El caminante
Buenos Aires. Algún día de enero de 2009. Cuarenta grados a la sombra. Eduardo Galeano insiste en ir a pie desde el hotel al Teatro San Martín: “No quiero ningún remís. Soy un caminante”. Mariana Wenger lo espera sin haber pegado un ojo durante toda la noche: “Entre la tensión y los nervios, nunca transpiré tanto en mi vida. Quería hacer todo técnicamente bien, y no olvidarme de preguntas que por supuesto me olvidé”.
Galeano ya había supervisado los guiones, “le encantaban los storyboards”. Entre audios e imágenes, ese día se grabó todo lo que Wenger necesitaba para la trilogía que tenía en mente. “Por supuesto quise pagarle. Me dijo que si se lo mencionaba una vez más, abandonaba el trabajo (risas). Nunca quiso cobrar absolutamente nada”.
La primera de las películas en alumbrar fue Un arma peligrosa (2009, 5’), animación codirigida por Wenger y Paola Murias. Recibió varios premios, entre ellos Mejor Animación en el Festival Internacional de Flandes, Bélgica; y el Premio Juana Azurduy del Festival Latinoamericano de Video Rosario. Recorrió Perú, Estados Unidos y Francia, en donde recaló seleccionada por Caloi en su Tinta para el homenaje a la animación argentina del Festival Annecy 2010. La gracia festiva de Un arma peligrosa choca con lo que expone: “en más de 30 países es normal la mutilación del clítoris”, narra la voz de Galeano. El contraste continúa entre el encanto visual y el horror de los hechos. La animación de Murias es preciosa, colorida. Wenger la guía en un entramado que tiene soporte fundamental en la música de Juancho Perone y los cantos de indios kroas que interpreta el grupo Societatis in Musica.
En 2012, se estrenó Otros sentidos (60’) en El Cairo Cine Público. La película está protagonizada por la periodista ciega María Eugenia Tabacco y la actriz Liliana Gioia. Como dice Wenger, Otros sentidos es “una comedia de carácter reflexivo”, en donde la mirada lúdica de Gioia es el vínculo hacia la personalidad arrolladora de Tabacco. La periodista entrevista a personas y personajes diversos, y logra un abanico de colores. Hay momentos animados –a cargo de Paola Murias, Violeta Barni y Alfredo Piermattei– que intervienen el registro de lo real. Son maneras estéticas que alteran la captura directa de la imagen, en consonancia poética con la figura y el decir de Eduardo Galeano. Por ejemplo, el uruguayo cuenta sobre lo difícil que es, ya adultos, “limpiar los ojos de telaraña”. Y rememora la mirada limpia de unas niñas que nombran y saludan flores en su camino. En el reparto central de Otros sentidos aparecen los nombres de Gachy Roldán, Héctor Ansaldi, Chiqui Abecasis, Eduardo Vercelli y Mariano Raimondi.
Con Infancias perdidas (2020, 4’ 29’’), Wenger cierra la trilogía. Y retoma la vena estética de Un arma peligrosa, a partir del acento animado en la introducción de un tema duro. Pero acá no hay color. La voz grave de Galeano dice sobre el hecho que esconde una etiqueta de pelota de fútbol: las manos de un niño que nunca irá a la escuela, escondido con otros, cosiendo entre sombras. La explotación del trabajo infantil no tiene poesía: ¿cómo decir lo indecible? Por eso, hay que intentarlo. Así lo hacen las imágenes de Wenger, junto al trabajo animado de Alfredo Piermattei, y la música de Jorge Fandermole en la voz de Ethel Koffman. Es la única de las tres películas que el escritor no llegó a ver: había fallecido en abril de 2015.
La tribu del Negro
La trayectoria inscribe a Mariana Wenger en la primera de las camadas surgidas de la Escuela Provincial de Cine y Televisión de Rosario. Tuvo allí un momento relevante, cuando junto a los animadores Pablo Rodríguez Jáuregui y Esteban Tolj conformaron el grupo Nibelungos. “Nosotros habíamos abrevado en (el maestro animador) Luis Bras; a diferencia de Pablo y Esteban, yo no sabía nada del tema, pero tenía muchísimos deseos de introducirme en el mundo de la animación. Siempre estuve con la animación, la mayoría de mi pensamiento en relación al cine es alrededor del cine animación. Para mí es una forma con la que se pueden digerir un poco mejor ciertos temas. La animación es una manera diferente del relato”.
Entre las películas de Wenger hay que mencionar Fontanarrosa se la cuenta y confiesa que ha reído (1997), Pintando de amarillo (2000), Don Quijote de la imagen (2003) y Cine Negro (2006); esta última, una especie de variación actualizada de Fontanarrosa se la cuenta. Aquí también, el nombre clave. Porque si Eduardo Galeano es el hechicero que encanta con las palabras, el chamán, Roberto Fontanarrosa es el jefe de la tribu.
“Yo tenía intenciones de trabajar con Galeano hacía muchísimo tiempo, y tomé contacto con él cuando empecé a producir Cine Negro. Me contestó enseguida, pero me explicó que tenía un tumor y se tenía que operar. Me dijo: «Me toca luchar contra un león, y no voy a poder participar esta vez de la película. Le pido disculpas». Cuando fue el estreno en (el teatro) La Comedia, nos llegó un testimonio suyo por escrito, con una dedicatoria, un homenaje. Y cuando la película se estrena en Montevideo, él tuvo la deferencia de armar un spot publicitario y promocionarla, sin que yo se lo pidiera. Fue increíble, así es cómo era él. Cuando fui a Montevideo, le comenté que estaba interesada en realizar, de alguna manera, un homenaje a él, con dos cortos y un largo. Me pidió que le enviara los guiones, quería verlos. Era una persona muy exigente, desde ya. Se los mandé, y le gustaron muchísimo. Así fue como empezamos a charlar y quedamos en filmar el verano siguiente”.
Llega el día de los 40 grados. “Él me pidió un rodaje íntimo. Y en eso tuvo mucho que ver el licenciado Jorge Gagliardi, que está a la cabeza del Núcleo Audiovisual Buenos Aires, e hizo todo para que el Teatro San Martín nos diera su lugar, dispusiéramos de cámaras y no tuviéramos que viajar con tantos equipos. Galeano me había pedido por favor que no fuera prensa. Pero imaginate, con él en el San Martín era imposible. Un poco de prensa se filtró y le pedí disculpas: «Hay unos periodistas que están esperando, algunos son conocidos míos’. Y me dice: «Si usted es de la tribu del Negro Fontanarrosa, y los periodistas son de su tribu, pueden pasar»”.
La insistidora
Fontanarrosa (Cine Negro), Van Gogh (Pintando de amarillo), Cervantes (El Quijote de la imagen), Galeano. La lista de nombres cifra el cine y los pensamientos de Mariana Wenger. “Creo que de alguna manera siempre me ha gustado tomar distintos temas, algunos más de un carácter biográfico o de homenaje a determinados artistas. Siempre me gustó elegir qué decir a partir de esta idea, y poder tocar temas sociales profundos. Es mi forma de encarar la ética, mis conceptos de vida. Es mi forma de pensar. Lo que nos permitió llegar a estas situaciones, a estos encuentros con gente como Galeano, es la remada contra la corriente, el trabajo permanente, el estudio, la perseverancia, profundizar. Y el amor por el cine, que siempre es un trabajo colectivo”.
–Sin amor no hay películas.
–Cuando quiero algo, soy osada. Absolutamente perseverante. Paola Murias me llama “la insistidora” (risas). Lo llevo al extremo, hasta lograr el encuentro. Hay veces que son más difíciles de producir ciertas películas porque la personalidad puede tal vez no ser tan conocida o talentosa. Con Galeano fue al revés. Siempre muy gentil y amoroso. Tengo un agradecimiento infinito por haberme permitido hacer estos trabajos, por haber confiado en que yo podía llevarlos adelante. Me costó muchísimo terminar la trilogía. Pero a pesar de la crisis y de lo difícil que es producir, me lo propuse. Tenía con él un acuerdo: terminarlo.
–Galeano pudo ver las dos primeras películas. ¿Qué te dijo?
–Esto me lo confió, es increíble: primero hacía que su esposa y sus amigos vieran los trabajos donde él o su voz aparecían. Tenía como una especie de cábala, de no querer verlos, y se los hacía relatar a otros. Tal vez tenga que ver con su enorme humildad. ¡Veía sus trabajos por otras personas! Estuvo muy conforme. Según me dijo, y no me lo olvido nunca: “Tuve una devolución maravillosa de la gente que ve los trabajos donde yo participo”, y yo no entendía (risas).
Obligación del artista
Un arma peligrosa e Infancias perdidas coinciden en tanto cortometrajes animados. En el primero, “está la denuncia de este crimen, que ocurre en muchísimos países. Tuvimos la suerte de llegar a un montón de instituciones africanas y europeas, donde la película fue un disparador de discusiones. Pero también se extiende a los derechos de la mujer en general”. En el segundo, “hay un mismo tipo de interés, al denunciar y extender una historia particular, que es la que narra Galeano, a los derechos del niño en general y a la problemática del trabajo y la explotación infantil en el mundo”.
–Hay que atreverse a temáticas y dolores así.
–Hay que asumirlo. Me siento absolutamente identificada con Galeano y con los temas que trato. Lo asumo y me hago responsable por lo que le ocurre a estos y a todos los niños. Por lo que le pasa a la sociedad toda.
–En Otros sentidos hay una mirada más distendida.
–Tiene que ver con que quería hacer una película sobre cuestiones y temas a los que hemos dejado de mirar profundamente, ese era el incentivo. Pero siempre tuve ganas de hacerlo en tono de comedia, para que fuera más digerible. Caemos una vez más en el hecho de lograr que algo sea digerible. Yo fotografío mucho la naturaleza y trato de buscar parangones con la realidad, lo hago cotidianamente. Creo que es una obligación del documentalista o del realizador la de no sólo relatar algo importante, como lo puede ser alguno de estos temas, sino hacerlos digeribles, en el sentido que la gente guste del film. Que no se empiece a acomodar en la butaca, que siga viéndolo y pueda terminar absorbiendo el mensaje. Si no te preocupás por lo estético o la calidad del relato, los temas quedan perdidos, y no se transmite la preocupación ética. Esa es una obligación para mí.
Publicado en la ed. impresa #07