Desde los tiempos del virreinato, la Iglesia Católica y los Borbones, hasta el último peronismo cooptado por el progresismo cultural, las políticas culturales en la Argentina han sido un terreno cargado de tensiones y contradicciones al igual que todo el devenir de su historia. Hablar de políticas culturales es hablar de “intervención estatal” en la vida cultural, un estrecho pasillo donde tanto la deserción del Estado como la sobreactuación de su rol pueden llevar a lugares indeseados. “Mentiras y verdades de las políticas culturales” es un espacio de trabajo crítico en el cual la búsqueda de concordancia entre discurso y resultados pasa a ser el objetivo principal.
En Buenos Aires, a finales del siglo XVIII, la asociación entre la creación artística y una política estatal despuntaba en la época del virreinato. En lo que concierne a la pintura y la escultura coloniales, el gran promotor fue la Iglesia Católica, que encargaba la mayor parte de las compras de objetos religiosos para transmitir la fe.

“Hablamos de la Iglesia que ha salido del Concilio de Trento —cuenta el doctor en filosofía y letras José Emilio Burucúa—, que es una de las más grandiosas empresas de organización que va desde la economía hasta la cultura, la ideología y la filosofía del mundo moderno. Es un esfuerzo admirable porque abarca más de medio mundo, desde el corazón de la Europa católica hasta el Nuevo Mundo y llega hasta Asia, donde los padres de la Compañía de Jesús buscaban implantar el cristianismo. En esa expansión una de las herramientas fundamentales era el arte, como una manera de prédica y propaganda. De modo que hay toda una política de las construcciones de los espacios arquitectónicos y de la imagen. Se producían manuales de cómo debían ser las imágenes para que cumplieran su finalidad de consolidar la fe cristiana”.
Esta apelación a la centralidad del arte en las políticas culturales se mantendrá por lo menos hasta mediados del siglo XX.
Por la expulsión de los jesuitas a fines del siglo XVIII se produce un vacío que no es ocupado por otras órdenes, sino por el Estado borbónico a través de sus funcionarios en el río de la Plata.
”Los borbones fundan en España la Academia de la Lengua y la de Bellas Artes. Son instrumentos que tiene la monarquía para encauzar programas estéticos cuya finalidad era la exaltación del monarca como la garantía de justicia y orden social, incluso compitiendo con la autoridad del Papa y los obispos. Los borbones muestran en España, en el siglo XVIII, una sistematicidad que no habían tenido antes las monarquías”, recuerda Burucúa.