Eran tarjetas ilustradas, rectangulares, de cartulina o cartón fino, preparadas para escribir y enviar por el correo tradicional sin necesidad de usar un sobre. Los visitantes –extranjeros, en su mayoría– las utilizaban para dar cuenta del lugar donde estaban: la Rosario de principios del siglo pasado. Y elegían –tal vez al azar– una de calle Córdoba o la plaza 25 de Mayo, el Colegio Alemán, calle San Martín, los baños del Saladillo, una vista parcial del puerto, bulevar Oroño, el Palacio de Justicia, calle Corrientes…
La misma ciudad, otro tiempo.
