Cuando la ciudad
aún parecía una ciudad
la gente
se encontraba en los bares
y se miraba entre sí, y no
una pequeña pantalla. Cuando
la ciudad
aún recordaba a una ciudad
los ómnibus surcaban sus calles
y aquellos ómnibus
―de todos colores― llevaban
a los estudiantes
y los trasnochadores, a los trabajadores
y los borrachos. Cuando la ciudad
creía aún en sí misma
las librerías
surgían como hongos
y los cines cerraban
de madrugada. Pero aquella
ciudad, como la primavera
del 83 (y también
la del 73), pasó. Y ahora, la vieja hoguera
de la esperanza
ya no logra iluminarnos. Andamos
perdidos
por las mismas veredas
que una vez nos vieron caminar
confiados. Parecemos
huérfanos, y acaso lo seamos.
Huérfanos del amor
y la revolución, y también
de la ciudad. Madre perdida,
¿nacerás nuevamente? ¿Volverás
a entibiar
nuestro pecho? ¿Nos darás
bares, cines, librerías,
amor? ¿Te escaparás
de la cárcel del pasado, dejarás
de ser memoria
para convertirte en mundootra vez, llena de luz y libertad
para nosotros?
Publicado en la ed. impresa #21