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Cuando se termina el día, la bandera de Catalina y un chivo a puro jazz

Cuentos de medianoche

A veces, literatura y radio resultan una combinación inmejorable. También se sabe que muchas buenas intenciones fueron aplastadas por envasarse en una abrumadora pretenciosidad que no necesitaban; pero aquellas que lo consiguen generan un espacio irresistible para quienes quieren escuchar hablar a los que escriben o escuchar directamente aquello escrito, relatos o fragmentos que conducen como en una visita guiada a través de otros espacios y tiempos y junto a personajes –o a la falta de ellos– para avistar mundos posibles o fantásticos, misteriosos o hiperreales, distópicos o terroríficos, por nombrar solo algunos de esos universos. Cuando se termina el día, en Radio Nacional, se ofrece uno de esos envíos concebido con este criterio excluyente: el de encantar al oyente con la narración de un relato, y si bien hay muchos animales de radio con una voz ideal para estos menesteres, hay una que se destaca y es capaz de modular con la precisión del silencio adecuado, imprimiendo tonalidades y matices que potencian lo narrado: perfecta dicción, manejo del tiempo, golpe de efecto, lo que se llama seducción de la lectura. El dueño de esa voz extraordinaria es Quique Pesoa –quien supo dar relieve al éter radial rosarino durante un buen tiempo–, que lee impecablemente en Cuentos de medianoche relatos de escritores argentinos y extranjeros con una duración de entre quince y veintipico de minutos cada uno. En efecto, timing y énfasis son las claves formales para que los cuentos se desplieguen y vayan contextualizando acciones y descripciones del amplio mapa narrativo que ofrece este microprograma cuyo contenido –la selección de cuentos– está armado por Pancho Mondino, de la Biblioteca Popular Babel, de La Falda, Córdoba. El universo de autores elegidos es tan amplio que ninguna época parece quedar afuera y tanto puede escucharse un relato de la argentina contemporánea Samanta Schweblin como otro de Guy de Maupassant o Voltaire; es decir un arco donde entran buena parte de las variables narrativas de todos los tiempos, y, claro, leídas con esa profunda calidez de la voz de Pesoa, al que se nota tan compenetrado como entusiasmado en su tarea, casi revelando –en una particular apropiación del giro lingüístico, se diría– que contar esos relatos es contar el mundo. Juan Rulfo, Hebe Uhart, Osvaldo Soriano, Italo Calvino, Katherine Mansfield, Rodolfo Walsh, Sam Shepard, Oscar Wilde, Liliana Bodoc, Ray Bradbury, Juan Filloy, Haroldo Conti son apenas algunos de los narradores que integran la grilla –también hay cuentos populares anónimos– cuyos relatos pueden escucharse –para quien guste empacharse– como podcast en el ítem Cuentos de medianoche en la página web de Radio Nacional.

Catalina, la mujer de la bandera

Presentación de Catalina, la mujer de la bandera

Entre las historias de mujeres invisibilizadas del pasado rosarino, una reciente miniserie documental rescata la de María Catalina Echevarría, de quien se dice que cosió el paño que Manuel Belgrano izó el 27 de febrero de 1812. Hay indicios suficientes para decir que Catalina, la mujer de la bandera fue pensada para poner de manifiesto esas antiguas presencias que hoy el feminismo y su cuarta ola insisten en llamar por su nombre en la lucha por la igualdad de derechos. El formato privilegia los decires a cámara de investigadorxs e historiadorxs sobre lo construido acerca de esta mujer que habitó la temprana capilla del Rosario, en los albores del siglo XIX, junto a un montaje donde van surgiendo las pinturas –Belgrano, el hermano de Catalina, las baterías emplazadas aquel remoto febrero–, documentos de época, un fragmento de cuerpo de mujer con ropa de ese tiempo mientras borda la bandera –hilos, una aguja, un crucifijo acariciado–; la nave y los altos de la catedral, la plaza 25 de Mayo, el Monumento y su llama votiva, la belleza de una ciudad costera desde un plano aéreo, la bandera grande flameando esplendorosa, a la vez que trazos y líneas dibujan manos y caras (lúdicamente animados), de la misma Catalina y del llamado creador de la bandera. Se va tejiendo en el relato de los especialistas esa historia oculta hasta hace muy poco tiempo y se señala el lugar que ocupaban las mujeres en esa pequeña villa, un lugar asignado por el patriarcado a labores domésticas como limpiar, ordenar y a las llamadas labores de punto: coser, bordar, tejer. “El protagonista de la Historia será siempre el varón, a las mujeres ni siquiera se las registra”, señala una de las historiadoras. Lo que se cuenta es que el hermano mayor de Catalina, Vicente Anastasio, había hecho buenas migas con Belgrano, quien en febrero de 1812 se hospeda en la casa familiar y le encarga la confección del símbolo patrio, algo que no implicaría un hecho histórico en sí, es decir, anotado como tal, sino que sería la consecuencia de una labor doméstica, por eso se habla de la concepción que se tenía  de las mujeres como el “sexo bello”, con características como la pureza, la sumisión, la abnegación, relegadas ante la figura poderosa del varón. En sus cuatro capítulos de trece minutos cada uno, la miniserie recorre la vida de esa mujer y su vínculo con uno de los hechos más trascendentes de la historia argentina; se posa en la posible relación que tuvo con Belgrano y en qué pasó con ambos luego de aquel acontecimiento, y se sitúa a Rosario como Cuna de la Bandera. Dinámica y precisa en su factura, la propuesta devela el lugar adquirido como personaje de la historia –que la ciudad hizo suyo y legitimó– de esta mujer pese a la invisibilización sistemática de tantas como ella. Exhibido por canal Encuentro y rodado en plena pandemia, el proyecto audiovisual estuvo motorizado por la actriz, dramaturga y directora Romina Tamburello y un equipo integrado por Santiago King (producción ejecutiva), Federico Actis (guionista), Estefanía Clotti (ilustraciones y animación) y un encomiable equipo técnico.

Allá lejos y hace tiempo

Un estoico de las lides jazzísticas locales, el saxofonista y clarinetista Rubén Chivo González peló un nuevo disco en estos aciagos tiempos pandémicos. También un entusiasta de la práctica musical colectiva, el Chivo honra su sentido del swing en un disco que conjuga una marcada expresividad rítmica con una meticulosa fluidez. Así, junto a un grupo de experimentados músicos y figuras de la escena local como Mariano Ruggieri en piano, Franco Di Renzo en contrabajo y Luciano Ruggieri en batería, grabó Allá lejos y hace tiempo, un registro de una serie de piezas con propia sonoridad aunque versione al compositor Jerome Kern (el tema es Long Ago and Far Away, de donde surge el título del disco, utilizado en la taquillera comedia Las modelos, que protagonizaron Rita Hayworth y Gene Kelly a mediados de los 40), al genial Thelonious Monk, al trompetista Thad Jones, a Miles Davis, al compositor y pianista Hoagy Carmichael y al compositor y arreglador de grandes bandas Johnny Richards. Aun en esta posible línea de maleable tradición, el despliegue estilístico hace que en este disco lo moderno ocupe un lugar central, sobre todo en los precisos fraseos y en la riqueza de la base rítmica. Greensleeves (un tema tradicional) puede resultar un buen ejemplo de esto último, pero no es el único porque en la hermosa versión de A Child is Born, de Jones, el contrabajo parece homenajear algunos de los mejores pasajes del excelso Mingus de Ah Um, junto a un piano ejecutado con cierta infrecuente elegancia y destreza; o cuando el inspirado saxo alto del Chivo acomete lo que podría llamarse un programa preciosista –sostenido en la voluminosa sustancia de contrabajo y batería– durante la ejecución del inquietante Monk’s Dream, donde se ponen de manifiesto algo de la magia y el riesgo tan propios de Thelonious. Si puede decirse así, Allá lejos y hace tiempo es un disco sencillo y diferente porque lo que se pone en juego es la fantasía y el desafío en la interpretación, y quizás en esta conjunción radica su originalidad, que sin duda mucho le debe a la extraordinaria química de músicos que han transpirado juntos innumerables veces, se tienen “junada” la personalidad y seguramente abominan las sobreactuaciones. Blues Pa’l Beni (bien a lo Brubeck) y Veo veo qué ves (casi que el saxo canta) son los dos temas del Chivo y ahí queda claro el basamento rítmico y armónico que caracteriza a este disco, deudor de la idea inicial del saxofonista rosarino de rendir homenaje a Time Out, el inoxidable álbum de Dave Brubeck grabado en 1959. Según el Chivo, Paul Desmond, el saxo alto de la banda de Brubeck, sería una influencia innegable en su carrera. Inicialmente el Chivo fue convocado por sus compañeros de ruta a ensayar y un día de 2018 comenzaron a grabar. Luego la pandemia dejó el proyecto en stand by hasta que a fines de 2020 el Chivo agregó, con grabación virtual, el bonus track Young at Heart, del mencionado Johnny Richards. El enorme feeling y la calidad interpretativa de Allá lejos…, editado por BlueArt Records, reflejan el armado de una trama musical de fabulosos climas en los que el “joven corazón” del Chivo pone todo su empeño.

Publicado en la ed. impresa #17

Por Juan Aguzzi

Editor del diario El Ciudadano, periodista cultural, coautor de La Rosa Trovarina, libro sobre la historia de la Trova Rosarina. Escritura y cine, escritura y música y escritura y un sándwich de queso, con eso digo presente todos los días.

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