositores y ejecutantes la oportunidad de que llegue a grandes y pequeños auditorios de todas las regiones, la interpretación de los clásicos de la música y de los creadores autóctonos”; “… que constituya el diapasón de universal resonancia que nuestra música requiere”. No sólo eso, también habilita la importación de partituras sinfónicas desde Inglaterra. Y curiosamente, o no, Eva Perón, el mismo año, envía a su secretario, el poeta José María Castiñeira de Dios, a convencer a Juan de Dios Filiberto para nacionalizar su orquesta de música porteña, que actualmente existe y lleva su nombre.

A estas acciones debe agregarse el enorme despliegue de recursos estatales asignados a festivales nacionales tendientes a destacar el perfil productivo de la Nación, permitiendo una circulación nunca vista de artistas, preferentemente vinculados al movimiento folklórico. La Fiesta de la Vendimia y la de la Zafra, entre otras, las Exposiciones de la Industria y la Minería con un fuerte aporte del arquitecto Sabaté en sus diseños escenográficos, configuran una intervención estatal sin precedentes, para algunos muy importantes, para otros, pura propaganda.
Leé la tercera parte ACÁ.